lunes, 28 de diciembre de 2020

¿Hay parálisis en el gobierno?

Una vez conseguida la aprobación de los presupuestos generales del estado, que acaba de pasar el último trámite en el Senado, durante las últimas semanas estamos viendo cómo las divergencias internas en el gobierno parecen aflorar más que nunca. Salvo la obligada atención a la pandemia, que lleva condicionando la mayor parte de la agenda programática pactada por los dos grupos que forman el gobierno, son varios los asuntos que se están dilucidando sin que, por ahora y a diferencia de otras ocasiones, se hayan solventado. La monarquía y las andanzas del emérito, el Sáhara Occidental y las relaciones con Marruecos, el tratamiento a la crisis migratoria en Canarias, el control a las pensiones, la subida del salario mínimo, la derogación de la reforma laboral... son algunos de esos asuntos espinosos irresueltos. Veámoslo por partes.

Una mirada a un pasado algo lejano

En primer lugar, estamos ante dos de los asuntos clave del sistema: el modelo de jefatura de estado y el modelo económico. En los dos el PSOE ha sido un pilar fundamental desde que en 1982 accedió por primera vez al gobierno. Se convirtió entonces en el artífice de lo que durante casi tres décadas ha estado asentado. Lo hizo corrigiendo los deficits estructurales heredados del franquismo (recaudación fiscal, educación, sanidad...), completando derechos civiles (aborto...), poniendo al día la agenda internacional (instituciones europeas, OTAN...), ajustando la economía a los nuevos cánones del capitalismo internacional en la senda neoliberal (control del gasto público, privatización de empresas públicas, desregulación laboral...), haciendo frente a la acción de ETA mediante métodos heredados de gobiernos anteriores, dando pábulo a la monarquía y a quien ocupaba el trono, o manteniendo una situación de statu quo privilegiado con la Iglesia Católica.   

La llegada del PP al gobierno en 1996 no alteró ese camino, si bien se intensificaron las medidas concernientes a la economía, ya claramente neoliberales, e introduciendo como novedad en los asuntos internacionales una alineación con EEUU desde que en 2001 George Bush jr. asumió la presidencia. Esto último fue precisamente lo que estuvo en la base del revolcón electoral de 2004, que fue desencadenado por la gestión miserable que el gobierno hizo de los atentados del 15-M.

Ya fuera del mando ejecutivo, para el PP fue el momento que empezó a mostrar en su plenitud su faceta de una derecha que aunaba la "modernidad" del neoliberalismo, perfectamente puesta en práctica entre 1996-2004, y las servidumbres de su naturaleza reaccionaria. El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que mantuvo en lo esencial lo primero, se vio duramente hostigado por cuantas medidas supusieron, con mayor o menor atrevimiento, la ampliación de derechos civiles (aborto, matrimonio igualitario...), el resarcimiento de algunas deudas del pasado (memoria histórica), las negociaciones para el abandono de las armas por ETA, la renegociación de las relaciones con Catalunya...

Ascenso y caída del PP

La crisis económica del 2008 ahogó al gobierno del PSOE, entre otras cosas porque empezó a afrontarla desde los parámetros de la ortodoxia neoliberal, y aupó al PP a unas cotas de poder inimaginables. Casi todos los ámbitos de gobierno en los distintos niveles de la administración quedaron en sus manos. Y por eso hizo y deshizo a su antojo. Pero con un punto débil: la corrupción, que estaba rezumando de cara la opinión pública a través de los medios de comunicación y en algunos ámbitos del mundo de la Justicia. 

