lunes, 11 de septiembre de 2023

Diez poemas a la memoria de Salvador Allende (medio siglo después del golpe militar)



Al presidente de Chile, Salvador Allende

No los creáis, cubría
su rostro la misma máscara.
La lealtad en la boca,
pero en la mano una bala.
Al fin, los mismos en Chile
que en España.

Ya se acabó. Mas la muerte,
la muerte no acaba nada.
¡Mirad! Han matado a un hombre.
Ciega la mano que mata.
Cayó ayer. Pero su sangre
hoy ya mismo se levanta.

(Rafael Alberti)


Allende

Para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que congregar todos los odios
y además los aviones y los tanques
para batir al hombre de la paz
tuvieron que bombardearlo hacerlo llama
porque el hombre de la paz era una fortaleza

para matar al hombre de la paz
tuvieron que desatar la guerra turbia
para vencer al hombre de la paz
y acallar su voz modesta y taladrante
tuvieron que empujar el terror hasta el abismo
y matar más para seguir matando
ara batir al hombre de la paz
tuvieron que asesinarlo muchas veces
porque el hombre de la paz era una fortaleza

para matar al hombre de la paz
tuvieron que imaginar que era una tropa
una armada una hueste una brigada
tuvieron que creer que era otro ejército
pero el hombre de la paz era tan sólo un pueblo
y tenía en sus manos un fusil y un mandato
y eran necesarios más tanques más rencores
más bombas más aviones más oprobios
porque el hombre dela paz era una fortaleza

para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte
matar y matar más para seguir matando
y condenarse a la blindada soledad
para matar al hombre que era un pueblo
tuvieron que quedarse sin el pueblo.

(Mario Benedetti)


Salvador Allende

Salvador, tu nombre perdura
allende los mares y el tiempo
hombre valiente, virtuoso,
admirable patriota.
Regresa con todos los que partieron
soñando reales utopías.
Regresa, el monstruo sigue vivo.

El salvador que perdura
para siempre en nuestros corazones,
razón de vida y lucha justa,
honor a tu nombre infinito,
en una tierra donde aun
resuena el eco de tu voz,
que es la bandera de la libertad
y la vergüenza de quien tu muerte
se afanó en aras del progreso...!!!

Compañero presidente, tu nombre y tu recuerdo
tejen la historia de las luchas libertarias
ayer Chile, Nicaragua, Cuba, Venezuela
hoy América se levanta y eres tú
uno de los estandartes
el mejor precedente de valor y honestidad
para toda la Arauca

(Murialdo Chicaiza)


Otra vez

A Pablo Neruda y Salvador Allende, in memoriam

Sangre: no sangres más.
¡Cómo decirte que no sangres, sangre!
¿Nunca ha cesado de correr la sangre?

Contemplad el pasado
-esos graffiti obscenos:
la huella de una mano ensangrentada
en el muro sombrío de la Historia.

Y el presente:
más sangre,
otra vez sangre.
(Ahora
-el mensaje es la sangre-
un general con nombre de payaso
hace correr,
en Chile,
la triste gracia de la sangre:
la sangre de los justos,
la que redime al hombre del horror de ser hombre,
la sangre más valiosa, la más pura.)
Para que deje de correr la sangre
¿hará falta más sangre?
Tiempo largo, sangriento:
derrama
la última gota de tu sangre, pronto.

No hay tiempo que llorar. 

Cuando no sangre así la sangre,
ese día, por fin, será el futuro.

(Ángel González)


Se quedó en el palacio

¿Cuál fue su error sino el de imaginaros
distintos de como erais?

En los días desesperados
cuando el país era igual que una cueva
de oscuridad y espanto quieto
le elegisteis a él
para hallar una senda hacia la luz
que muchos de vosotros siquiera conocíais.

¿Cuál fue su culpa sino desearos
una vida más digna?
Cuando nadie podía hacerlo
él propuso una meta y diseñó un espacio
de concordia y asentimiento
al que un día llegar
sin que el rencor ni la sangre pudieran
entrar y derramarse por la casa de todos.

¿Cuál fue su suerte sino suplantaros
a la hora de morir?
Frente al terror y a las traiciones
cuando muchos huyeron él cumplía
un compromiso con vosotros.

No le importó su vida
sino todas; aunque su muerte no evitaba
el rencor y la sangre y el retorno a la cueva.

(José Agustín Goytisolo)


Brindis con Salvador Allende en La Habana

Tú, que nunca desdeñas un mojito,
acepta el puro brindis que hoy te hacemos,
alta la copa y aún más alto el grito:
¡Salvador, patria o muerte, venceremos!
 
