viernes, 8 de noviembre de 2013

El muro de la vergüenza

El muro que separa Melilla de Marruecos ha sido reforzado con unas alambradas de nuevo tipo. Disponen de unas cuchillas que las hacen, no sé si más efectivas a la hora de disuadir a quienes intentan cruzar la frontera, pero sí más crueles. A mediados de octubre de 2005 escribí un artículo de opinión para el semanal Trafalgar Información con el título de esta entrada. He decidido reproducirlo, porque creo que, por desgracia, sigue teniendo actualidad.

Hace 16 años cayó un muro, el que dividía Berlín, llamado de la vergüenza. Fue una caída que simbolizó el fin de la Guerra Fría y con ella, la derrota de uno de los dos bloques enfrentados: el del comunismo soviético y sus países aliados. Pero otro muro quedó y no ha parado de crecer. Es el que separa la riqueza de la pobreza, los países ricos  de los países pobres.

Durante las últimas semanas los medios de comunicación, los del poder económico y político, nos están ofreciendo  imágenes de lo que han denominado “el asalto de inmigrantes” de las vallas que separan las  ciudades, españolas, de Ceuta y Melilla de su entorno africano-marroquí. “Oleadas de inmigrantes”, se ha dicho y escrito, dotados, eso sí, de escaleras hechas a base de restos de madera y ramas de árboles. Frente a estas personas armadas de sus frágiles escaleras, dos vallas cada vez más altas, con más alambradas y más vigiladas por fuerzas policiales y del ejército. Hubo quienes las superaron, llenas de heridas que sólo cicatrizarán en sus carnes, y ahora esperan, expectantes de su suerte, de su destino, de una decisión que diga que se pueden quedar en nuestro mundo. Hubo quienes, pese a pasar las vallas, de inmediato fueron devueltas a territorio africano-marroquí, quienes no lograron siquiera traspasarlas y, terrible destino, murieron en el intento. Así empezó para muchas de esas personas un nuevo vía crucis vergonzoso y humillante.

Tras el primer impacto, una vez tomadas medidas de vigilancia más efectivas y desarrolladas acciones diplomáticas por las autoridades españolas, acabaron los asaltos y las imágenes de alambradas, sangre, sufrimiento. Ahora las imágenes son de autobuses repletos de personas encadenadas, sedientas, desesperadas, frustradas y asustadas por el miedo de la incertidumbre y la humillación. Ahí parece que acabó nuestra responsabilidad, la del mundo rico, para traspasarla a la del gobierno vecino, del mundo pobre, regido, y nunca mejor dicho, por un tirano rodeado de un séquito cruel y agradecido que le adula. Lejos de la frontera que separa los dos mundos han llevado a las personas que fracasaron en su intento de traspasarla. Su destino está siendo el desierto, en un intento por dejarlas en el olvido, o la devolución al país de donde salieron.

En muchas conversaciones de a pie se ha podido escuchar el escándalo de las imágenes del sufrimiento, de la humillación, de la degradación... Pero no se ha hecho mención a las vallas, a las alambradas, al ejército... y a quienes las han construido, las han situado y las han desplegado.

Pero  eso no es lo malo. O todo lo malo. En los medios de comunicación poderosos, los del poder, y muchas conversaciones de a pie no se hace mención a las causas reales. Los desastres naturales, los gobiernos tiránicos, los políticos corruptos y hasta la torpeza de sus gentes son la cantinela al uso que explica lo que ocurre en África. Pero para nada se menciona al colonialismo de antaño y al neocolonialismo de hogaño, a la deuda externa y a la venta de armas, a las políticas neoliberales y a las fronteras abiertas para los capitales, a la destrucción progresiva de los usos agrícolas que generaban sus alimentos y a la imposición de otros más rentables con destino a la exportación... Es decir, se elude la mención al capitalismo y su expansión imperialista. Nada de eso.

Estos días, como es mi costumbre desde hace unos cuantos años, he podido leer por internet numerosos artículos que analizan lo ocurrido desde otra dimensión distinta de la oficial, distinta de esa versión que esquiva la verdadera responsabilidad para dejársela a quienes sufren el problema. De todos esos artículos me quedo con uno y con el titular aparecido en rebelión.org, que sintetiza un discurso, el de Isaura Navarro, una parlamentaria de IU, cuando el pasado día 6 día interpelaba al ministro del Interior de nuestro país en el Congreso: “¿Para qué ha enviado el Gobierno al ejército? ¿Estamos en guerra contra el mundo pobre?”.

(12-10-2005)