miércoles, 28 de diciembre de 2016

La muerte de tres aceituneros inmigrantes


Para mucha gente, al menos de mi generación, oír hablar de los olivares de Jaén
nos llevaba a los versos de Miguel Hernández. Los mismos que cantábamos emocionados en las versiones musicales de Paco Ibáñez y, en mi caso menos, de Jarcha. "Andaluces de Jaén, / aceituneros altivos, / decidme en el alma: ¿quién, / quién levantó los olivos?". Estos días ha vuelto a saltar una triste noticia de esa tierra, con tres aceituneros como protagonistas: su muerte como consecuencia de un incendio en la cochera donde malvivían. Tres aceituneros inmigrantes de origen senegalés y maliense. El lugar donde han muerto ya dice mucho de sus condiciones de vida. Que hayamos sabido después que no reunía los requisitos de habitabilidad, lo corrobora. Que sus condiciones laborales no fueran precisamente boyantes, es una sospecha, si nos atenemos a las noticias que conocemos sobre las condiciones de trabajo en el medio rural.  

Que eso es una realidad cotidiana en numerosas personas inmigrantes, no resulta nada extraño. Estamos en pleno siglo XXI y la explotación, la precariedad o la miseria son componentes básicos de nuestro mundo rico. Que en nuestro país haya más de un 5% de personas con privaciones graves y que el riesgo de pobreza alcance casi el 30% dice mucho. Datos que se disparan entre la población inmigrante y más de la proveniente de lo que se denomina África Subsahariana. 

Miguel Hernández proseguía diciendo que esos olivos "No los levantó la nada, / ni el dinero, ni el señor, / sino la tierra callada, / el trabajo y el sudor". ¡Quién iba a decir que el poeta estaba dedicando su versos también, ochenta años después, a gente allende del continente! En muchísimos hogares degustamos del fruto del olivo y su preciado derivado, pero algo -o mucho- de dolor ingerimos cada día.