domingo, 14 de agosto de 2022

Chile, ante la disyuntiva de aprobar o rechazar una nueva Constitución


Llevo semanas informándome sobre el proyecto de Constitución que ha elaborado la Convención chilena elegida para tal fin y que será sometida a referéndum el próximo 4 de septiembre. He leído bastantes artículos y no me ha faltado ver algunos programas de las televisiones chilenas, así como grabaciones de actos. Tampoco me ha faltado estar pendiente de los avatares de los sondeos de opinión que se van sucediendo. Y la cosa está que arde. Y lo está porque desde los sectores políticos y sociales de la derecha existe un claro rechazo. También lo hay, más matizado, desde algunos sectores del centro-izquierda, provenientes de lo que antaño fue la Concertación. Y no falta tampoco la oposición desatada desde grupos de la izquierda más extrema e incluso desde algunos ámbitos de los pueblos  originarios.

La postura de la derecha tiene una lógica clara, teniendo en cuenta que en su seno existe una clara nostalgia del pinochetismo, dado que con la nueva Constitución se pondría el punto final a la que se aprobó en 1980, en plena dictadura, de la que se conserva su naturaleza neoliberal extrema y la  escasa presencia de derechos sociales. Una Constitución que apenas se han reformado, salvo los aspectos que resultan incompatibles con el sistema político liberal-democrático que se abrió a partir de 1990 y que se reflejó en los retoques aprobados en 2005.

Sobre estos dos aspectos, esto es, la herencia neoliberal y antisocial y las reformas introducidas a lo largo de las tres últimas décadas, es sobre lo que está descansando la postura de rechazo de los sectores más moderados de la izquierda y del conjunto de la derecha. Consideran que el texto de la Convención Constituyente es extremo, rompiendo, en primer lugar, el (supuesto) consenso habido con anterioridad, de manera que de lo que se trata es, a lo sumo, de seguir caminando en sucesivas reformas. Lo consideran extremo también porque acabaría con el modelo económico que (según dicen) ha traído prosperidad al país. Sobre la ampliación de los derechos sociales hay mayor diversidad de posicionamientos, que van desde un claro rechazo por parte de los medios más a la derecha hasta los que admiten algunos de los avances, como ocurre con los más "progresistas". Y sobre el reconocimiento de la visibilidad y derechos de los pueblos originarios, se habla con frecuencia de pretender conseguir una situación con privilegios. 

¿Qué se ha reflejado en el nuevo texto constitucional? En primer lugar supone la ruptura con lo que dejó la dictadura: sobre todo, en lo constitucional, pero también en sus derivaciones económicas. También supone la introducción de importantes novedades que tienen que ver con los derechos de las mujeres, la defensa de la naturaleza y el reconocimiento de los pueblos originarios, además de los concernientes a la salud universal, la educación pública, el mundo del trabajo... Es decir, con el feminismo, el ecologismo o la justicia social. 

Pero para entender lo que está ocurriendo no está de más retrotraernos unos años atrás y destacar dos aspectos del proceso que está viviendo en Chile: uno, que su origen se encuentra en las amplias movilizaciones surgidas en 2019 en demanda del fin de los vestigios del pinochetismo (Constitución incluida) y el inicio de un proceso constituyente; y el otro, devenido como consecuencia, la formación de la Convención Constitucional.

Lo primero conllevó una lucha ardua y persistente con el gobierno de derecha, presidido por Sebastián Piñera, que acarreó momentos de gran tensión, derivados en muchos casos de la dura represión que se ejerció contra las personas que se movilizaban. La clave esa nueva situación, que saltó como un resorte a partir de una de las medidas económicas que se tomaron con la subida del precio del transporte público, se encontraba en la necesidad de elevar a rango constitucional la nueva realidad social y política. Eso se expresó en una de las frases que se popularizaron en 2019: "No son 30 pesos, son 30 años".

