jueves, 21 de julio de 2011

La soledad del expresidente Camps

Ha dimitido. Pero sigue diciendo que es inocente. También dice que lo ha hecho para no hacer daño a Mariano Rajoy y por España. No se ha olvidado de mencionar a su apoyo electoral. En cuanto al origen de todo lo sucedido, de lo que se habla y escribe más es de los trajes. Primero dijo que los pagó, luego que se los regalaron... Federico Trillo se refirió ayer a cosas nimias y el propio Camps habló de las barbaridades que le han dicho. Los días previos, desde que el juez comunicó su imputación judicial, fueron de llamadas, mensajes y reuniones auspiciadas desde la sede de central del PP. La cosa no era para menos: un presidente de comunidad autónoma que podía ser condenado de "cohecho impropio" y además, lo que resulta más grave, dentro de un caso, el Gürtel, de elevado riesgo político. Rajoy se ha mantenido en silencio, pero resulta claro que ha actuado a través de otros. Por lo que se puede leer ha sido Trillo el cerebro de presentar la solución del problema mediante un tecnicismo jurídico. Como es un delito que no conlleva la inhabilitación política, le propuso a Camps y demás que se declararan culpables, pagaran la multa correspondiente y santas pascuas. Dicen que fue el acuerdo a que llegaron las partes: la dirección nacional del PP, Camps, Ricardo Costa (exsecretario del PP valenciano) y los otros dos inculpados. Un trágala que hubiera conllevado  inexorablemente al final la dimisión de Camps. ¿Cómo se iba a permitir que hubiera un presidente delincuente confeso? La cosa no ha salido, sin embargo, dentro del guión escrito por Trillo. Quizás por eso anoche, durante una entrevista a RNE, se crispó tanto y corto la comunicación de repente con la excusa de que salía su avión. El problema se ha complicado porque, al parecer, Costa se negó a autoinculparse. Para El Confidencial, como venganza por lo que le hizo Camps hace año y medio. Todo esto explicaría el silencio, y la incertidumbre, que hubo a lo largo de la mañana y las primeras horas de la tarde de ayer. Al final Camps acabó anunciando su dimisión. Ya se sabe, por altruismo (Rajoy, España...), ratificándose en su inocencia y, al decir de sus compañeros de partido, dando ejemplo.

Lo malo de todo esto es que lo de los trajes es una anécdota -utilizada, eso sí, como una cortina de humo-, pero no aislada. No se trata de la nimiedad de la que habló Trillo, sino de la punta de un iceberg que puede estallar en varias  cúpulas del PP (la central y algunas regionales) por haber dirigentes directamente involucrados; otros, incluido Rajoy, indirectamente, por su permisividad y falta de contundencia para atajar el problema; y hasta el propio Aznar, lo que redundaría en el principal patrimonio del partido. A través de la conocida como trama Gürtel había todo un conglomerado de personas del entorno del PP y empresas que, amén del inmejorable aprovechamiento personal, se basaba en acuerdos con ayuntamientos, comunidades autónomas y aparatos de organización del PP para llevar a cabo negocios basados en recalificaciones urbanísticas, prestación de servicios, etc. Un caso de corrupción descarada que penalmente se ha tipificado como delitos de tráfico de influencias, fraude fiscal, blanqueo de capitales, cohecho... El que estuviera tanta gente del PP involucrada en la trama, desde el conglomerado empresarial hasta los entes administrativos y el propio partido, ha llevado a que se sospechara y se acusara que fuera también una vía de financiación del PP. 

Entre los nombres más conocidos están el de Francisco Correa (la cabeza, siempre en el entorno económico del PP durante el periodo de José Mª Aznar, amigo de su yerno Alejandro Agag y presente, por supuesto, en la famosa boda de El Escorial), Pablo Crespo (exdirigente del PP gallego), Antoine Sánchez o Álvaro Pérez, más conocido como "el Bigotes". Éste fue el hombre que extendió la trama a Valencia cuando desde 2004 las relaciones con Madrid y la cúpula central del PP, ya con Rajoy al frente, se cortaron. "El Bigotes" fue el hombre que se vinculó al que entonces era el presidente regional del PP valenciano, Ricardo Costa, poniendo en marcha en esa comunidad lo que se ya venía haciendo en otros lugares (Madrid, Galicia...): adjudicaciones públicas, encargo de servicios, pago de comisiones, sobornos, regalos y demás. Y es aquí donde entra en escena Francisco Camps, al que se le acusa de haber recibido varios trajes de regalo a cambio de la adjudicación a la empresa Orange Marquet de sus servicios, consistentes en la organización de los eventos del PP valenciano. El sastre de los trajes, José Tomás, declaró en su día que esa empresa los pagaba en ese y otros casos en billetes de 500 euros. El otro día insistió en la  cadena SER que el expresidente nunca los pagó.

La dimensión que adquirió el problema llevó a que desde el principio en el PP se hiciera todo lo posible para poner freno al escándalo. Junto a las declaraciones autoexculpatorias o de ser víctimas de una persecución política, se inició una estrategia judicial para neutralizar al juez Baltasar Garzón, que había iniciado las investigaciones y el procesamiento de las personas implicadas. ¿Cómo? Aduciendo defectos de forma en la instrucción, que, en esta caso, se basaron en el empleo de escuchas telefónicas ilegales para obtener información. Garzón se encuentra ahora procesado por un delito de prevaricación a instancias del Tribunal Supremo.

La cosa, como se puede ver, está difícil, aunque no imposible, para el PP. Incluso para los principales implicados en la trama general, ya que el procesamiento de Garzón puede ser su tabla de salvación. El recurso de acudir a los defectos de forma no es nuevo en el PP, que en la década de los ochenta vio absueltos a los imputados en el caso Naseiro, una trama de financiación ilegal de la antigua Alianza Popular. Por lo que corresponde a Camps, todo se verá. ¿Se la tiene jurada Costa, después de que fuera castigado entre 2009 y 2010 con su destitución y suspensión temporal de militancia? ¿Se conformará el mismo Camps con ser el principal pagano de todo lo que está ocurriendo? ¿Ha conseguido Rajoy resolver un problema que le salpicaba, aunque fuera indirectamente, y puede hacerle daño en su carrera por la Moncloa? Todo está por ver, pero es que la soledad, halagos de cortesía aparte, resulta dura después de que se hayan disfrutado las mieles del triunfo.