domingo, 14 de febrero de 2016

Lo que nos cuenta Ernesto Villar sobre los espías durante la Transición

He estado leyendo estos días el libro Los espías de Suárez (Espasa, Madrid, 2016), del periodista Ernesto Villar. Un tema, el de los servicios de espionaje españoles, que suscita curiosidad por mucha gente y del que conocemos poco, precisamente por su propia naturaleza. Hace unos años leí de Francisco Medina su libro Las sombras del poder. Los secretos del CESID (Espasa Calpe, Madrid, 1996) y también he podido leer o ver por internet entrevistas a personajes que, en distintos momentos y diferente grado, formaron parte de esos servicios. Algunos, como Juan Mª Peñaranda,  Manuel Fernández Monzón o Ángel Ugarte, han sido también autores de libros, presentados como memorias, en los que resaltan aspectos ya conocidos y anécdotas, a la vez que se guardan muchas cosas y más importantes. En todo caso de trata de un mundo muy opaco, con una información muy insuficiente, fragmentada e interesada.     

Una documentación que se podía haber aprovechado mejor


He recalcado antes del autor lo de periodista, porque el contenido de su trabajo, siendo interesante en sí por el tema que trata, deja mucho que desear en cuanto a su dimensión historiográfica. Es una lástima que con la materia prima de la que ha dispuesto no haya podido, o simplemente sabido, sacar mayor juego. 


Villar parte de un chollo, que es el acceso a buena parte de los conocidos como Boletines de Situación que el SECED (Servicio Central de Documentación), creado por Luis Carrero Blanco en 1972 cuando todavía era vicepresidente del gobierno con Franco, fue elaborando para sintetizar la información que iba recogiendo y transmitía a las altas instancias del estado. Esa documentación ha sido la base de su tesis doctoral Espías entre el Franquismo y la Democracia. Los informes confidenciales del Servicio Central de Documentación (SECED) entre 1974 y 1977, defendida hace un año y generosamente valorada.


Los boletines utilizados van desde finales de noviembre de 1974 hasta julio de 1977, momento en que se redacta el último, el 216, una vez que el SECED va a pasar a denominarse como CESID y se cambian sus responsables. Una colección de los boletines que se encuentran en la Fundación Nacional Francisco Franco (una institución privada con acceso restringido), después de la donación hecha por Armando Marchante Gil, uno de los responsables del servicio de inteligencia. Faltan, sin embargo, los boletines anteriores (del 1 al 104), sin que se sepa su paradero. El trabajo se completa con la información obtenida por el autor de las entrevistas mantenidas con antiguos responsables del SECED.


Pese a las lagunas en la investigación, la información que se ofrece tiene interés, en la medida que aparecen aspectos desconocidos hasta ahora o se corroboran otros de los que ya se tenía conocimiento. 


La organización interna del SECED y sus Boletines de Situación


En las primeras páginas se hace una referencia breve a aspectos como los orígenes y la conformación del SECED (CESEDEN, OCN...); quiénes fueron sus responsables (José Ignacio San Martín, con Carrero Blanco; Juan Valverde, con Arias Navarro; y Andrés Cassinello, con Suárez); las delegaciones territoriales y el trabajo a través de áreas especializadas (los sectores Educativo, Religioso-Intelectual, Laboral y Político-Económico, e incluso un Gabinete de Acción Psicológica); el número de agentes (pasó de 226 a 425 con Arias Navarro) y colaboradores (cerca de 5.000); el mayor protagonismo del Sector Político-Económico; el proceso de elaboración de los boletines (recogida de información en cada delegación territorial, criba posterior y redacción de los informes por los responsables sectoriales, y supervisión final y redacción del editorial por el equipo directivo); quiénes tenían acceso a ellos (jefes de estado, jefes de gobierno, ministros y subsecretarios, gobernadores civiles, y altos cargos militares); la valoración altamente positiva que se tenía de su contenido (sondeo interno de febrero de 1976)... 


