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viernes, 20 de septiembre de 2013
Un Papa que no es de derechas
Francisco está hablando mucho. Con atrevimiento. En cierta -o gran- medida parece que está removiendo los cimientos de la Iglesia. La entrevista publicada ayer refleja que está intentando marcar su posición en los numerosos temas escabrosos donde la institución y comunidad en la que está a la cabeza se ha posicionado o actuado generando duras polémicas. Sus gestos también van en esa dirección. Parece sensible a una Iglesia ligada a la gente humilde. Viene de un continente que lleva décadas inmerso en una profunda corriente de fondo que anhela la justicia. El mismo continente donde nació la Teología de la Liberación, por la que parece estar influido. Al menos, en parte. Y eso supone optar por una Iglesia de la gente pobre. Quizás por eso ha dicho con rotundidad que "jamás he sido de derechas". Serlo supone estar al lado de la injusticia. Las derechas podrán estar llenas de buena gente, deseosa de hacer el bien, con buenas intenciones... Pero, utilizando un símil cristiano, tienen un pecado original y es que aceptan, consciente o inconscientemente, un sistema que en su origen y estructura condena a millones de personas a la miseria.