domingo, 22 de julio de 2018

Petras, Dieterich y Borón, acerca de la situación en Nicaragua


Las valoraciones que estos tres intelectuales están haciendo de la situación de Nicaragua tienen un gran interés. No son coincidentes, pero aportan algunos aspectos que deben tenerse en cuenta. En el caso de Henz Dieterich, además, no ha surgido en el momento del inicio de la crisis política, sino que se engarza en análisis previos, distante tanto de quienes defienden, en mayor o menor, al gobierno nicaragüense como de quienes, por distintas razones, lo demonizan.

James Petras no se ha prodigado en el análisis de la situación de Nicaragua. Es a través del canal uruguayo Radio Centenario, en el que interviene como analista internacional, donde ha hecho algunas menciones a lo que está ocurriendo en ese país. Pocas y concisas, si bien claras, como, por ejemplo, ésta del pasado 14 de mayo:

“Creo que la situación en Nicaragua está muy polarizada, lo que la prensa no está dando información sobre el número de apoyantes de Ortega. Entonces, el país está polarizado, dividido, no sé en qué cuotas pero está dividido. En segundo lugar, el Ejército no va a tolerar la violencia ni actos vandálicos. En tercer lugar, la Iglesia ha tomado también posición de mediador y no de apoyante a los manifestantes. Cuarto, los manifestantes son muy violentos, han quemado edificios, hay saqueos de negocios, son una mezcla de personas que tiene reivindicaciones legítimas y otros que están con la política de los partidos de la derecha y la ultraderecha. Entonces, hay un panorama muy conflictivo, muy polarizado, muy dividido, con todo el apoyo de Washington y todos los liberales conocidos de siempre que hace tiempo buscan derrocar al gobierno. Nosotros tenemos serias críticas al gobierno de Ortega, pero no con los derechistas que están encabezando esto ni con los vandálicos que están metidos en este esfuerzo de tumbar ese gobierno. Me parece muy similar a los golpes que organizaron en Ucrania, Georgia, en Yugoslavia; es un padrón, donde Estados Unidos financia y monta estas protestas para tumbar gobiernos y reemplazarlos con títeres de Washington”.

O ésta del 21 de mayo

“Hay un conflicto obviamente pero no es un conflicto entre socialismo y capitalismo. Es un conflicto entre dos variantes del capitalismo, los Ortega por un lado y de otro la oposición que está dividida entre populistas y reaccionarios. Y creo que en realidad los que están en las fuerzas de choque son los populistas, pero los que se van a aprovechar son los oligarcas de siempre en Nicaragua. Y los golpistas están encabezando la oposición, porque cuando hay una propuesta de diálogo ellos vuelven a lanzar sus fuerzas de choque. Para nosotros, debemos rechazar a los golpistas que están atacando el proceso político, pero por otro lado debemos criticar también la política económica de los Ortega que está vinculada con los maquiladores, los grandes capitales exportadores. No hay ningún populista en este proceso, hay un conflicto y debemos tener claro cómo repartir las responsabilidades”.

Por su parte, Dieterich, sociólogo de origen alemán radicado en México y que llegó a ser asesor de Hugo Chávez, se expresó así el 11 de junio pasado en su artículo “El fin de Daniel Ortega”:

“El 29 de septiembre del 2016, publiqué el análisis ‘Washington inicia la 2da Guerra de Destrucción contra la Nicaragua Sandinista’, donde advertí sobre la nueva campaña de destrucción económica y contrarrevolución cromática, que Washington llevaba a cabo para lograr el regime change (cambio de gobierno) en Nicaragua. Cité a la paladina de la mafia monroeísta de Miami, la congresista republicana Ros‐Lehtinen, que con motivo de la agresión del Nica-Act (Ley de condicionamiento a la inversión nicaragüense), declaró desvergonzadamente: ‘hasta que Nicaragua tenga elecciones libres, justas, transparentes y supervisadas por observadores electorales nacionales e internacionales creíbles (...) Estados Unidos va a (...) prevenir el acceso a los fondos internacionales’. Siendo objeto de una declaración fáctica de guerra por parte de Washington, estaba claro que el gobierno Ortega-Murillo iba a ser insostenible. ¿Qué estrategia, por lo tanto, podía salvar al desarrollismo sandinista del retorno de la banana republic somocista?

Aunque Dieterich se refiere permanentemente, cuando no lo transcribe en parte, al artículo suyo escrito en 2016 (“Washington inicia la 2da Guerra de Destruccióncontra Nicaragua Sandinista"), leerlo en su totalidad nos ayuda a entender cuáles son sus planteamientos. Resulta llamativa su propuesta estratégica para Nicaragua, en la que de paso hace una valoración de Nicolás Maduro y su gobierno:

 “El elemento esencial de una estrategia de sobrevivencia económica para los próximos 4-5 años de la agresión, consistía en mantener la dinámica macroeconómica. Ante el previsible colapso de la economía venezolana -cuyas importaciones agropecuarias y generosos subsidios energéticos sostenían la coyuntura económica nicaragüense-, bajo el inepto régimen de Maduro, el único megaproyecto económico-financiero disponible y con el volumen suficiente para ser autosustentable, era el Canal transoceánico, con China”.