Con todo, Villar se ha atrevido a hacer una interpretación del papel jugado por los servicios de inteligencia durante los años de la Transición, remarcando la etapa en la que Adolfo Suárez asumió la jefatura del gobierno, en julio de 1976. Esto último es lo que explica que en el título del libro aparezca su nombre. Existe, así mismo, un deseo por reivindicar el papel jugado no tanto por el SECED en su conjunto, como por determinados personajes. Uno es Andrés Cassinello, al que más se destaca, que estuvo ya en el equipo directivo del Servicio con Carlos Arias Navarro y que en el verano de 1976 fue designado por Suárez como director. Otros personajes son José Peñas Pérez, secretario general desde 1974, o los miembros más destacados del Sector Político, como fueron Juan Mª Peñaranda, José Faura o Emilio Atienza. 


De todos ellos se destaca la labor que realizaron para, desde el intento por entender los cambios que se estaban dando en el ocaso de la vida del dictador, imprimir un mayor ritmo en la aplicación de las reformas del régimen. Se llega al punto de calificarlos de más aperturistas que sus antecesores y de los sectores reformistas del régimen de los que se decía que actuaban con lentitud. 


Villar considera que a Cassinello le correspondió la responsabilidad de reorientar el SECED, marcando sus nuevos ejes de actuación, como se reflejaron en el documento "Ante el cambio", aparecido en junio de 1974. En el mismo se exponían cosas como "abrir las compuertas de un pantano para regar un valle sin que sin inunde", estudiar profundamente a los grupos políticos, "sanear la imagen del Régimen" en asuntos como la fiscalidad o la fuga de capitales, acabar con los enfrentamientos con la Iglesia, abolir la pena de muerte... No faltando tampoco su alusión al comunismo, que seguía siendo el gran ogro del que les costó mucho desprenderse.


El comunismo, el PCE y los grupos de extrema izquierda


Precisamente uno de los aspectos más interesantes del libro, que no novedosos, es la percepción que los servicios de espionaje tenían del PCE, en mayor medida, y los grupos de extrema izquierda, tratados todos siempre dentro del epígrafe del comunismo. A su vez se resalta muy claramente el trato de favor que concedieron al PSOE y a otros grupos socialistas, como el PSP, en la búsqueda del fortalecimiento de una opción de izquierda moderada, homologable a la de otros países europeos, que sirviera de contrapunto a lo que debería ser la derecha y/o el centro políticos. Pero, ante todo, como la vía para neutralizar la influencia del PCE, al que se consideraba el principal enemigo y del que se valoraba que tenía una gran influencia en la sociedad. 


Nada nuevo, pues, pero altamente revelador de la obsesión del régimen y, en este caso, de sus servicios de espionaje por el comunismo. Si en 1974 excluían rotundamente al PCE, todavía en las semanas previas a su legalización, pactada meses antes por el propio Suárez, desconfiaban de lo que podría suponer su reconocimiento, hasta el punto de considerar que "legalizarlo no es darle patente de corso" o calificar su actitud política de "angelismo moderado". Su secretario general, Santiago Carrillo, fue siempre su principal obsesión y nunca se desprendieron de la imagen que tenían de él asociada a la Guerra Civil y, sobre todo, a lo ocurrido en Paracuellos en 1936.  


La frecuencia con que aparecen 
los grupos políticos clandestinos en la sección política de los 112 boletines estudiados es muy sintomática: el PCE, en 107; EL PSOE, 98; el FRAP, vinculado al PCE(m-l), 68; el PTE y la JGRE, comunistas maoístas, 67; la ORT/MCE, también maoístas, 60, que aparecen juntos, pese a ser independientes entre sí; la Junta Democrática, CCOO, ETA y PSP, por encima de 50... 


El trabajo en los distintos sectores


A lo largo del libro se hacen referencias a los distintos sectores repartidos territorialmente donde trabajaba la red de agentes y colaboradores.


Del Sector Laboral se destacaba ser el que generaba mayor conflictividad y, a la vez, donde se mezclaban los asuntos propiamente laborales y los políticos. Los responsables del SECED se posicionaron contra una legislación que consideraban "desfasada y carente de realismo" y a favor del aperturismo de los ministros de Trabajo Licinio de la Fuente (cuya dimisión forzada criticaron) y Fernando Suárez, impulsares de una regulación del derecho de huelga. Ante el avance de la oposición sindical y especialmente de CCOO, y conscientes del desprestigio de los sindicatos verticales, buscaron una salida en los representantes sindicales del régimen y llegaron a emular a CCOO con la creación de despachos laboralistas. Sobre la represión policial no dudaron en apoyarla, basándose en los parámetros del mantenimiento del orden, algo que también hicieron cuando valoraron como de "legítima defensa" lo sucedido en marzo de 1976 en Vitoria. 


