miércoles, 12 de febrero de 2014

El espacio del centro político está en disputa

El espacio político del centro es motivo de una fuerte disputa. Representa, de una forma explícita, alrededor de la tercera parte del electorado en sentido estricto (autoposicionamiento ideológico 5-6). Alcanzaría el 50% si tenemos en cuenta los bordes por su izquierda (4) y derecha (7). 

Estuvo en manos de la UCD durante la Transición, pasó al PSOE dirigido por Felipe González en los años 80 -lo que le permitió tres triunfos electorales holgados- y fue escorándose progresivamente hacia el PP en los años 90. Este partido se benefició por las aportaciones provenientes de tres ámbitos: las pérdidas del PSOE, el hundimiento del CDS de Adolfo Suárez y el electorado más joven. Entre 2004 y 2011 el PSOE volvió a recuperarlo parcialmente -nunca consiguió las mayorías absolutas de los años 80- como reacción al conservadurismo del gobierno del PP durante su segundo mandato. La gestión de la crisis por el gobierno de Zapatero, sin embargo, permitió que el PP se hiciera de nuevo con el electorado de centro de una forma abrumadora. 

Siguiendo el último barómetro del CIS, el electorado de centro del PP está en torno al 43%, incluso por encima del que se autoposiciona como de derecha, que representa la tercera parte. UPyD es el partido que mejor refleja el carácter centrista de su electorado: su promedio es de 4,5, coincidente con el del conjunto del estado (4,6); aunque reparte por igual -en algo más de la tercera parte- su electorado del centro y la izquierda, de este último espacio la cuarta parte se sitúa en nivel 4. PP, con 15%, y UPyD, con 24%, tienen en común el mayor nivel de gente del grupo NS/NC. En el caso del PSOE, su electorado de centro es bastante bajo, un indicio más que razonable del distanciamiento mutuo que existe: 16%, casi en su totalidad con el nivel 5.  

Actualmente existe una gran competencia por conseguir votos en ese espacio. Gracias a la circunscripción única las elecciones europeas permiten que puedan acceder a tener representación grupos que en otras circunstancias lo tendrían más difícil. Esa competencia se da en una doble dirección: en primer lugar, la existente entre los grupos tradicionales que han obtenido réditos en mayor o menor en ese electorado, como es el caso de PP y PSOE, sobre todo, pero también de CiU, PNV o CC; y en segundo lugar, la que se da entre los grupos de creación más reciente, como UPyD, Ciutadans e incluso Vox. 


En el primer caso conviene hacer algunas matizaciones. Es evidente que el PP está perdiendo apoyos como consecuencia de su acción gubernamental, pero al PSOE, por el contrario, le está costando recuperarlos. Los grupos diversos nacionalistas, por su parte, deben buscar votos fuera de su ámbito propio mediante la conformación de alianzas entre sí.


En cuanto al segundo caso, los tres grupos mencionados tienen en común dos cosas: sus veleidades antinacionalistas, bien defendiendo un modelo territorial centralista (UPyD y Vox) o bien el actual de las autonomías (Ciutadans); y su postura ante el problema del País Vasco y las víctimas de ETA, muy presente en UPyD y en la naciente Vox. Parece, no obstante, que UPyD es el grupo que mejor se está aprovechando de las pérdidas del PP y la incapacidad del PSOE, con la salvedad de Cataluña, donde Ciutadans es más influyente. Queda por ver qué grado de apoyo conseguirá este último grupo fuera de Cataluña, teniendo en cuenta el esfuerzo que está realizando buscando aliados y ayudas a través de los medios de comunicación y ciertas figuras simbólicas (Javier Nart, Francisco Vázquez, Antoni Asunción...). El caso de Vox parece más complicado, tanto por su debilidad organizativa como por su naturaleza, más vinculada al electorado de la derecha.


A todo esto hay que añadir el factor de la abstención, que se prevé más alta de la que suele serlo ya en las europeas. Y parece previsible que una parte del electorado centrista opte por esa vía, mostrando su disconformidad con los grupos que potencialmente le pueden representar mejor.

Parece que estas elecciones van a ser planteadas por todos los grupos como un ensayo de cara a las siguientes citas: las municipales y autonómicas de 2015 y quién sabe si también las generales. Y especialmente por los dos partidos mayoritarios, que son los que están viendo cómo sus apoyos se están mermando. El PP está centrando sus esfuerzos en conseguir unos logros en la política económica que son por ahora inexistentes, pese a las autoalabanzas reiteradas en forma de frases como "brotes verdes", "final del tunel", etc. En la recién celebrada conferencia política lo ha intentado, junto con la puesta en escena de unidad en torno al problema vasco y las víctimas de ETA. La reforma de la ley del aborto, sin embargo, aleja a los sectores más sensibles a los derechos civiles. El PSOE, por su parte, ha nombrado a un peso pesado de la actual dirección, Elena Valenciano, que le sirva de revulsivo tanto para el partido como tal como para la estrategia de Alfredo Pérez Rubalcaba. 

Atendiendo a los sondeos que se van publicando, el escenario electoral parece bastante distinto de lo ocurrido en 2009, cuando se celebraron las anteriores elecciones europeas y se produjo un triunfo del bipartidismo, y 2011, con la mayoría absoluta del PP y el batacazo del PSOE. Todo apunta a cambios importantes en varias direcciones. El fuerte castigo que sufriría el PP sería rentabilizado en mayor medida por UPyD, a expensas de lo que ocurra con Ciutadans, sin olvidar un retraimiento electoral de una parte en forma de abstención. El PSOE tendría serias dificultades en subir en relación a 2011: lo que pudiera ganar a costa del PP lo seguiría perdiendo por el centro hacia UPyD y Ciutadans. En Cataluña y País Vasco parece previsible que la alianza de grupos nacionalistas conservadores, con CiU y PNV a la cabeza, permitiría aumentar hasta tres su representación en la cámara europea.  

En suma, en la disputa por el apetitoso centro político las elecciones europeas prometen ser un escenario al azul vivo. Por lo que pueda venir después.