Hubo también una importante novedad: la movilización creciente de una buena parte de la sociedad. Aunque ya había empezado a dejarse ver durante los momentos finales del gobierno de Zapatero, fue durante el gobierno del PP cuando alcanzó los niveles más altos, hasta el punto que planteó un pulso al sistema. Es lo que explica el relevo en el trono. O la irrupción en cada uno de los dos flancos del espectro político de dos grupos políticos, Ciudadanos y Podemos, que rompieron el bipartidismo reinante

Y no faltó un grave contratiempo: el reto del procès catalán. Nacido como reacción al neocentralismo del PP, arrancó con un fuerte impulso en la sociedad que fue creciendo en poco tiempo, aunque en el momento crucial con sus limitaciones e incluso errores en su puesta en práctica. La aplicación del artículo 151 fue la respuesta inmediata del gobierno, que estuvo apoyado por el PSOE. A ello se añadió su judicialización, alejada de la naturaleza política que el procès llevaba en su seno.

Un breve repaso del PSOE de Pedro Sánchez

El PSOE de Pedro Sánchez es una reinvención del partido configurada en la sucesión de acontecimientos que desde 2014 se fueron precipitando. De ser el favorito del aparato pasó a ser un maldito cuando se negó a dejar gobernar al PP en minoría. Ésa fue la razón para que fuera defenestrado. Su travesía en el desierto de unos meses le permitió recoger la savia nueva que necesitaba para volver a auparse al frente del partido. Para ello se presentó como un líder nuevo, muy crítico con quienes, dentro y fuera del partido, lo denostaron y con cierto atrevimiento programático. Ya recuperado el mando, consiguió en 2018 el apoyo parlamentario suficiente para triunfar en la moción de censura contra Mariano Rajoy. Y, ojo, con la misma mayoría que ha permitido que los presupuestos generales del estado de 2020 hayan sido aprobados.

La gestión de la nueva situación política fracasó en la aprobación de unos nuevos presupuestos generales, pactados por el PSOE y Unidos Podemos. Para ello fue decisivo el rechazo por parte de ERC, que estaba inmerso en una competencia por liderar la comunidad. Mientras tanto, la derecha españolista, a la vez que se fraccionaba más con la irrupción de Vox, se iba radicalizando en su discurso, haciendo de la unidad de España y el anticatalanismo dos de sus banderas. La plaza de Colón madrileña fue su puesta en escena.  
 
Tras dos elecciones casi consecutivas en 2019, fracasaron los intentos de Sánchez por conseguir gobernar en solitario o con el apoyo de Ciudadanos, inmerso en su estrategia radical y de ver a Sánchez como un enemigo. Por su izquierda, Unidas Podemos y las distintas confluencias hermanas, pese a la división del errejonismo, mantuvieron un nivel de apoyos suficiente para hacer ver a Sánchez que el camino era otro. Los grupos nacionalistas siguieron dando pruebas de su fortaleza en Cataluña y el País Vasco, mientras en Galicia y Valencia volvieron a dejar constancia de que existen. 

¿Qué está pasando? ¿Por qué? 

El nuevo gobierno nació con un fuerte rechazo por los grupos de la derecha españolista, que, haciendo uso de una violencia verbal inusitada, le negaron legitimidad. La pandemia, lejos de favorecer un esfuerzo común para combatirla en los aspectos más puramente médicos y de salud pública, ha sido utilizada por esos grupos como una ocasión propicia para derribarlo. Y para ello han hecho uso, sin ningún tipo de complejo, de falsedades, medias verdades, mensajes contradictorios...  Sólo Ciudadanos se ha desmarcado en parte, buscando una salida a la situación crítica en que está inmerso como partido.  

Pese a que la agenda inicial del gobierno ha quedado en suspenso, una parte importante de las medidas que ha ido tomando, condicionadas por la pandemia, ha tenido un sello progresista. Se ha buscado aliviar la situación de los sectores socialmente más vulnerables, sin que se haya dejado a atrás a las empresas y las personas autónomas. Subsidios de paro, ingreso mínimo vital, ERTEs, medidas antidesahucios, etc. son algunas de las formas como se ha concretado, insuficiencias y errores incluidos. Medidas necesarias, en la línea de otros países europeos y respaldadas incluso por las autoridades comunitarias. La ortodoxia neoliberal, que tanto perjudicó al principio de la crisis de 2008 a los países del sur, se ha relajado cuando la pandemia es una realidad común en el conjunto de la Unión Europea. 

