El reto que tiene por delante el nuevo presidente es de envergadura. Los de un país sumido en una grave y compleja crisis: en lo económico, en lo institucional, en lo internacional... Con los estragos del neoliberalismo de los gobiernos anteriores, la instalación de la corrupción y del narcotráfico en el estado, el creciente terrorismo de estado, las presiones provenientes del vecino del norte, el trato que está dando Donald Trump al país en el problema de la migración...
Unos retos que se complican con un mapa político interno donde los grupos se entrecruzan entre sí en las coaliciones electorales y de gobierno. La coalición triunfante está formada por MORENA (Movimiento Regeneración Nacional), surgido del PRD (Partido de la Renovación Democrática) y anterior partido de López Obrador; el PT (Partido del Trabajo), defensor del socialismo del siglo XXI; y el PES (Partido del Encuentro Social), un grupo de la derecha que se postula a la vez como cristiano y liberal. En el caso del candidato Anaya, sus apoyos han provenido de su grupo, el derechista PAN (Partido de Acción Nacional), y del PRD (Partido de la Revolución Democrática), de centroizquierda.
Con el tiempo iremos viendo por dónde sopla el viento. Por ahora parece que amplios sectores de la población han querido romper con un pasado que pesa en exceso y para mal. De lo que López Obrador y su gobierno estén dispuestos a hacer, pronto lo sabremos por la respuesta que dé ese vecino tan poderoso que tiene por el norte.