Del Sector Religioso-Intelectual conviene deslindar cada una de las partes. De la primera lo que llama la atención no son tanto la mención a los conocidos conflictos existentes con todos los niveles de la Iglesia (incluidos los habidos con el papa Pablo VI, el cardenal Tarancón y numerosos obispos), la participación de numerosos clérigos en la oposición al régimen, la militancia de una minoría en grupos comunistas o el empleo de las instalaciones eclesiales para reuniones o como lugar de refugio. En los boletines del SECED se habla de un "misterioso silencio de los obispos", a la vez que se entiende que siga habiendo miembros del clero ligados a los conflictos. Si en su documento "Ante el cambio" Cassinello aludía a la mejora de relaciones entre ambas partes, parece que no es capaz de dar una explicación de las razones de dicho cambio de actitud por parte de la Iglesia. Se menciona la renuncia por parte del gobierno del privilegio de representación de los obispos, algo a lo que se opuso Franco. Pero no podemos olvidar cómo estaba preparando la jerarquía de Iglesia su adaptación a una nueva situación política, en la que lo importante era garantizar su financiación por el estado, especialmente en los centros educativos. Y a todo esto no fue ajeno la renovación del Concordato en julio de 1976. 


Sobre la otra parte correspondiente al difuso término del mundo Intelectual, tienen gran relevancia las alusiones al colectivo de PNNs, tanto universitarios como de los institutos de enseñanza media. Resaltaron su activismo y la presencia en su seno de militantes comunistas, pero reconocieron la justeza de sus reivindicaciones profesionales.-


En cuanto al Sector Educativo no es extraña su enorme preocupación, teniendo en cuenta la elevada y creciente conflictividad que estaba generando en el estudiantado, principalmente de las universidades. No debemos olvidar, como señala Medina en su libro ante referido, que el CESEDEN (antesala de la OCN y el SECED) se creó en 1968 para combatir dicha conflictividad. Críticos desde SECED con las actuaciones policiales, intentaron crear asociaciones de estudiantes con el fin de neutralizar la influencia política de los grupos comunistas, algo en lo que, por lo ocurrido, fracasaron rotundamente.


El Sector Político-Económico


Para Villar, como también para los responsables del SECED con los que se ha entrevistado, se trata del ámbito donde obtuvieron mayor éxito. Ya con Suárez en la jefatura del gobierno, la principal tarea fue la de ayudar a acelerar la reforma política y en ella lo que acabó siendo la Ley para la Reforma Política. para desarrollaron un plan para confeccionar un mapa de los procuradores de las Cortes en relación a su adscripción política y las posibilidades que tenía cada uno a la hora de apoyar el proyecto de ley. Junto con la labor de algunos personajes del mundo político-institucional, lo consiguieron, incluso con resultados por encima de sus previsiones iniciales. Para ello desarrollaron el método de lo que denominaron "diplomacia en zapatillas", que suponía reunirse en despachos y restaurantes con el fin de obtener sus propósitos.


Un método que sirvió también para buscar información y trazar lazos con los dirigentes políticos de la oposición moderada, incluidos los del PSOE y el PSP. Las alusiones que se hacen en los boletines a Felipe González, Alfonso Guerra, Enrique Tierno Galván, Nicolás Redondo, Enrique Múgica o Pablo Castellanos, entre otros, revelan el grado de los contactos mantenidos y de las ayudas recibidas por parte del PSOE, la UGT y el PSP. Esto explica episodios como el de los pasaportes expedidos por el gobierno de Arias Navarro para viajar al Congreso de Suresnes, donde González y compañía desbancaron al sector histórico de su partido; la presencia en el mismo de agentes del SECED como militantes socialistas; el dinero recibido por el PSP con la aquiescencia del gobierno de Arias Navarro; los congresos tolerados de la UGT y el PSOE en 1976... Nada nuevo sobre lo que ya se sabía, pero que merece volver a ser recordado    


La última de las tareas encomendadas fue la de buscar nombres para completar las listas electorales de junio de 1977. Y salvo el PCE o el PNV, que disponían de organizaciones "sólidas", llama la atención que tuvieran que ayudar "a prácticamente todos los grandes partidos", con especial mención AP y "los socialistas". 


