viernes, 26 de septiembre de 2014

Pujol encima se cabrea

Esta tarde he seguido la comparecencia de Jordi Pujol en el Parlament de Catalunya. Ha vuelto a contar el mismo cuento de julio acerca de la herencia de su padre y ha vuelto también a pedir perdón por no haber declarado ese dinero. Ha soltado que "no soy un corrupto" y que "no me hice político para ganar dinero; ya lo tenía". Ha adornado su disertación, por supuesto, con alusiones a su dedicación a "hacer país". Después de las intervenciones de los y las representantes de los grupos parlamentarios, lejos de contestar las preguntas que le han planteado -desde CiU hubo condescendencia, mientras que en el PP parecía que en su casa..., ejem-, se ha cogido un cabreo de aúpa, haciendo la acusación de que "quieren liarlo todo contra mí y contra CiU", esta vez sin añadir lo de "contra Cataluña", porque sería demasiado, aunque ya con anterioridad repitiera lo de "hacer país". La bancada de la CUP se fue por ello del Parlament, indignada por lo que estaba escuchando. Pujol se ha presentado otra vez públicamente como quien se confiesa ante un cura, contando el pecado y esperando que le perdonen. Y no es eso. Como tampoco que en pleno paroxismo de su altivez amezante haya pretendido dar una lección de moralidad. David Fernández, portavoz de la CUP, fue rotundo cuando dijo: "Estamos delante de un delincuente de guante blanco. Tocan campanadas a muerte. El proceso enterrará al pujolismo y en el viaje a Ítaca usted no tiene asiento".