Al
presidente de Chile, Salvador Allende
No los creáis, cubría
su
rostro la misma máscara.
La
lealtad en la boca,
pero
en la mano una bala.
Al
fin, los mismos en Chile
que
en España.
Ya se
acabó. Mas la muerte,
la
muerte no acaba nada.
¡Mirad!
Han matado a un hombre.
Ciega
la mano que mata.
Cayó
ayer. Pero su sangre
hoy
ya mismo se levanta.
(Rafael
Alberti)
Allende
Para
matar al hombre de la paz
para
golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron
que convertirse en pesadilla
para
vencer al hombre de la paz
tuvieron
que congregar todos los odios
y
además los aviones y los tanques
para
batir al hombre de la paz
tuvieron
que bombardearlo hacerlo llama
porque
el hombre de la paz era una fortaleza
para
matar al hombre de la paz
tuvieron
que desatar la guerra turbia
para
vencer al hombre de la paz
y
acallar su voz modesta y taladrante
tuvieron
que empujar el terror hasta el abismo
y
matar más para seguir matando
ara
batir al hombre de la paz
tuvieron
que asesinarlo muchas veces
porque
el hombre de la paz era una fortaleza
para
matar al hombre de la paz
tuvieron
que imaginar que era una tropa
una
armada una hueste una brigada
tuvieron
que creer que era otro ejército
pero
el hombre de la paz era tan sólo un pueblo
y
tenía en sus manos un fusil y un mandato
y
eran necesarios más tanques más rencores
más
bombas más aviones más oprobios
porque
el hombre dela paz era una fortaleza
para
matar al hombre de la paz
para
golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron
que convertirse en pesadilla
para
vencer al hombre de la paz
tuvieron
que afiliarse para siempre a la muerte
matar
y matar más para seguir matando
y
condenarse a la blindada soledad
para
matar al hombre que era un pueblo
tuvieron
que quedarse sin el pueblo.
(Mario
Benedetti)
Salvador
Allende
Salvador,
tu nombre perdura
allende
los mares y el tiempo
hombre
valiente, virtuoso,
admirable
patriota.
Regresa
con todos los que partieron
soñando
reales utopías.
Regresa,
el monstruo sigue vivo.
El
salvador que perdura
para
siempre en nuestros corazones,
razón
de vida y lucha justa,
honor
a tu nombre infinito,
en
una tierra donde aun
resuena
el eco de tu voz,
que
es la bandera de la libertad
y la
vergüenza de quien tu muerte
se
afanó en aras del progreso...!!!
Compañero
presidente, tu nombre y tu recuerdo
tejen
la historia de las luchas libertarias
ayer
Chile, Nicaragua, Cuba, Venezuela
hoy
América se levanta y eres tú
uno
de los estandartes
el
mejor precedente de valor y honestidad
para
toda la Arauca
(Murialdo
Chicaiza)
Otra vez
A Pablo Neruda y Salvador Allende,
in memoriam
Sangre: no
sangres más.
¡Cómo
decirte que no sangres, sangre!
¿Nunca ha
cesado de correr la sangre?
Contemplad
el pasado
-esos
graffiti obscenos:
la huella
de una mano ensangrentada
en el muro
sombrío de la Historia.
Y el
presente:
más sangre,
otra vez
sangre.
(Ahora
-el mensaje
es la sangre-
un general
con nombre de payaso
hace
correr,
en Chile,
la triste
gracia de la sangre:
la sangre
de los justos,
la que
redime al hombre del horror de ser hombre,
la sangre
más valiosa, la más pura.)
Para que
deje de correr la sangre
¿hará falta
más sangre?
Tiempo
largo, sangriento:
derrama
la última
gota de tu sangre, pronto.
No hay
tiempo que llorar.
Cuando no
sangre así la sangre,
ese día,
por fin, será el futuro.
(Ángel
González)
Se quedó en el palacio
¿Cuál
fue su error sino el de imaginaros
distintos
de como erais?
En
los días desesperados
cuando
el país era igual que una cueva
de
oscuridad y espanto quieto
le
elegisteis a él
para
hallar una senda hacia la luz
que
muchos de vosotros siquiera conocíais.
¿Cuál
fue su culpa sino desearos
una
vida más digna?
Cuando
nadie podía hacerlo
él
propuso una meta y diseñó un espacio
de
concordia y asentimiento
al
que un día llegar
sin
que el rencor ni la sangre pudieran
entrar
y derramarse por la casa de todos.
¿Cuál
fue su suerte sino suplantaros
a la
hora de morir?
Frente
al terror y a las traiciones
cuando
muchos huyeron él cumplía
un
compromiso con vosotros.
No le
importó su vida
sino
todas; aunque su muerte no evitaba
el
rencor y la sangre y el retorno a la cueva.
