sábado, 19 de mayo de 2018

Así veía en 1984 a la "generación perdida" de los 60

Corría el año 1984 y me encontraba en un país lejano y hasta extraño: Bulgaria. Allí pasé unos cuatro meses -prácticamente el invierno- y entre las tantas cosas que viví e hice, estuvo el de reflexionar sobre las cosas que iban pasando en el mundo. En España el PSOE llevaba poco tiempo en el gobierno -no llegaba a dos años todavía-, pero el suficiente para que quienes desde el primer momento desconfiábamos de lo que pudiera hacer, viéramos cómo se iban cumpliendo nuestras previsiones. A raíz de una de las cartas que me envió un amigo escribí las reflexiones que publico a continuación. Hay un tono duro, pero mantengo el contenido. Estábamos en el comienzo de una nueva etapa, en la que el neoliberalismo, la recién estrenada estancia en la OTAN y la venidera entrada en la Comunidad Europea iban asomando la cabeza.  


"Hablaba un amigo en la carta que me mandó (…) de “cómo la imbecilidad y el conformismo de los viejos 60 se instalan en el poder y en la cúspide de los valores más consensuados”. No sé si puedo llegar al extremo de llamar imbéciles a los logros de esos años, pero lo que sí digo es que esos hombres de los 60 son imbéciles y habría que ser más duros. Toda una generación, o conjunto de generaciones, que abarcan los años 60 y primera mitad de los 70. Los que hoy mandan en nuestro país. De donde han salido las cabezas rectoras, las que piensan, las que traman, las que ejecutan… Sí, esos hombres que fueron rebeldes en su tiempo –en esos años 60- hoy conservan formas de “modernidad”, pero están vacíos por dentro, porque aspiran a conservar lo que heredaron de los que les precedieron. Asistimos al acto de consagración de una generación que no supo proseguir lo que inició. No sé la razón, los motivos que les llevaron a dejarse comprar. No se puede decir que se hayan vendido caros o baratos. Estar en el poder, en el poder de una clase dominante, minoritaria, reporta muchos beneficios. Que sean más o menos no tiene importancia. Importa el hecho en sí y la rabia que se siente cuando se asiste al espectáculo de los hombres que no supieron decir no cuando se les ofreció escoger entre “bajarse los pantalones” o mantenerlos subidos. ¡Ja!, me río yo de esos que se reían de su capitán o, mejor, “se cagaban en su madre” y algo más, y ahora estrechan su mano con una sonrisa en la cara y… justifican sus existencia y su esencia. Sí, esos años 60, “imbéciles” para mi amigo, para mí quizás no, pero que parieron a unos hombres que han dado nombre a lo que es algo así como la generación perdida".

(Sofía, 29-02-1984)