Algunos asuntos oscuros: el GRAPO, los sucesos de Montejurra y la "guerra sucia"


Las alusiones que se hacen en los boletines al GRAPO son escasas y cuando se hacen, no resultan claras, si no sospechosas. La primera, sin mencionar al grupo armado, tuvo lugar el 1 de octubre de 1975, el mismo día de la concentración en la Plaza de Oriente en la que Franco habló en público por última vez, como respuesta a los actos de protesta que se sucedieron en numerosos países por las ejecuciones de cinco militantes de ETA y el FRAP. Ese día murieron en atentado cuatro policías, sin que nadie lo reivindicara, pero cuya fecha coincide con el significado de las siglas GRAPO. En el boletín correspondiente del SECED puede leerse: "No ha sido reivindicado por grupo alguno, ni  probablemente lo será, dada su evidente impopularidad". Hasta el propio Villar se sorprende de esa valoración.  


En lo referente a los secuestros de José Mª de Oriol (entre diciembre de 1976 y febrero de 1977) y el general Emilio Villaescusa (entre enero y febrero de 1977), dentro de la semana tan tensa de finales de enero en Madrid (matanza de abogados laboralistas en la calle Atocha, muerte de dos manifestantes y atentados contra dos policías) se hacen menciones frías: "hay que pensar, entonces, en la existencia de un plan distinto, por el que el GRAPO salta a la calidad sin haber superado la fase de la cantidad", añadiendo después que "Resulta ingenuo esperar una inmediata solución policial al problema". 


Sobre lo ocurrido en Montejurra en mayo de 1976 se resalta en el libro el esfuerzo por tratarlo con un "perfil bajo", pese a que el resultado final fueron dos carlistas muertos y varios heridos, pertenecientes a la facción antifranquista de Carlos Hugo de Borbón, víctimas de las acciones de pistoleros de la facción franquista liderada por Sixto de Borbón. El boletín lo sintetiza de esta manera: "la descalificación total de Don Sixto como revitalizador de la Comunión Tradicionalista, [y] la práctica anulación de las posibilidades de ésta como futuro grupo político". ¿Se acabó políticamente, así, con un sector más del búnker a sabiendas del escaso futuro del Partido Carlista que había formado Carlos Hugo


La "guerra sucia", a la que denominan "terrorismo blanco", es explícitamente desechada por los responsables del SECED. Ya a finales de los años sesenta aparecieron grupos parapoliciales, como los Guerrilleros de Cristo Rey, que actuaron en medios universitarios. No faltaron actuaciones policiales que acabaron con detenidos lanzados desde las ventanas de comisarias (Enrique Ruano, José Luis Cancho...). En 1975 aparecieron los primeros grupos parapoliciales (ATE, Batallón Vasco-Español) que actuaron en Francia contra nacionalistas vascos, fueran o no de ETA. Se sabe de la presencia de mercenarios fascistas italianos o argentinos, a quienes se les atribuyó la muerte de Arturo González en enero de 1977.  Que fuera cierta o sólo una actitud de cara a la galería lo que en el SECED se defendía en contra de la "guerra sucia" puede resultar controvertido. Los asuntos oscuros antes señaladas dan que pensar. Como también que el propio Cassinello haya estado involucrado, ya en los años ochenta, en las acciones del GAL.   


Cataluña y el País Vasco


Es sabido en la tradición de la derecha española y de las fuerzas armadas su preocupación por la unidad de España. Los boletines aparecen continuas alusiones, pero el grado de preocupación es menor al dado al comunismo Es cierto que al País Vasco y a Navarra se les concedió una gran importancia, pero no tanto por ETA, cuya presencia marcó un grado de radicalidad elevado, como por la elevada conflictividad social y política relacionada con el PCE, en menor medida que en otros territorios, y sobre todo con grupos como la ORT o el MCE, que participaron intensamente en las movilizaciones. 