De nuestra sangre el torpe yanqui ahíto,
caerá con tanto golpe que le demos;
alto el garrote y aún más alto el grito:
¡Salvador, patria o muerte, venceremos!

Con un buril de fuego quede escrito
todo lo que decir y hacer podemos
frente al viejo, imperial sangriento mito.
Acepta el puro brindis que hoy te hacemos,
alta la frente y aún más alto el grito:
¡Salvador, patria o muerte, venceremos!

(Nicolás Guillén)


Allende

En la duermevela los sueños se filtran.
Revive en el aire la República –el sueño
de una ciudad armada hasta los dientes, que tuvo
un griego–, y se ve, como espejismos
en plena luz de aurora, la larga mesa
cubierta de vino y manjares, las antorchas
en los muros, el esclavo leyendo
los poemas de Homero. Toda duermevela
es peligrosa. Allá afuera los muchachos
dan al aire las cartas. Hay quien quiere
su victoria cada día ondeando como bandera
bajo el viento de la historia, y quien
repartir sonrisas por oficio y quien
su derrota de siempre, atesorada. La palabra
República se recorta violentamente
tras la luz perversa y fantasmal de cuanto invento
la pesadilla de este país –el tuyo, Allende-
ha creado año tras año, en dos siglos
largos y tediosos. Toda duermevela
es peligrosa, Allende. El aplauso del día,
la palma victoriosa, caerá sobre ese relámpago
de pelo hirsuto. El tiempo de los lobos
se ha iniciado esta madrugada de martes;
y el bello sueño de la República no puede
caer como una presa en el hocico hipócrita
de un prusiano fingido. Vuelen con tus sesos
los sueños griegos, venga el día real de la sombra
y la escaramuza bajo los cielos enrojecidos,
váyase todo ese humo de palabras
que tu casa echó al mundo, hasta el otro borde
de los espejos, la dulce patria de los duendes
y las blancas ovejas.

(Carlos Henrickson)


Fatamorgana

Rojo y Negro
es el emblema,
Compañero...

Tu voz
derramada
de mañana
llamando
sin distancias...

Salvador Allende,
te saludo,
los ecos
no mueren,
jamás pasan.

Se hospeda
en mi ventana
tu recuerdo,
el tiempo
no ha pasado.

Vives
en mi bandera
con el puño en alto,
Excelso
en mi memoria
te levantas
en mis versos.

Mi ropaje,
como siempre
Rojo y Negro...
es mi empeño
es la lucha
es mi intento.

Alzo
el vuelo
para gritar
al amparo
del recuerdo
tu presencia
sin fronteras
desde siempre,
todo el tiempo.

(Patricia Lara Arriagada)


Allende

Exacta amaneció la luz del día,
exacta en su perfil la madrugada,
cuando de pronto el viento agudo de Septiembre
hizo callar tu vida, tu voz y tu mirada.

Se fue tu cuerpo a la extensión del sueño
mientras tu sombra caminaba a tu encuentro
y poco a poco te alejaste de ti mismo
hacia el recinto del amor definitivo.

El Tiempo no se muere con tu tiempo
a pesar de la invariable
dispersión en tu distancia,
pero aprende la certeza
que en toda lontananza
la Historia pertenece a tu destino.

Se siente, amanece... ¡Allende!

Alzabas el destello en primavera
abriendo nuevo espacio a los sentidos,
con sólo ansias de justicias necesarias
para cumplir así los signos prometidos.

Pregunto entonces por tu asombro entero
desde el umbral del momento decisivo,
si tus ojos anunciaban el otro tiempo
de lo posible que hoy en día es desafío.

Pregunten por su aliento detenido
quienes por vida y omisión
no conocieron su palabra,
pues no escapa a la evidencia
que su vida, sin tardanza,
reclama una presencia en el camino

(Rodolfo Parada)


A Salvador Allende

Pocas veces se unen en una palabra
los sueños de un pueblo
y el nombre de su presidente.
Salvador es la palabra,
su nombre.
¡Y qué triste me encuentro ahora!
¡Y qué amarga fue aquella noche!
Sauces, alerces, cobre salitre, tierra, mar, llano, cordillera.
Santiago, capital de las grandes esperanzas y alamedas,
corazón de la patria ilusionada...
¡Y qué triste me encuentro ahora!
¡Y qué amarga fue aquella noche!

(Diego Sánchez)