(José
Agustín Goytisolo)
Brindis con Salvador Allende en La Habana
Tú,
que nunca desdeñas un mojito,
acepta
el puro brindis que hoy te hacemos,
alta
la copa y aún más alto el grito:
¡Salvador,
patria o muerte, venceremos!
De
nuestra sangre el torpe yanqui ahíto,
caerá
con tanto golpe que le demos;
alto
el garrote y aún más alto el grito:
¡Salvador,
patria o muerte, venceremos!
Con
un buril de fuego quede escrito
todo
lo que decir y hacer podemos
frente
al viejo, imperial sangriento mito.
Acepta
el puro brindis que hoy te hacemos,
alta
la frente y aún más alto el grito:
¡Salvador,
patria o muerte, venceremos!
(Nicolás
Guillén)
Allende
En la
duermevela los sueños se filtran.
Revive
en el aire la República –el sueño
de
una ciudad armada hasta los dientes, que tuvo
un
griego–, y se ve, como espejismos
en
plena luz de aurora, la larga mesa
cubierta
de vino y manjares, las antorchas
en
los muros, el esclavo leyendo
los
poemas de Homero. Toda duermevela
es
peligrosa. Allá afuera los muchachos
dan
al aire las cartas. Hay quien quiere
su
victoria cada día ondeando como bandera
bajo
el viento de la historia, y quien
repartir
sonrisas por oficio y quien
su
derrota de siempre, atesorada. La palabra
República
se recorta violentamente
tras
la luz perversa y fantasmal de cuanto invento
la
pesadilla de este país –el tuyo, Allende-
ha
creado año tras año, en dos siglos
largos
y tediosos. Toda duermevela
es
peligrosa, Allende. El aplauso del día,
la
palma victoriosa, caerá sobre ese relámpago
de
pelo hirsuto. El tiempo de los lobos
se ha
iniciado esta madrugada de martes;
y el
bello sueño de la República no puede
caer
como una presa en el hocico hipócrita
de un
prusiano fingido. Vuelen con tus sesos
los
sueños griegos, venga el día real de la sombra
y la escaramuza bajo los cielos enrojecidos,
váyase
todo ese humo de palabras
que
tu casa echó al mundo, hasta el otro borde
de
los espejos, la dulce patria de los duendes
y las
blancas ovejas.
(Carlos
Henrickson)
Fatamorgana
Rojo
y Negro
es el
emblema,
Compañero...
Tu
voz
derramada
de
mañana
llamando
sin
distancias...
Salvador
Allende,
te
saludo,
los
ecos
no
mueren,
jamás
pasan.
Se
hospeda
en mi
ventana
tu
recuerdo,
el
tiempo
no ha
pasado.
Vives
en mi
bandera
con
el puño en alto,
Excelso
en mi
memoria
te
levantas
en
mis versos.
Mi
ropaje,
como
siempre
Rojo
y Negro...
es mi
empeño
es la
lucha
es mi
intento.
Alzo
el
vuelo
para
gritar
al
amparo
del
recuerdo
tu
presencia
sin
fronteras
desde
siempre,
todo
el tiempo.
(Patricia
Lara Arriagada)
Allende
Exacta
amaneció la luz del día,
exacta
en su perfil la madrugada,
cuando
de pronto el viento agudo de Septiembre
hizo
callar tu vida, tu voz y tu mirada.
Se
fue tu cuerpo a la extensión del sueño
mientras
tu sombra caminaba a tu encuentro
y
poco a poco te alejaste de ti mismo
hacia
el recinto del amor definitivo.
El
Tiempo no se muere con tu tiempo
a
pesar de la invariable
dispersión
en tu distancia,
pero
aprende la certeza
que
en toda lontananza
la
Historia pertenece a tu destino.
Se
siente, amanece... ¡Allende!
Alzabas
el destello en primavera
abriendo
nuevo espacio a los sentidos,
con
sólo ansias de justicias necesarias
para
cumplir así los signos prometidos.
Pregunto
entonces por tu asombro entero
desde
el umbral del momento decisivo,
si
tus ojos anunciaban el otro tiempo
de lo
posible que hoy en día es desafío.
Pregunten
por su aliento detenido
quienes
por vida y omisión
no
conocieron su palabra,
pues
no escapa a la evidencia
que
su vida, sin tardanza,
reclama
una presencia en el camino
(Rodolfo
Parada)
A Salvador Allende
Pocas
veces se unen en una palabra
los
sueños de un pueblo
y el
nombre de su presidente.
Salvador
es la palabra,
su
nombre.
¡Y
qué triste me encuentro ahora!
¡Y
qué amarga fue aquella noche!
Sauces,
alerces, cobre salitre, tierra, mar, llano, cordillera.
Santiago,
capital de las grandes esperanzas y alamedas,
corazón
de la patria ilusionada...
¡Y
qué triste me encuentro ahora!
¡Y
qué amarga fue aquella noche!
(Diego
Sánchez)