La canción del soldado muerto
La
Paz no se vislumbraba,
la
guerra seguía allí.
Y
nuestro soldado quiso
heroicamente
morir.
El
Káiser se puso furioso,
y
dijo: "¡No puede ser!
¡Morir
con tanto adelanto
implica
un mal proceder!".
El
cuerpo se deshacía
en
lo hondo de la tierra,
y
el Káiser dio una orden:
"¡Qué
vuelva otra vez a la guerra!".
En
comisión reunidos
los
de la Sanidad,
Desenterraron
los huesos
medio
podridos ya.
"¡Levántate!",
le ordenaron,
el
cielo estaba azul,
y
el rostro del soldado
volvióse
hacia la luz.
Y
sus cuencas vacías
a
lo alto dirigió,
y
un saludo a la patria
el
buen soldado intentó.
Le
echaron aguardiente
sobre
el cuerpo en pudrición,
y
apoyado en dos enfermeras
nuestro
soldado avanzó.
El
olor que despedía
era
de tanta hediondez,
que
un cura quemando incienso
fue
necesario poner.
Encabezaba
una banda
con
su estruendo musical,
y
el bravo soldado decía:
"Un,
dos... De frente... ¡Marcha!".
Con
blanco, rojo y negro
a
la mortaja pintaron:
los
colores de la patria
la
mugre disimularon.
Llevando
la delantera
iba
un señor de frac,
detrás
seguía el soldado:
"Un,
dos... De frente... ¡Marcha!".
Los
perros, gatos y burros
no
pueden dejar de asistir,
también
para ellos es válido
lo
de "vences o morir".
La
gente se halla ansiosa
por
ver lo inesperado,
y
el bravo soldado avanza
lo
mismo que un mono drogado.
Las
niñas en los balcones
se
asoman sin menoscabo,
esplende
en el cielo la luna,
y
todos gritan "¡Bravo!".
Atraviesa
el soldado los pueblos,
mas
nadie lo alcanza a ver:
¡Hay
tantos que lo rodean
vitoreándolo
a más no poder!
Le
bailan, le cantan en torno,
y
a él nadie ya lo ve más;
quizás
las estrellas lo vean
de
lo alto del cielo, ¡quizá!
Después
las estrellas se apagan,
la
aurora se apresta a surgir,
y
el bravo soldado está pronto,
por
última vez, a morir.
(Bertolt
Brecht, 1918)
Mientras los hombres
mueren
Mientras
los hombres mueren os digo yo, la que canta desoladas provincias del Duelo, que
se me rompen sollozos y angustias contra barcos de ébano furibundo; y la fruta
par de mis labios quema de suspiros porque los cielos se han dejado hincar
imprecaciones sombrías.
A
los hombres que mueren yo los sigo en su buscar por entre las raíces y los
veneros fangosos, pues ellos y yo tenemos igual designio de ensueño debajo de
la tierra.
¡Cállense
todos los que no se sientan doblar de agonía hoy, día de espanto abrasado por
teas de gritos, que esta mujer os dice que la muerte está en no ver, ni oír, ni
saber, ni morir!
(Carmen Conde, 1936)
Tristes guerras
Tristes
guerras
si
no es amor la empresa.
Tristes.
Tristes.
Tristes
armas
si
no son las palabras.
Tristes.
Tristes.
Tristes
hombres
si
no mueren de amores.
Tristes.
Tristes.
(Miguel
Hernández, 1938-1941)
Canción de paz
A Pablo
Picasso, que me envió una paloma
Una
sílaba.
Una
sílaba sola.
Una
radiante sílaba sin tregua,
e
sosegada piel y corazón de fuego,
está
a tu puerta –mira- con una estrella humana
una dulce mirada de concordia.
Recoge
su pureza,
su
vuelo sobre raudos meridianos.
Otras
sílabas viven en su breve
cintura
melodiosa.
Yo,
al pronunciarlas, digo:
hombre,
creación, sonrisa, futuro, espiga, luz,
y
en los labios me brota una paloma.
Una
sílaba.
Una
sílaba sola.
Tres
letras comulgando con la vida.
Van
de oriente a occidente,
de
polo a polo, como un aura virgen,
entran
en el hogar de la pobreza,
en
el templo, la plaza y el palacio,
se
posan en los hombros del anciano,
en
el grávido vientre, sobre el sueño
de
la novia fragante,
y
en todas partes se derraman, dejan
un
destello, un aroma, una esperanza.
Una
sílaba.
Es
una sola sílaba inocente.
Como
un disparo suena en la garganta
y
es un disparo que el amor dirige
a
la muerte.
