domingo, 4 de octubre de 2009

A la "la Negra" Mercedes Sosa


Ha muerto la cantante argentina Mercedes Sosa. No interpretaba canciones propias, pero a muchas les daba una personalidad que ha hecho que se las identifique con ella. En su mayoría se basaban en ritmos populares americanos, preferentemente de su país natal (chacareras, milongas, zambas, tangos…), pero sin que faltaran los de otros países (cuecas chilenas, carnavalitos andinos, guajiras cubanas…) o canciones de Silvio Rodríguez, Charly García, Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, Ariel Ramírez, León Gieco…. Poseedora de una potente y cálida voz, penetraba en los corazones de quienes la escuchábamos y su eco parecía expandirse por el espacio.

Había nacido en San Miguel de Tucumán, la capital de la provincia, en el norte del país. A ella le gustaba cantar "Al jardín de la república" (Virgilio Carmona) con un ritmo de zamba donde recordaba su origen: "No me olvido, viera, compadre, /de aquellos bailes que hacen allí / tucumanos y tucumanas, /todos se afanan por divertir /y hacer linda esta triste vida, /así se olvida que hay que morir". Una provincia muy rica en alimentos, algo que le gustaba decir en público. La misma de la que hace casi una década pudimos ver por televisión imágenes de niños y niñas con raquitismo, precisamente en el país que produce diez veces más alimentos que población tiene.

Tuve la suerte de verla en directo, si no recuerdo mal, en 1983. En un espacio precioso, en parte paradójico, como es el Patio Chico de Salamanca, en el que las dos catedrales se unen y la Torre del Gallo se erige como una de las más bellas manifestaciones de las cúpulas sobre pechinas y cimborrio del románico castellano, allí se creó un escenario para poderla escuchar. Su actuación estuvo dentro de lo esperado, con sus canciones más conocidas y alguna que otra novedad. El ambiente fue, sin embargo, frío. Un público formal, que se mantuvo distante ante lo que cantaba. Que no fue capaz de emocionarse cuando interpretó una canción dedicada a la Nicaragua que empezaba a ser acosada por el imperio del norte, que tenía entonces al cow boy Reagan al frente, y sus títeres de la contra, antiguos guardias somocistas y algunos infelices campesinos que se dejaron engatusar por lo del peligro comunista. Esperaba en esa canción el momento para que el público tuviera una reacción solidaria como muestra de repulsa por lo que acabó siendo una intervención militar a toda regla. No concibo el arte, y en este caso la música, como una manifestación de la creatividad humana donde exista una separación entre artistas y público. ¡Qué diferencia con los recitales de años anteriores, como los de Quilapayún, Pablo Milanés o Silvio Rodríguez, en que sus canciones se convertían muchas veces en un canto colectivo. Ese 1983 eran los inicios del gobierno de Felipe González y su PSOE, los que acabaron integrando a España en la OTAN y en todo el sistema de dominio internacional occidental.

Mercedes Sosa era una mujer comprometida. Un compromiso con su pueblo, el latinoamericano, con las gentes que han sufrido la opresión y la explotación, pero que ha resistido y avanzado en su lucha por liberarse. Quedará para mí como una artista de canciones inolvidables. Quizás la primera que conocí fue “Canción con todos” (César Isella y Armando Tejada), todo un canto a la patria común de su continente: “Salgo a caminar por la cintura cósmica del sur, / piso en la región, mas vegetal del viento y de la luz”. Hizo famosa “Alfonsina y el mar” (Félix Luna y Ariel Ramírez), una zamba que evoca la muerte de la poetisa argentina, pero que la llena de grandeza: “¿Qué poemas nuevos / fuiste a buscar? / Una voz antigua /de viento y de sal / te requiebra el alma / y la está llevando / y te vas hacia allá / como en sueños, / dormida, Alfonsina, / vestida de mar”. Interpretaba la celebérrima canción de Violeta Parra “Gracias a la vida” henchida de su fuerza. Nos emocionaba con la popular "Duerme, duerme negrito", recopilada por Atahualpa Yupanqui y que tanta gente aprendió con la voz de Víctor Jara. Durante mucho tiempo conocimos “Sólo le pido a Dios” a través de su voz, hasta que otros artistas (Ana Belén o Antonio Flores) y su propio autor, León Gieco, la incluyeron en sus repertorios. Creyentes o no, era lo mismo, porque pedirle a Dios o a quien fuera “que el futuro no me sea indiferente” no deja de ser un canto de rebeldía.

Y para acabar, recordar una canción poco conocida, que para mí tiene un encanto especial: “María va” (Antonio Tarragó). Cuando la escuché por primera vez me quedé prendado de su melodía, triste, es cierto, pero apropiada para esa mujer anónima que tiene que pisar penas, arenas ardientes y encima sufrir que la siesta pusiera un niño a su soledad. ¿Os acordáis, Mª José y Fernando, de “las patitas chuecas” que tanto os gustaba y cantábamos?