Y en ese  pulso la primera consecuencia fue la convocatoria de un plebiscito, llevado a cabo finalmente en octubre de 2020, en el que se debía decidir si se procedía a iniciar el proceso constituyente. El resultado fue claro, pues, entre las opciones que se dieron, triunfó la de la formación de una Convención Constitucional, que consiguió casi el 80% de los votos. Ese órgano político, a su vez, debería conformarse desde unos presupuestos muy avanzados, entre los cuales se encontraban la paridad de sexos-géneros y la presencia obligatoria de representantes de los pueblos originarios. 

El siguiente paso fueron las elecciones para esa cámara, que se realizaron en mayo de 2021 y que supusieron que su composición reflejara una clara mayoría favorable a los cambios. Fue llamativa la gran variedad de sus miembros, con lo novedoso de que la mitad fueran mujeres y la presencia de los pueblos originarios, a lo que se unió la llegada de numerosos representantes independientes, al margen de los partidos tradicionales, surgidos en buena parte de los ámbitos de las movilizaciones populares, pero también desde la propia derecha.

La tarea de la Convención Constitucional a lo largo del año que siguió a su elección ha sido intensa, cuyo fruto es el texto que se va a someter a referéndum en septiembre. Pero paralelamente la vida política chilena ha seguido su curso, con otras elecciones de gran relevancia y con resultados, en cierta medida, diferentes, que no han hecho sino reflejar la efervescencia política que está viviendo el país, así como su complejidad. Así, si en las elecciones legislativas de noviembre de 2021 se dio un escoramiento hacia la derecha, las presidenciales arrojaron un signo diferente. Estas últimas se realizaron en un doble turno, que se celebró a la vez las legislativas, y del salieron los dos candidatos que acabaron enfrentándose un mes después. Finalmente, el triunfo correspondió a Gabriel Boric, el candidato de la izquierda, que obtuvo el 56% de los votos frente a un candidato que se presentó con los rasgos propios del populismo reaccionario. Chile está conociendo desde este 2022, por tanto, un gobierno progresista.  

Y es en este contexto, al que he calificado antes de complejo, en el que se inscribe lo que está ocurriendo en torno a lo que puede ser la nueva Constitución chilena. Después que las movilizaciones populares forzaron la apertura de un proceso constituyente, tanto la derecha como algunos sectores del centro-izquierda han maniobrado para retomar el proceso en su beneficio. Siempre con el objetivo de que todo siga igual, aun cuando luego existan diferencias entre esos grupos, derivadas del mayo o menor apego al pinochetismo. Y como común denominador, mantener el sistema económico neoliberal y restringir los derechos sociales.

En el seno de la izquierda (incluyendo en ella a algunos sectores más moderados del Partido Socialista e incluso (menos) de la Democracia Cristina), el Apruebo, fórmula como se está denominando el apoyo al nuevo texto constitucional, es ampliamente mayoritario, pero no lo suficiente para que sea aprobado en el plebiscito. Existe el rechazo de algunos sectores de la izquierda, que ven el texto como insuficiente y ajeno a las reivindicaciones de 2019. No entienden, empero, que el rechazo, en manos sobre todo de la derecha, dejaría las cosas como están y que, en todo caso, lo que se ha reflejado responde a la actual correlación de fuerzas.

Por parte del gobierno y de quienes defienden el Apruebo se tiene también el temor a una abstención por encima de la que tradicionalmente se manifiesta. La confusión, pues, es enorme, porque desde los sectores del Rechazo, que incluye partidos, medios de comunicación y grupos empresariales, se está fomentando a base de una campaña muy agresiva, en la que no falta la difusión de bulos, noticias falsas, medias verdades... Todo vale con tal de que no salgar adelante una nueva Constitución.

¿Qué ocurrirá? Lo veremos en tres semanas. Los sondeos, por ahora, se están decantando por el Rechazo. El esfuerzo para revertir esas previsiones debe ser grande, lo que obliga a actuar sobre quienes están en la indecisión y también en la abstención, pero sin olvidarnos, por supuesto, entre quienes desde la izquierda tienen como horizonte negar una nueva Constitución para Chile que supondría no poder seguir avanzando. Y como reza uno de los vídeos de campaña, en el que participan artistas del país, "¡Porque merecemos un Chile mejor!".