Una propuesta, entre atrevida y controvertida, que corrobora de la siguiente manera, para finalmente acabar sentenciando al gobierno de Daniel Ortega:

“Con todo, era una oportunidad histórica, para consolidar el Sandinismo como fuerza hegemónica en el país, mediante una operación de audacia napoleónica. Se tenía que romper relaciones diplomáticas con Taiwan y establecerlas con la República Popular de China, ofertándole como premio a Beijing los yacimientos energéticos encontrados en las costas de Nicaragua. Ortega tenía su oportunidad de oro para consolidarse. Pero, la dejó pasar. Su caída y la de su pareja es el precio que ahora paga”.

El argentino Atilio Borón difiere de los anteriores. Sin ahorrarse críticas a los errores cometidos  por el gobierno nicaragüense, con especial mención al que desencadenó la crisis actual, esto es, el relativo a la reformas del sistema de pensiones, considera que el problema hay que inscribirlo en el contexto internacional de ofensiva imperialista contra los gobiernos progresistas latinoamericanos. El reciente artículo “Nicaragua, la revolución yla niña en el bote”, publicado el 17 julio, ya lleva en su título una expresión que no es otra cosa que una metáfora de lo que está ocurriendo. Esa “niña en el bote” es lo que sigue:

“En La Habana (…) divisé, a lo lejos un frágil botecito. Lo manejaba un robusto marinero y, en el otro extremo se encontraba una joven muchachita. El timonel parecía confundido y se esforzaba para mantener el rumbo en medio de una amenazante marejada. Y se me ocurrió pensar que esa imagen podía representar con elocuencia al proceso revolucionario, y no sólo en Nicaragua sino también en Venezuela, Bolivia, donde sea. La revolución es como aquella niña, y el timonel es el gobierno revolucionario. Este se puede equivocar, porque no hay obra humana a salvo del error; y cometer errores que lo dejen a merced del oleaje y pongan en peligro la vida de la niña. Para colmo, no muy lejos se dibujaba la ominosa silueta de una nave de guerra de Estados Unidos, cargada de armas letales, escuadrones de la muerte y soldados mercenarios. ¿Cómo salvar a la niña? ¿Botando el timonel al mar y dejando que se hunda el bote, y con él la niña? ¿Entregándola a la turba de criminales que se agolpan, sedientos de sangre y prestos para saquear el país, robarle sus recursos y violar y luego matar a la jovencita? No veo que eso sea la solución”.

Por lo demás, escribe cosas como éstas:

“Un notable revolucionario chileno, Manuel Cabieses Donoso, de cuya amistad me honro, escribió en su flamígera crítica al gobierno sandinista que “la reacción internacional, el ‘sicario’ general de la OEA, los medios de desinformación, el empresariado y la Iglesia Católica se han adueñado de la crisis social y política que gatillaron los errores del gobierno. Los reaccionarios se han montado en la ola de la protesta popular.” Descripción correcta de Cabieses Donoso de la cual, sin embargo, se extraen conclusiones equivocadas. Correcta porque es cierto que el gobierno de Daniel Ortega cometió un gravísimo error al sellar pactos “tácticos” con enemigos históricos del FSLN y, más recientemente, tratar de imponer una reforma previsional sin consulta alguna con las bases sandinistas o actuar con incomprensible desaprensión ante la crisis ecológica en la Reserva Biológica Indio-Maíz. Correcta también cuando dice que la derecha vernácula y sus amos extranjeros se adueñaron de la crisis social y política, dato éste de trascendental importancia que no puede ser soslayado o subestimado. Pero radicalmente incorrecta es su conclusión, como son las de Boaventura de Sousa Santos, la del entrañable y enorme poeta Ernesto Cardenal, y Carlos Mejía Godoy, amén de toda una plétora de luchadores sociales que en sus numerosas denuncias y escritos exigen –algunos abiertamente, otros de modo más sutil- la destitución del presidente nicaragüense sin siquiera esbozar una reflexión o arriesgar una conjetura acerca de lo que vendría después. Conocidos los baños de sangre que asolaron Honduras (…), Paraguay (… y antes lo que sucediera en Chile en 1973 y en Guatemala en 1954; o lo que hicieron los golpistas venezolanos (…) o lo que está ocurriendo ahora en Brasil y (…) en México, o (…) en la Argentina. ¿Alguien en su sano juicio puede suponer que la destitución del gobierno de Daniel Ortega instauraría en Nicaragua una democracia escandinava?”.

O estas otras:

“Todo lo anterior no significa obviar los graves errores del gobierno de Daniel Ortega y el enorme precio pagado por un pragmatismo que si estabilizó la situación económica del país y mejoró las condiciones de vida de la población hipotecó la tradición revolucionaria del sandinismo. Pero el pacto con los enemigos siempre es volátil y transitorio. Y ante la menor muestra de debilidad del gobierno, y ante un grosero error basado en el desprecio por la opinión de la base sandinista, aquellos se lanzaron con todo su arsenal a la calle para voltear a Ortega. Trasladaron buena parte de los mercenarios que protagonizaron las ‘guarimbas’ en Venezuela a Nicaragua y están aplicando ahora en Nicaragua la misma receta de violencia y muerte que se enseña en los manuales de la CIA. Conclusión: la caída del sandinismo debilitaría el entorno geopolítico de la brutalmente agredida Venezuela, y aumentaría las chances para la generalización de la violencia en toda la región”.