Distinguía el otro día Rafael Correa, presidente de Ecuador, opinión pública de opinión publicada. Lo hizo el pasado 19 en una entrevista concedida a la periodista Ana Pastor para TVE en el programa "Los desayunos de TVE". Fue tensa o, al menos, así se vio por momentos. La entrevistadora no admitía que la prensa no fuera neutral. Hablaba de profesionalidad como garantía de neutralidad en la información. ¡Qué falsedad! Correa no actuó a la defensiva, sino no todo lo contrario. Puso al descubierto la realidad de la mayoría de los medios de comunicación, su manipulación por las empresas que los sustentan, que a su vez lo son de las grandes corporaciones que mueven los hilos. ¿Cómo pueden ser libres quienes actúan para quienes les pagan, que en su país, por poner un ejemplo, son en última instancia los bancos? Siete cadenas de televisión, cinco de las cuales son privadas. ¿En España quiénes están detrás de los medios de comunicación? ¿Empresarios altruistas que invierten por amor a la libertad? Sugiero la lectura de Traficantes de la información, de Pascual Serrano. Aclara muchas cosas. ¿Cómo se puede hablar de opinión pública cuando se trata de reproducir lo que se dice en la mayoría de los medios de comunicación, que son privados? De ahí lo de opinión publicada. Esto es, intencionada, interesada, manipulada. Por cierto, cuando acabó la entrevista, la tertulia que le siguió casi dedicó un monográfico a criticarlo. La pluralidad consistió en tres periodistas que se sienten tan profesionales de varios de esos medios privados. Es lo que se puede ver u oír cada día en los canales públicos RNE o TVE, profesionales de El País, El Mundo, La Vanguardia, ABC, La Razón... Y siempre hablando de lo mismo, salvo, de vez en cuando, algún invitado de Público o no sé si despistado. Cuánta razón tienes, Rafael. Y cuánto dolió lo que dijiste.