martes, 28 de agosto de 2012

En la muerte de Francisco Fernández Buey, un utópico

"Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es transformarlo". Así acaba la tesis XI del conocido opúsculo "Tesis sobre Feuerbach" que Karl Marx escribió hace más de siglo y medio. Viene a colación por la muerte reciente del filósofo Francisco Fernández Buey [1], de quien podemos decir que es un claro ejemplo de esas personas que, preocupadas en la indagación del conocimiento, no entienden su dedicación si no va encaminada a que lo que hay de mejor lo sea para todo el mundo. De ahí lo de transformarlo, dado que desde siglos y milenios el mundo se ha ido  construyendo a la medida de una minoría que, más o menos amplia -o estrecha, según se vea-, ha sido explotadora y marginadora de la mayoría. 

Comunista desde joven, en pleno fragor de la dictadura, nunca dejó de serlo. Llegó a principios de los sesenta a Barcelona procedente de Palencia y, salvo un pequeño paréntesis en los ochenta en Valladolid, fue en la capital catalana donde ha desarrollado la mayor parte de su labor política e intelectual. Un comunista que supo evolucionar recogiendo los cambios de la realidad y los frutos de las experiencias colectivas. Ha estado por ello entre quienes, entre otras cosas, ha sabido añadir a sus planteamientos y convicciones los paradigmas de la ecología, el feminismo y el pacifismo. Discípulo de Manuel Sacristán, quizás haya sido su discípulo más aventajado, compartiendo incluso el proceso de evolución intelectual y en el compromiso. En su preocupación por hacer el mundo habitable, fue un estudioso no sólo de la obra de Marx ("empieza siendo un filósofo moral y acaba siendo un científico social. Pero como tocó muchas teclas en su vida también se puede decir que ha sido un filósofo de la historia y un filósofo de la política" [2]), sino también la de pensadores y pensadoras de otros tiempos (Descartes, Saint Just...) o del siglo XX (Gramsci, Della Volpe, Lukacs, Simone Weill...) que dieron muestras, en distinto grado, de que la palabra y la acción son compatibles. 

Participó activamente en la conformación de numerosas revistas políticas, entre las que, quizás, Mientras tanto (fundada por Sacristán en 1979 y expresión del movimiento emancipador) y El Viejo Topo hayan sido las más representativas. Precisamente fue a través de la segunda, reactivada a mediados de los noventa, donde he podido conocer más y mejor sus planteamientos políticos, de los que dejó constancia mediante artículos y entrevistas. A su vez, militó durante el franquismo en el Partido Socialista Unificado de Cataluña; fue miembro desde finales de los setenta del Comité Antinuclear de Catalunya; participó en 1986 en la fundación de Izquierda Unida; perteneció después, desde 1987, a  Iniciativa per Catalunya, el referente catalán de IU; y fue uno de los  integrantes de la naciente Esquerra Unida i Alternativa, cuando en 1998 IC decidió aliarse con el PSC. En suma, un pensador y hombre de acción diverso en contextos diferentes y cambiantes, desde la dictadura franquista hasta nuestros días, pasando por una transición con la que se mostró muy crítico ("por desgracia, la verdad a destiempo es siempre una verdad inservible para los que tuvieron ilusiones" [3]) y el periodo que le siguió, en los que siempre se mantuvo bajo la máxima de no desistir.

Entre sus últimas preocupaciones estuvo la indagación y la teorización sobre la utopía, y, coherente con su trayectoria personal, imbricadas en el tiempo que vivimos. Antes de que tomáramos conciencia de la actual crisis sistémica que nos amenaza dijo lo siguiente en una entrevista: "La desobediencia civil viene a ser la estrategia principal de la utopía en marcha. La desobediencia, consciente y libre, es lo que hace ‘civil’ a una sociedad acogotada por el poder desnudo" [4]. La ofensiva que está lanzando el poder en nuestros días para hacer recaer aún más el peso de la crisis sobre la mayoría de la población y las crecientes movilizaciones, muchas de ellas antisistémicas, llevó a escribir en abril pasado a Fernández Buey, junto con Jordi Mir, el artículo ¿Es tan malo ser antisistema? [5], donde, entre cosas, fue claro a la hora de categorizar que "si analizando la crisis se llega a la conclusión de que el sistema es malo y hay que cambiarlo, no se ve el motivo por el cual ser antisistema tenga que ser malo".   

[1] Hay un artículo de Salvador López Arnal en Rebelión donde hace un repaso de su trayectoria titulado "En el 65 aniversario de un filósofo marxista revolucionario" (rebelion.org, 4-06-2008).
[2] Marx (sin ismos), Ediciones El Viejo Topo, 2004.
[3] "Cuando nació El Viejo Topo. Un recuerdo personal", en Autoría Varia, El Viejo Topo treinta años después Cuando la participación es la fuerza, Madrid, Ediciones El Viejo Topo, 2006. 
[4] "Cada día oigo a más jóvenes utilizar el término utopía", entrevista de Emilia Lanzas, publicada en Diagonal y reproducida en Rebelión el 4-04-2008.
[5] Público, publico.es, 12-04-2012.