Los
traficantes de la guerra quieren
destruir
su plumaje, sepultarlo
entre
tinieblas espantosas.
Pero
del
árbol de la tierra nacen brazos,
de
los valles del aire corazones
para
impedir el crimen.
Mira
el rostro
de
aquella multitud: cantando avanza
al
horizonte, suya es la alegría,
suya
la fe que a la victoria lleva,
una
noble victoria de tres letras.
Sin
armas,
sin
lamentos,
sin
estragos.
Una
sílaba.
Es
una sola sílaba amorosa.
Acógela,
defiéndela.
A
tu puerta
llamando
está.
Jugar
pudiera un niño
con
su armonioso cuello de avecica,
y
es tan grande y eterna como el mar.
(Juan
Rejano, 1953)
Letanía de las ganancias
de guerra
Dedicado
a Ezra Pound
Estos
son los hombres de las compañías que han sacado dinero de esta guerra
milnovecientossesentayocho
Annodomini cuatromilochenta Hebraico
Estas
son las corporaciones que se han beneficiado con el comercio de fósforo que
abrasa la piel o de bombas fragmentadas en miles de punzantes agujas
Y
en esta lista los millones ganados por cada mancomunidad manufacturadora
y
aquí están las ganancias numeradas, catalogadas desde hace una década puestas
en orden,
aquí
nombrados los Padres en el gobierno de estas industrias teléfonos dirigiendo
las finanzas,
Nombres
de directores, hacedores de destinos, y los nombres de los accionistas de estos
Agregados. Predestinados.
Y
aquí están los nombres de sus embajadores en la capital, representantes ante la
legislatura, aquellos que se sientan bebiendo en salones de hotel para
persuadir,
y
aparte, por orden, aquellos que dejan caer Anfetaminas con los militares,
chismorrean, discuten, y persuaden
sugiriendo
políticas, nombrando lenguajes proponiendo estrategias,
esto
hecho con dinero como embajadores ante el Pentágono, consultores de los
militares, pagados por su industria:
y
estos son los nombres de los generales y capitanes militares, que así ahora
trabajan para los fabricantes de bienes de guerra;
y
encima de éstos, por orden, los nombres de los bancos combinados, trusts de
inversión que controlan estas industrias:
Y
estos son los nombres de los periódicos propiedad de estos bancos
Y
estos son los nombres de las estaciones de radio propiedad de estos combinados;
y
estos son los números de miles de ciudadanos empleados por las citadas
empresas;
y
el comienzo de esta relación es 1958 y el final 1968, que la estadística sea
contenida en una mente ordenada,
coherente y definida,
y
la primera forma de esta letanía comenzó el primer día de diciembre de 1967 y
lleva más allá este poema sobre estos Estados.
(Allen
Ginsberg, 1968)
Preguntas
Ya
se han puesto en camino
la
muerte y sus patrullas:
la
muerte, esa aliada
de
la guerra más sucia,
y
con ella los cómplices
duchos
en imposturas.
Dejan
por los caminos
una
imperial basura
y
sus armas contestan
a
todas las preguntas.
Patrañas
y rapiñas
con
la paz se camuflan
mientras
la vida cuenta
sus
muertes una a una.
La
guerra es una patria
e
horrible catadura
y
el dios de los ejércitos
no
retrocede nunca:
con
sus armas contesta
a
todas las preguntas.
(J.M.
Caballero Bonald)
Una botánica de paz: visitación
Tengo una
flor
de la que
no sé el nombre
En el
balcón,
en común
acuerdo
con otros
aromas:
la flor del
beso, un rosal,
una mata de
hierba luisa
Pero esos
son prodigios
de la
mañana siguiente;
es que esta
flor
generó
hojas de verde
asombro,
minúsculas
y leves
No la
amenazan bombas
ni
románticos vientos,
ni misiles,
o tornados,
ni ella
sabe, aunque esté cerca,
de la sal
inversa
que el mar
trae
Y el cielo
azul de Otoño
fingiendo
Verano
es para
ella una bendición,
con la poca
agua
que le dio
Debe ser
esto
una especie
de paz:
un secreto
botánico
de la luz.
(Ana Luísa
Amaral)
La paz la quieren con
guerra…
La
paz la quieren con guerra
y
la guerra con sangre
la
paz de los jardines de paz
y
la guerra de los criminales de guerra
declara
la guerra a la guerra
para
que la paz se tenga en paz
y
haz que la paz no siga dando guerra
haz
la paz a la guerra para
que
la guerra descanse en paz.
(Antonio Acevedo Linares)
(Imagen: tratamiento digital de obras de Otto Dix ["Cráneo"] y Cynde Soto).