sábado, 6 de septiembre de 2014

El vivero social de La Aurora de Barbate
























Ayer se estrenó en Barbate la obra de teatro La Aurora de Barbate, de Sergio Román, con el puerto fluvial y la antigua Lonja de Pescado como escenario. Me sorprendieron dos cosas o incluso tres: que fuera en verso, la escenografía y la interpretación. La obra está escrita en verso, pero
 lejos del ripio fácil y empalagoso, y tiene una clara influencia lorquiana, pero no como remedo de ella. Hay una mezcla de lirismo, a veces bonito y cargado de figuras literarias logradas, y de gracia, enraizada en la peculiar habla barbateña. La escenografía me sorprendió para bien, con lo justo para ambientar cada momento, evitando recargamientos superfluo, y con la ayuda musical del saxo Pablo Hernández, que fue marcando el ritmo de cada acto. Y la interpretación, de gente novel, del pueblo, en su mayoría jóvenes e infantes, estuvo acertada, mejorando el dicho "para pueblo..." con un "...bastante bien".

El autor ha recurrido parcialmente al mito de Romeo y Julieta a través del amor Carmen, hija del armador, y Mario, hijo del líder sindicalista. No hay una cerrazón familiar que impida la relación, pero la tragedia se masca dentro de la dicotomía de la mar serena y la mar revuelta. La obra es una exposición en público, con mucho atrevimiento, del vivero social que explica lo que ha sido, y parte sigue siéndolo, la realidad de este municipio gaditano de tradición marinera. 

Ayer fue el aniversario del naufragio del Pepita Aurora. Siete años han pasado y el recuerdo estuvo latiendo en la obra. Ésta no es una historia de lo ocurrido, pero sí nos muestra el ambiente social que ayuda a comprender por qué tantas veces los accidentes no son sólo efecto de los fenómenos naturales. Es verdad que fue el viento de levante el que llevó a la muerte a ocho marineros, tres de ellos desaparecidos, pero también lo es que hubo una decisión, la del responsable del barco, para salir de puerto en medio de tanto peligro y con exceso de carga. 

No fue, pues, el designio del mar embravecido el que trajo la muerte. Hubo una decisión humana que la condujo. Como Sergio Román nos cuenta en La Aurora de Barbate.