No han faltado asuntos de importancia, como los relacionados con la corona y el mundo militar. El anuncio en marzo del distanciamiento del monarca con respecto a su padre (retirada de la asignación como emérito y rechazo de la herencia), la posterior huida en agosto del país y el mayor conocimiento de sus escándalos financieros han sido tratados de distinta manera por los componentes del gobierno. Para el PSOE sigue siendo un tema tabú, en consonancia con su papel de principal valedor de la monarquía. Para Unidas Podemos es una ocasión para que se trate como parte del debate político. Al fin y al cabo resulta coherente con su oposición a una institución antidemocrática per se, cuyo ocupante del pasado ha dado muestras de corrupción y falta de ejemplaridad, y con un titular actual que cada vez más está dando muestras de escorarse a la derecha.

En cuanto al ambiente que se está viviendo en medios militares la cosa resulta preocupante. Las noticias que nos van llegando están poniendo de relieve que algo se está cociendo. Sin llegar a creer que tenga el carácter de lo ocurrido en 1936, podemos retrotraernos a 1981. El golpe militar, aparentemente fracasado, sirvió para "poner orden en la casa". Estabilizó el sistema, incluida la mitificación hasta extremos delirantes de quien ocupaba la jefatura del estado. es algo que debemos recordarlo pata tenerlo en cuenta.  

La aprobación de los presupuestos generales ha supuesto un triunfo para Unidas Podemos. No son los que hubiera deseado, pero sí los posibles en la actual coyuntura. Han evitado que tuvieran la impronta que se pretendía con acuerdos con Ciudadanos. Han obtenido el mayor número de apoyos parlamentarios habidos hasta el momento, incluyendo los conseguidos desde EH-Bildu.

Estos últimos días se ha encendido el asunto de la subida del salario mínimo. Se oponen la patronal, la derechona y la parte del gobierno que forma parte del PSOE. Y al frente, Nadia Calviño, una especie de comisaria neoliberal que representa la ortodoxia proveniente de la Unión Europea, en la durante los años anteriores participó. El salario mínimo se presenta, pues, como un reto de primer orden. No único, pues ocurre también con el intento por seguir retrasando el acceso a las pensiones o la negativa a derogar la reforma laboral. Cosas lo suficientemente importantes como para ser tenidas en cuenta dentro del área económica. 

¿Qué hacer?    

Tengo la impresión que desde esa parte del gobierno se buscado poner freno a tanta deriva por la izquierda. A ello se une el miedo que se le tiene en el PSOE a las críticas desde la derecha de las coincidencias con quienes quieren "romper España". Posiblemente tengan en cuenta también los datos que van ofreciendo los sondeos electorales. El PSOE mantiene el liderazgo en las preferencias y un nivel más o menos estable. Pese a que podría estar perdiendo algunos apoyos por el centro, los ganaría por la izquierda y a costa de Unidas Podemos. Eso explicaría su actitud, tendente a la moderación. 

En la pregunta que da título a la entrada planteo la posibilidad de que el gobierno esté paralizado. No lo sé, aunque intuyo que desde los dos grupos que forman parte de Unidas Podemos se está valorando con preocupación lo que está ocurriendo. Hay silencios que llevan a considerarlo. 

Quizás no sea el momento, pero desde una posición política de izquierdas conviene dejar las cosas claras. Considero que la presencia de Unidas Podemos en el gobierno está siendo positiva. Por lo que ha hecho y por lo que ha impedido que se haga. Y hay que seguir haciendo, porque quedan muchas cosas pendientes, a la vez que van surgiendo otras cosas nuevas. Pero estar por estar en el gobierno no debe ser el objetivo. Estar para avanzar, sí.