sábado, 9 de diciembre de 2023

La guitarra en la poesía

Johannes Vermeer, "Mujer tocando la guitarra"

La guitarra

Ah la guitarra esa mujer en celo
que habla en su canto y muere en su silencio
con tu salud de música nacida
me brindas un placer casi doliente
y eso porque tus cuerdas te dicen lo que digo
y lo que digo es triste de cristal

Ah la guitarra esa mujer que llega
con un amor de huésped indefenso
tu mástil o tu puente o tu rasgueo
tu voz quebrada en todos los idiomas
me dejan libre para la alegría
que sube o baja en tu cordaje neutro

Ah la guitarra esa mujer sensible
que invade el patrimonio de la noche
mueve las humedades del follaje
y se roza con árboles sonámbulos
ah la mujer esa guitarra erótica
que se exhibe desnuda en la terraza.

(Mario Benedetti)


Epigrama I

Pero en la noche
ves tu arroz
y tus frijoles fritos,
con la cuajada
fresca,
y una tortilla caliente,
o un plátano asado,
lo comes sin guardaespaldas
y tu jícara
de triste
no la prueba
primero un ayudante.
Y después tocas
si quieres en
tu guitarra
una canción
ranchera,
y no dormís
rodeado de reflectores
y alambradas

(Ernesto Cardenal)


Referencia de pasos

Se me murió el ayer de parto
y lo velo cantando
como a una guitarra sola
a quien se le quebrara
la sonrisa circular y la música,
solo,
sin desbocados animales interiores,
hueso en actividad,
reciente hueso,
acía como que caminaba entre los hombres casado con mi madre,
pueblerino feliz, poblado de olas.
Ah, estúpida frontera,
municipal y en paz con los estómagos:
cómo tenía que morderme los retratos
para poder reírme hasta de mí
con todo y tus pesares, tus costosísimos harapos,
la franca suciedad que te conoces!
cómo tenía sola y atrozmente
que bajarme los pasos de los hombros
y caminar!

(Roque Dalton)


Las seis cuerdas

La guitarra,
hace llorar a los sueños.
El sollozo de las almas
perdidas,
se escapa por su boca
redonda.
Y como la tarántula
teje una gran estrella
para cazar suspiros,
que flotan en su negro
aljibe de madera.

(Federico García Lorca)


Poema de la guitarra

A Francisco Guillén

Tendida en la madrugada,
la firme guitarra espera:
Voz de profunda madera
desesperada.

Su clamorosa cintura,
en la que el pueblo suspira,
preñada de son, estira
la carne dura.

Arde la guitarra sola,
mientras la luna se acaba;
arde libre de su esclava
bata de cola.

Dejó al borracho en su coche,
dejó el cabaret sombrío,
donde se muere de frío,
noche tras noche,

y alzó la cabeza fina,
universal y cubana,
sin opio, ni mariguana,
ni cocaína.

¡Venga la guitarra vieja,
nueva otra vez al castigo
con que la espera el amigo,
que no la deja!

Alta siempre, no caída,
traiga su risa y su llanto,
clave las uñas de amianto
sobre la vida.

Cógela tú, guitarrero,
límpiale de alcol la boca,
y en esa guitarra, toca
tu son entero.

El son del querer maduro,
tu son entero;
el del abierto futuro,
tu son entero;
el del pie por sobre el muro,
tu son entero... 

Cógela tú, guitarrero,
límpiale de alcol la boca,
y en esa guitarra toca
tu son entero.

(Nicolás Guillén)


Manifiesto

Yo no canto por cantar
ni por tener buena voz,
canto porque la guitarra
tiene sentido y razón.

Tiene corazón de tierra
y alas de palomita,
es como el agua bendita
santigua glorias y penas.

Aquí se encajó mi canto
como dijera Violeta.
Guitarra trabajadora
con olor a primavera.

Que no es guitarra de ricos
ni cosa que se parezca,
mi canto es de los andamios
para alcanzar las estrellas,

que el canto tiene sentido
cuando palpita en las venas
del que morirá cantando
las verdades verdaderas,

no las lisonjas fugaces
ni las famas extranjeras,
sino el canto de una lonja
hasta el fondo de la tierra.

Ahí donde llega todo
y donde todo comienza,
canto que ha sido valiente,
siempre será canción nueva.

(Víctor Jara)


Guitarra de mesón que hoy suenas jota…

Guitarra del mesón que hoy suenas jota,
mañana petenera,
según quien llega y tañe
las empolvadas cuerdas.
Guitarra del mesón de los caminos,
no fuiste nunca, ni serás, poeta.
Tú eres alma que dice su armonía
solitaria a las almas pasajeras...
Y siempre que te escucha el caminante
sueña escuchar un aire de su tierra.

(Antonio Machado)


Oda a la guitarra

Delgada
             línea pura
de corazón sonoro,
eres la claridad cortada al vuelo:
cantando sobrevives:
todo se irá menos tu forma.

No sé si el llanto ronco
que de ti se desploma,
tus toques de tambor, tu
                                   enjambre de alas,
será de ti lo mío,
o si eres
en silencio
más decididamente arrobadora,
sistema de paloma
o de cadera,
molde que de su espuma
resucita
y aparece, turgente, reclinada
y resurrecta rosa.

Debajo de una higuera,
cerca del ronco y raudo Bío Bío,
guitarra,
saliste de tu nido como un ave
y a unas manos
morenas
entregaste
las citas enterradas,
los sollozos oscuros,
la cadena sin fin de los adioses.
De ti salía el canto,
el matrimonio
que el hombre
consumó con su guitarra,
los olvidados besos,
la inolvidable ingrata,
y así se transformó
                           la noche entera
en estrellada caja
de guitarra,
temblando el firmamento
con su copa sonora
y el río
sus infinitas cuerdas
afinaba
arrastrando hacia el mar
una marea pura
de aromas y lamentos.

