Me acabo de enterar: a finales del mes pasado falleció Óscar, un amigo de mi juventud. De esos dos maravillosos años, entre 1975 y 1977, que pasé en el club juvenil del barrio. Rodeado de buena gente. De esos chicos y esas chicas que despertábamos al mundo de la adultez. Descubriendo y experimentando en la vida en cosas como la música, la poesía, las excursiones, la amistad, el amor y hasta la política. Sí, la política. Porque llegué allí por y para eso. Para vivir la experiencia de la lucha contra la dictadura que fenecía y soñar con la revolución. Y allí estaba él. Atrevido, atractivo, sin complejos... Estuvo entre quienes montamos un grupo musical, paseándonos sin pudor por los barrios de la ciudad. Empezamos con un homenaje a Víctor Jara, para luego ir ampliando el repertorio con otras canciones, entre las que destacaron "La muralla" de Nicolás Guillén y los Quilapayún o la "Santa Bárbara" minera. Estábamos Juanín, Mari Carmen, los Javis, Benigno... y Óscar. Con su voz entre potente y bella. "Grave
para la edad, rotunda, aunque sin pulir", como escribí en 2009. Llegó a unirse a "la Joven", como decíamos de la JGR. Lo hizo tímidamente y por poco tiempo. Le pesaba su familia, dividida entonces entre el PCE y el PSOE. Al final, todos, incluido él, acabaron en el partido de "la casa común". Con el paso de los años, cuando regresaba a mi ciudad natal, no dejé de verlo de vez en cuando. Fueron pocas las ocasiones, la verdad. Pero nunca faltó una conversación agradable. Y hasta cariñosa. Óscar, de veras que siento tu pérdida. ¡Y qué lástima cuando se hace llegar tan pronto!