ETA era tratada como un grupo terrorista, pero de los boletines se desprenden grandes dificultades para acceder a su interior, lo que lleva al propio Villar a decir que a los agentes de esos años "les costó ver el monstruo que se le venía encima". El único éxito de importancia que se atribuye el SECED es la infiltración de Mikel Lejarza "el Lobo", lo que posibilitó varias detenciones importantes en 1975. No faltaron contactos con la propia organización, como lo ha desvelado el agente Ángel Ugarte, uno de los responsables en el País Vasco.

También en Cataluña, y sobre todo en Barcelona, existía una gran preocupación por el elevado grado de conflictividad existente. Aquí, con un gran protagonismo del PSUC, como el partido más influyente, y en menor medida del PCE(i)/PTE o de Bandera Roja. 

Ante la ausencia de un grupo nacionalista armado, la preocupación sobre el nacionalismo fue menor. Y, ante todo, resultó muy exitosa la operación de alto calado político diseñada para neutralizar el desarrollo de una corriente nacionalista que hiciera temer a los poderes del estado: la operación Tarradellas. Impulsada desde el gobierno de Suárez, fue el propio Cassinello el encargado de ejecutarla. El resultado fue la vuelta en el verano de 1977 del que representaba simbólicamente el gobierno catalán en el exilio y la restauración provisional de la Generalitat bajo su presidencia.

En el último boletín no faltó una mención al problema territorial. Los hombres del SECED no dejaban de ser militares y eso llevó al redactor a escribir que "alrededor del tema de las pretendidas autonomías regionales puede generase otra situación conflictiva".

¿Fueron tan importantes los espías del SECED?

Para Villar las personas que formaron parte del SECED, especialmente desde 1974 y más todavía durante el primer gobierno de Suárez, se trata de "los espías que escribieron la Transición". Una interpretación en la línea de quienes consideran que el paso de la dictadura al régimen del 78 fue obra de las élites. En este caso, siguiendo al autor del libro, con la ayuda inestimable de los servicios de espionaje. Una interpretación parcial, pero que no impide tener que minusvalorar el papel jugado por esa institución del aparato del estado. 

Lo que sí resulta revelador de la naturaleza de la Transición es que las mismas personas que empezaron sirviendo a la dictadura en un campo tan sensible, acabaran en buena medida también sirviendo al estado en los años que siguieron a la aprobación de la Constitución con la UCD, el PSOE e incluso el PP. Y con puestos y actuaciones de gran trascendencia.

Epílogo: Andrés Cassinello

Este personaje aparece en el libro como el personaje más relevante. Francisco Medina dice que aceptó volver al CESED en 1974 como responsable de la dirección de operaciones, "el gran órgano pensante", con la condición de que se asumieran las ideas reflejadas en su documento "Ante el cambio". Según Joan Garcés (Soberanos e intervenidos, Siglo XXI, Madrid, 2008), citando al coronel José Ignacio San Martín, primer director del SECED, fue el redactor principal de la obra Subversión y reversión de la España actual, firmada con el pseudónimo Carlos I. Yusti y escrita en vida de Carrero Blanco. Para Alfredo Grimaldos (La CIA en España, Debate, Barcelona, 2006) Cassinello es un personaje muy vinculado a los servicios de inteligencia de EEUU, país donde también se formó en materia de contrainsurgencia. Existe una breve biografía suya en la página electrónica El espía digital que aclara pormenores de su trayectoria profesional. 
 
Después de su paso por SECED Cassinello estuvo trabajando en la lucha antiterrorista. En 1983, ya con el PSOE en el gobierno, se le encomendó la dirección del Plan ZEN (Zona Especial Norte), momento en que surgieron los GAL. Entre 1984 y 1986 asumió la jefatura del estado mayor de la Guardia Civil, lo que posibilitó, según el exagente del CESID Alberto Perote (Confesiones de Perote. Revelaciones de un espía, RBA, Barcelona, 1999), que fuera el hombre mejor informado del país por esos años. En 1998 fue imputado por el juez Baltasar Garzón por varios asesinatos de los GAL, pero quedó finalmente exonerado.