sábado, 17 de octubre de 2015

Thomas Sankara y Burkina Faso


Mi corazón es como los treinta millones de personas que mueren cada año abatidas por un arma temible llamada hambre. (Thomas Sankara, 4 de octubre de 1984).



Hace unos años leí el libro El  África e Thomas Sankara, de Carlo Batà (Tafalla, Txalaparta, 2011), dedicado al dirigente político de Burkina Faso que fue asesinado en 1987, víctima de un golpe de estado. Anteayer se cumplió el aniversario de su muerte y en algunos medios -pocos- se le está recordando estos días (larepublica.es
Rebelión...). 

Sankara fue equiparado en su tiempo a Che Guevara, dada la trayectoria política que tuvo, en su intento por buscar una vía revolucionaria de transformación política y económica que le enfrentó tanto a las élites de su país como a las potencias imperialistas, especialmente Francia, de la que fue colonia su país hasta 1960, y EEUU. 

Fue el impulsor del cambio de nombre de su país, inicialmente conocido como Alto Volta, pero que desde 1983, con el acceso al gobierno de Sankara y su gente, pasó a denominarse Burkina Faso, que significa Tierra de Hombres Dignos. Durante cuatro años el nuevo gobierno, con el nombre de Consejo Nacional de la Revolución, desarrolló un programa de reformas que de haber proseguido hubiera supuesto una profunda transformación en la vida de las gentes: educación, sanidad, agua y alimentación, medio ambiente, mujer, corrupción, deuda externa, política internacional... 

Fue muy consciente del peso del colonialismo, que, entre otras cosas, suponía la posibilidad de que el personal de la administración acabara siendo corrompida o manipulada. Eso le llevó a mantener una permanente rotación en los cargos y responsabilidades, con el fin de neutralizar los riesgos de involución.

Una cosa que llamó la atención de la personalidad de Sankara, lo que quizá llevara a ser equiparado al Che, fue su personalidad y con ello la coherencia entre lo que pensaba y lo que ponía en práctica. Enemigo del lujo y la ostentación, quiso ser una persona más, evitando los privilegios que pudieran conferirle su posición política, lo que le llevó a vivir humildemente.

Su derrocamiento, junto al de su gobierno, estuvo dirigido por uno de sus principales colaboradores, Blaise Campaoré, hasta entonces ministro de Estado y supuestamente amigo personal. Éste al poco asumió la dirección del país e inició un periodo que llamó de "rectificación", lo que supuso una marcha atrás en el camino iniciado cuatro años antes, la sumisión a los dictados de las potencias occidentales y una dura represión sobre quienes habían participado en el proceso revolucionario.

Los años ochenta fueron en el plano internacional un momento lleno de situaciones contradictorias. Pero en el balance global supuso una marcha atrás en el proceso de liberación de los pueblos. Coincidieron con la presidencia de Ronald Reagan, a la vez que otros gobernantes contribuyeron a que su política agresiva, contrarrevolucionaria y neoliberal tuviera éxito. Las intervenciones en Granada, Nicaragua, Libia, El Salvador o Guatemala, minando a los gobiernos revolucionarios o a los procesos puestos en marcha, fueron muestras claras. Y Burkina Faso no fue ajeno a ello.  

La dictadura de Campaoré duró hasta el año pasado, cuando las revueltas populares le forzaron a salir del país. La situación que se vive actualmente en Burkina Faso es de inestabilidad e incertidumbre, sin que se vislumbre un camino definido. En este verano sufrió un intento de golpe de estado por parte de militares vinculados a Campaoré, pero la movilización popular y la negativa de sectores del ejército consiguieron sofocarlo.  

¿Qué queda hoy de Sankara? Una cosa es el permanente recuerdo de su figura entre el pueblo burkinés, lo que ha llevado a que en su tumba nunca hayan faltado flores y mensajes que lo recordaran. Así mismo, ha inspirado a mucha gente que ha participado en las movilizaciones populares que acabaron con Campaoré y las más recientes contra el último intento de golpe de estado. Es cierto que han pasado casi tres décadas de su muerte y que el mundo ha cambiado, pero no lo en lo fundamental: siguen las desigualdades sociales, la desnutrición, las enfermedades remediables, las guerras provocadas por las potencias imperialistas... Sankara sigue siendo, pues, un referente para la gente humilde y para los pueblos que necesitan su liberación. Y hacer de la Tierra, como planeta, lo que le llevó a llamar a su país: el lugar de las gentes dignas.