Mariano Rajoy
mintió el pasado 3 de agosto en su comparecencia en el Congreso. Dijo, por
ejemplo, que con él, como jefe de gobierno, Luis Bárcenas ya no estaba en el
PP. Si embargo, estuvo a sueldo en el partido hasta enero de este año, el 2013. Lo reconoció
hace unos meses María Dolores de Cospedal con el rollo de "la indemnización
en diferido en forma de simulación". Y también hace unas semanas ante el juez Pablo Ruz, mencionando en varias ocasiones al "presidente" como responsable del acuerdo con Bárcenas.
Es norma que las personas
que actúan como testigos en los procedimientos judiciales no pueden mentir, pues de lo contrario incurren en delito de perjurio. De
ahí el recurso tan repetido del "no recuerdo" o frases similares del que hicieron uso ante el juez Ruz hace unas semanas Francisco Álvarez Cascos, Javier Arenas y la propia Cospedal, ocupantes de la secretaría general de PP en los
últimos años. Han repetido tantas veces la frase, que,
por abusivo, resulta un verdadero cachondeo.
El "no recuerdo", las mentiras de Rajoy, las declaraciones ridículas de los portavoces del PP o el freno por parte de su grupo parlamentario para que no comparezca Rajoy en el Congreso muestran un comportamiento bochornoso. Y el mar de fondo es la corrupción. Mucha corrupción. Un sistema que hace que desde el partido, mediante diversos subterfugios, se canalicen fondos públicos cuantiosísimos hacia concesiones a empresas privadas. De ahí se deriva lo demás: los sobresueldos, las apropiaciones particulares de algunos, las cuentas B o la financiación del PP.
Lo peor de todo esto es que se cuenta con el consentimiento pasivo de mucha gente.