viernes, 23 de junio de 2023

Arlés y su pasado romano y también románico


Arlés está situada en la parte occidental de la Provenza, a orillas del río Ródano y al norte de la Camarga, un espacio natural caracterizado por los humedales formados por la confluencia del Ródano y el mar Mediterráneo, que le confieren  unos rasgos particulares. Fue fundada en el siglo -VI como una colonia griega llamada Teline, para pasar luego a estar controlada por una de las tribus celtas de las Galias, que la denominaron Arelate. Este nombre, latinizado como Arelatum durante la dominación romana, acabó siendo la raíz del nombre actual: Arle, en occitano, o Arles, en francés. 

Mencionada por Julio César en su obra Comentarios de la guerra de las Galias, empezó a adquirir importancia en la segunda mitad del siglo -I, favorecida por el apoyo que le dio frente a Pompeyo y, después, el que le siguió dando Augusto, ya como primer emperador. En el siglo IV, con Constantino el Grande como emperador, estuvo entre las ciudades importantes del imperio, hasta el punto que en ella instaló una de sus residencias e incluso fue donde nació su hijo Constantino II.  

Todo esto explica una importante presencia de lo romano, en forma de construcciones o en otro tipo de obras (esculturas, mosaicos, sarcófagos, cerámica...), que pueden verse repartidos por distintos lugares de la ciudad o en las colecciones de sus museos. Obras por las que el paso del tiempo las ha dejado marcadas, por lo que se han conservado en distinto grado. 


Su anfiteatro, que se conoce con el nombre de las Arenas, se encuentra en el corazón de la ciudad. Es el monumento romano que mejor se ha mantenido, en cuyo interior se celebran diferentes actividades, especialmente las culturales, no faltando tampoco las taurinas. Construido en el primer siglo de nuestra era, en su día llegó a disponer de tres plantas de altura (ahora sólo conserva dos), con capacidad para albergar a unas veinte mil personas, lo que da fe de la importancia que tuvo en esa época.


Lo que se conoce como Teatro Antiguo está situado en los aledaños del anfiteatro, aunque en este caso su estado de conservación no es tan óptimo. Construido a finales del siglo -I, en los primeros momentos del Imperio, sufrió un gran desmantelamiento de sus materiales desde el siglo V. En la actualidad, restaurados parcialmente el escenario y el graderío, también es utilizado como marco para actividades de índole cultural, en la línea de la que tuvo hace dos milenios.  


Lo que fue el foro genera dudas sobre su ubicación exacta. Sus restos, en un principio, se encontrarían repartidos entre las actuales plazas de la República y del Forum. En la primera, que es donde están el Hôtel de Ville [Ayuntamiento] o la catedral románica de San Trófimo, pueden verse en el subsuelo parte de los criptopórticos, unas construcciones subterráneas que tenían, entre otras, la función de granero. En la plaza del Forum, adosados a un edificio moderno, se encuentran los restos de lo que pudo haber sido un templo. De su estructura  arquitrabada se conservan dos columnas corintias y un fragmento del frontón. 


No faltan en el centro histórico los restos de unas termas, que han sido renombradas como de Constantino, debido al protagonismo, antes referido, que el emperador romano y sus descendientes dieron a la ciudad. Sobresale la bóveda de lo que fue el caldarium o sala de baños de balos calientes.


De lo que fue la muralla romana, aún se conservan restos, repartidos a lo largo de lo que fue su perímetro y remozados con las ampliaciones habidas en los siglos posteriores, incluidos de la época medieval. La torre de las Mourgues es una muestra de ello.


Ya fuera del perímetro amurallado se encuentran en el oeste algunos restos, muy pocos, de lo que fue el circo. Y más alejados, al sureste, en el paraje conocido como Alyscamps, los de la necrópolis, que con posterioridad se han ido modificando con enterramientos cristianos, además de varias iglesias, de distintas épocas.   


Y precisamente de ese lugar es de donde procede un sarcófago paleocristiano, datado en el siglo IV, donde se dice que reposaron los restos de San Honorato. Posteriormente, hasta el siglo XVIII, fue utilizado como altar mayor en la iglesia de San Honorato de Alyscamps. Trasladado a la catedral de San Trófimo, durante ese último siglo sirvió de pila bautismal. Consta de dos niveles,  con una decoración que está organizada siguiendo el modelo romano y en la que están representadas escenas alusivas al Nuevo Testamento. En la parte central del nivel superior se narra la relativa a la negación de Pedro: aparece la figura de Jesús acompañado de un gallo, mientras le anuncia a Pedro, situado a la derecha, que antes de su muerte le negará tres veces.


La iglesia de San Trófimo está situada en la plaza de la República y constituye la mejor muestra del arte románico en Arlés. Construida en el siglo XII, con anterioridad había sido una basílica paleocristiana. El pórtico, erigido a modo de arco de triunfo, se corresponde con los cánones propios del arte románico, tanto en lo formal como en el contenido, en este último caso alusivo al Juicio Final. Llama la atención la calidad de sus esculturas y en especial las del tímpano, donde están situadas las figuras del Pantocrátor (Dios Padre/Todopoderoso), sobre una mandorla, y, rodeándolo, el Tetramorfos, en el que se representan los cuatro evangelistas mediante sus correspondientes símbolos.   


El interior del templo consta de tres naves y una girola, algo propio de las iglesias de peregrinación de la ruta Jacobea que tenían cierta entidad. Los arcos fajones, que refuerzan transversalmente la bóveda de cañón, tienen un ligero apuntamiento, algo que no ocurre con los arcos formeros, paralelos al eje, que son los propios del románico, esto es, de medio punto. El ábside y la girola se construyeron en el siglo XIV y sus características obedecen a lo propio del estilo gótico, como los arcos apuntados o las vidrieras.  


De lo que fue la antigua abadía femenina de San Cesáreo, situada intramuros y junto a lo que hoy son los Jardines de Verano, quedan varios restos. Aunque la fecha de fundación es del siglo VI, con el paso de los siglos fue conociendo diversas vicisitudes, que culminaron con la revolución francesa, dejando el estado de cosas tal como lo vemos en la actualidad. Lo más antiguo de lo que se conserva de la abadía es un arco de medio punto, perteneciente a una de las dependencias.  


Del siglo XII también es la iglesia de San Juan de Moustiers, de la que se conserva tan sólo el ábside, en el que llama la atención las bandas estriadas con capiteles corintios que tiene adosadas. Una clara muestra de las reminiscencias de la Antigüedad clásica.

 

Y el último de los templos de interés que guarda relación con el arte románico es el de Nuestra Señora la Mayor, cuya construcción también se inició en el siglo XII. Levantado sobre lo que había sido siglos antes un templo romano, está situado en la parte más alta de la ciudad. Los rasgos románicos han sido muy alterados en los siglos siguientes, algo que puede verse en la portada, la torre o las capillas. Y como ocurre en San Trófimo, la bóveda de cañón también tiene sus arcos fajones apuntados.