jueves, 23 de junio de 2016

Algunas consideraciones sobre Maquiavelo y su obra


En 1991 escribí unas reflexiones sobre Nicolás Maquiavelo después de haber leído su obra más conocida, El Príncipe, y, sobre todo, algunos comentarios de la misma a través de otros autores. Ahora he decidido publicarlas las reflexiones en este cuaderno, con ligeras modificaciones de estilo, haciendo referencia la bibliografía que utilicé entonces y añadiendo alguna obra más leída posteriormente.  

Maquiavelo y su obra están inscritos en una época trascendental desde el punto de vista histórico (fines del siglo XV y principios del XVI), donde aparecen importantes novedades económicas, sociales, políticas, ideológicas o artísticas, hasta el punto de que para muchos se sientan las bases de la sociedad de nuestros días.

Sea esto último cierto o no, al menos desde una consideración categórica, de lo que no cabe duda es que Europa, y en concreto la occidental, acababa de salir de un periodo crítico (siglo XIV) tras años de hambrunas, epidemias, guerras, conflictos sociales, políticos y religiosos, etc. El sistema feudal había sufrido una crisis de la que no se recuperará, para abrirse un periodo de transición hacia otras formas sociales; la burguesía proseguía en su desarrollo y asistía a la ampliación del mundo conocido (América, sobre todo, África, Asia…); se fortalecía la tendencia a la centralización política en manos de los monarcas y un desarrollo de los primeros estados nacionales; surgía un nuevo clima ideológico, basado en una mayor consideración del hombre (el humanismo renacentista); y proseguían los problemas religiosos, ahora consecuencia de una visión más individualizada de las creencias, que dieron lugar a una nueva ruptura de la Iglesia Católica.

La obra de Maquiavelo está inserta en este mundo en cambio, donde surgió una nueva perspectiva y valoración de la autonomía del individuo. La península Itálica era, además, un zona donde esos cambios se daban de una forma más clara, a pesar de que desde el punto de vista político no se concretara en la creación de un estado nacional.

En la obra teórica de Maquiavelo  aparece en un lugar preeminente la figura del príncipe, esto es, el gobernante, que supone la encarnación de la sociedad en palabras del propio Maquiavelo, que no es otra cosa que el estado. El príncipe sería la representación de los fines que toda sociedad persigue, que se corresponden con las cualidades que aquél debe tener. Sería también el instrumento con el que se dota la sociedad para obtener sus objetivos. Las cualidades de las que tiene que estar dotado constituirían la virtú, que, de alguna manera, sintetiza la fuerza creadora del hombre, desde una visión donde el hombre no es solamente el centro o medida de las cosas (humanismo), sino desde una consideración del orden natural como conjunto de relaciones sociales e individuales, regido por unas nuevas leyes determinadas y perennes.

La idea del príncipe virtuoso y por encima de la ley (“donde no hay un tribunal a quien reclamar”) fue utilizada posteriormente, en el siglo XVII,  por los teóricos del absolutismo político, pero, eso sí, con contenidos diferentes.

Para Maquiavelo el concepto de fortuna estaría reflejando los condicionantes externos que actúan sobre la sociedad y el príncipe. Estos condicionantes son producto de la acción del hombre, que para Maquiavelo no es bueno por naturaleza ni tiene por qué serlo. Así, por ejemplo, el poder, la riqueza, la comodidad, etc. serían fuerzas que mueven al hombre y que pueden actuar como lastres contra el bien común. El buen príncipe sabría adaptarse a dichas adversidades (la fortuna) y sabría hacer un uso adecuado de sus cualidades (la virtú), determinando su obra.

Otro concepto que cobra importancia en Maquiavelo es el de la apariencia, que, de una forma explícita o implícita, anuncia claramente el concepto de razón de estado. Ésta, sintetizada en su archiconocida frase “el fin justifica los medios”, supondría un esfuerzo en la búsqueda de la racionalidad en la práctica del poder político. Aquí se encuentra, quizás, el punto principal de controversia en la valoración de su obra. Dado que el príncipe representaría los fines y el instrumento del que se dota la sociedad para conseguirlos, la manera más efectiva de conseguirlo sería el darle los instrumentos más eficaces, incluso si están en contra de lo establecido.

Esta posición sería más de indiferencia (amoralidad) y supondría la mejor manera de minar la influencia que la Iglesia Católica tenía en esa época en el seno de la sociedad. Frente a la omnipresencia de esa institución en todos los ámbitos, bien fueran individuales o colectivos, Maquiavelo defendía la autonomía de lo civil, un ámbito que consideraba anterior. Reflejaría, de esta manera, una visión de la historia que, estando dentro de un orden natural, estaría regida por leyes eternas. Y la Iglesia, en su historicidad, nacería en un momento de ese proceso temporal, no siendo, pues, una realidad eterna.

Aparte de las aportaciones y reflexiones teóricas antes referidas (razón de estado, infalibilidad del príncipe, separación Iglesia-estado, etc.), la obra de Maquiavelo también estaría en el origen de ese peligro subyacente mediante el cual, frente a los intereses de los individuos y de la sociedad, se levanta una “razón de estado” que, independientemente de su naturaleza, incluso de clase, puede acabar con la libertad y dignidad del hombre.


Bibliografía de referencia


Bartolomé, José Carlos. (2001). "Estado moderno y constitucionalidad", en José Luis Colomer (coor.), Introducción a la política. Madrid, Laberinto. 

Carreras, Francisco de (1986). "Maquiavelo", en Autoria Varia, El pensamiento filosófico. Barcelona, Salvat.
García Cotarelo, Ramón y Paniagua Soto, Juan Luis (comps.) (1990). Introducción a la Ciencia Política. Madrid, UNED.
Maquiavelo, Nicolás (1973). El príncipe (Comentado por Napoléon Bonaparte). Madrid, Espasa-Calpe.
Maquiavelo, Nicolás (1999). El príncipe. Madrid, Unidad Editorial.
Robinson, Dave (2006). Filosofía Política para principiantes. Buenos Aires, Era Naciente.
Romano, Ruggiero y Tenenti, Alberto (1978). Los fundamentos del mundo moderno. Madrid, Siglo XXI.

(Imagen: detalle de la estatua de Niccoló Macchiavelli en la Galería Uffizi de Florencia)