miércoles, 16 de septiembre de 2009

No nos olvidemos del pasado


Estos días se está celebrando el juicio contra el neonazi Josué Estébanez por haber asesinado con una navaja al joven antifascista Carlos Palomino en 2007. Las imágenes que hemos podido ver por televisión o internet son elocuentes, pues las cámaras de vigilancia del metro madrileño grabaron lo ocurrido. Ante semejante evidencia el acusado no ha podido por menos que declarar en el juicio que “me salió el instinto”, añadiendo que en ese momento se sintió acosado.

No ha sido un acto aislado. El informe Raxen de 2004 ya había contabilizado en España más de 4.000 agresiones llevadas a cabo por los aproximadamente 70 grupos fascistas y neonazis repartidos por todo el territorio, que tenían entonces, según el Ministerio de Interior en 1995, una militancia de unas 11.000 personas, una importante presencia en la red electrónica y una explícita inmersión entre los sectores ultras de los clubes deportivos, sobre todo del fútbol. También ese año apareció el libro de Los crímenes del odio. Violencia skin y violencia neonazi, escrito por el periodista Antonio Salas (autor anteriormente del famoso libro Diario de un skin), quien hizo un estudio pormenorizado de los objetivos, las características y las prácticas de esos grupos. Sus víctimas se encuentran preferentemente entre inmigrantes, indigentes, homosexuales, prostitutas y jóvenes de aspectos “sospechosos” (hippies, pelo largo…), a lo que habría que añadir las víctimas explícitas de luchadores antifascistas, como Carlos Palomino. Según otro informe de 2003 (C:\Documents and Settings\usuario\Mis documentos\Las bandas neonazis.htm), entre 1992 y esa fecha sólo en Madrid se habían contabilizado 22 muertes llevadas cabo por estos grupos. En 2008 la cadena SER informó de al menos 74 personas fallecidas desde 1991 en todo el país, haciéndose eco del informe Raxen de ese año difundido por el Movimiento Contra la Intolerancia.

No sabemos hoy en día exactamente cuántas personas han muerto y han sido víctimas de su violencia. Sí sabemos que son una realidad tangible, pero a la vez difusa en su cuantificación e insensible para una buena parte de la opinión pública. Países como Rusia, Alemania o Italia, entre otros tantos, sufren también esta violencia. En otros años los nombres de Lucrecia Pérez, Ricardo Rodríguez, David Martín, David González, Aitor Zabaleta o Jimmy Dnombele también fueron actualidad. Ha habido padres y madres de esas víctimas que no han parado de denunciar la situación. La madre de Carlos Palomino ha declarado estos días, con una dignidad que le honra, que su hijo “murió defendiendo a los débiles”.

Todo este tipo de asesinatos se amoldan al perfil histórico de lo que ha sido el fascismo/nazismo, adaptado a las circunstancias de nuestros días. Una visión de la vida intolerante, con rasgos racistas y/o xenófobos en la búsqueda de chivos expiatorios en sociedades en crisis y con una apología de la violencia que generan miedo e inquietud no sólo a sus víctimas potenciales, sino a quienes coinciden con su visión de la vida clasista y racista. Un aviso de lo que puede ocurrir y una llamada de atención para quienes hayan olvidado que en otro tiempo se facilitó el acceso al poder de los Mussolini, Hitler, Franco y demás para poner orden. El orden burgués.