Oh soledad sabrosa
con noche venidera,
soledad como el pan terrestre,
soledad con un río de guitarras!
El mundo se recoge
en una sola gota
de miel, en una estrella,
todo es azul entre las hojas,
toda la altura temblorosa
                                   canta.

Y la mujer que toca
la tierra y la guitarra
lleva en su voz
el duelo
y la alegría
de la profunda hora.
El tiempo y la distancia
caen a la guitarra:
somos un sueño,
un canto
entrecortado:
el corazón campestre
se va por los caminos a caballo:
sueña y sueña la noche y su silencio,
canta y canta la tierra y su guitarra.

(Pablo Neruda)

Pablo Picasso, "Arlequín tocando la guitarra"


El músico de la guitarra triste

Siempre en la misma ruta
el músico de la guitarra triste
se pone a cantar
con un sombrero de palma
que contiene diez monedas y dos billetes rotos.
Canta una canción que alcanza a romper el corazón de un pájaro.
Qué bueno que la música no necesita verse
porque ese hombre está ciego.
Qué bueno que la música no necesita piernas
porque ese hombre está cojo.
Sentado, toca su guitarra,
una guitarra triste, sucia y desafinada.
Un hombre se acerca y le ofrece 20 billetes de 100,
el músico acepta y la guitarra se va.
Días después, veo la guitarra limpia y afinada,
en una tienda de artesanías.
Toco unas notas, parece igual de triste.
Canto pero no sucede nada.
Le pago al empleado y salgo a la calle.
Recito un poema con la guitarra,
improviso una melodía.
Siempre quise hacer esto.
La gente comienza a darme dinero.
Parece que la poesía y la música
pueden hacerme feliz.

(Nayeli Rodríguez Reyes)


Oda a una guitarra

Llegaste un día de la mano de dos hermanos.
Luego te llevaron durante un tiempo a otra parte,
pero regresaste para quedarte.
Y encajaste a la perfección en el paisaje de la casa y sus iconos.
Los había religiosos,
otros nos recordaban a los miembros de la familia
y no faltaban los musicales.
Como ese almirez de bronce que asomaba su sonido en las navidades,
el piano que, majestuoso, invadía de notas musicales todos los espacios,
la sonoridad que salía del rasgueo de tus cuerdas
y hasta esa flauta dulce que se convirtió en fiel compañera.
Soportaste con paciencia mis primeras envestidas
y me acompañaste en ese rabioso “Mundo cruel” adolescente.
Y así, poco a poco, fueron llegando las canciones,
propias y ajenas,
en solitario y en compañía,
en casa, fuera de ella y hasta en la calle.
Ahora, según escribo estos versos, te miro en una fotografía.
Ahí, en medio del paisaje de libros, te veo entre mis manos.
Y es que mi hermana quiso que allí estuviéramos.
Algunas veces, pocas, me atreví a retratarte.
En esta ocasión te situé sobre un viejo sillón,
de los dos que conservaba mi madre de sus ancestros.
Te llené de luz y te adorné de colores.
Quise realzar esa fuerza que desprendías
en los momentos que acompañabas a mi voz.
Una forma de reflejar alegría y esperanza.

(Diego Sánchez)


La guitarra

El placer de sufrir, de odiar, me tiñe
la garganta con plásticos venenos,
mas la cerda que implanta su orden mágico,
su grandeza taurina, entre la prima
y la sexta
y la octava mendaz, las sufre todas.
El placer de sufrir... ¿Quién? ¿a quién?
¿quién, las muelas? ¿a quién la sociedad,
los carburos de rabia de la encía?
¿cómo ser
y estar, sin darle cólera al vecino?
vales más que mi número, hombre solo,
y valen más que todo el diccionario,
con su prosa en verso,
con su verso en prosa,
tu función águila,
tu mecanismo tigre, blando prójimo.
El placer de sufrir,
de esperar esperanzas en la mesa,
el domingo con todos los idiomas,
el sábado con horas chinas, belgas,
la semana, con dos escupitajos.
El placer de esperar en zapatillas,
de esperar encogido tras de un verso,
de esperar con pujanza y mala poña;
el placer de sufrir: zurdazo de hembra
muerta con una piedra en la cintura
y muerta entre la cuerda y la guitarra,
llorando días y cantando meses.

(César Vallejo)


Guitarra, dímelo tú

Si yo le pregunto al mundo,
El mundo me ha de engañar
Cada cual cree que no cambia
Y que cambian los demás

Y paso las madrugadas
Buscando un rayo de luz
¿Por qué la noche es tan larga?
Guitarra, dímelo tú

Se vuelve cruda mentira
Lo que ayer fue tierna verdad
Y hasta la tierra fecunda
Se convierte en arenal

Y paso las madrugadas
Buscando un rayo de luz
¿Por qué la noche es tan larga?
Guitarra, dímelo tú

Los hombres son dioses muertos
De un tiempo ya derrumbao
Ni sus sueños se salvaron
Sólo la sombra ha quedao

Y yo le pregunto al mundo
Y el mundo me ha de engañar
Cada cual cree que no cambia
Y que cambian los demás

Y paso las madrugadas
Buscando un rayo de luz
¿Por qué la noche es tan larga?
Guitarra, dímelo tú

(Atahualpa Yupanqui)