domingo, 15 de mayo de 2011

El derecho de pernada

Hace un año Juan Torres escribió sobre el Fondo Monetario Internacional lo siguiente: "Los economistas del Fondo que han venido a dictar sentencia a España, como hacen en tantos otros países, son los que predican austeridad a quienes ganan unos cientos de euros mientras ellos se fijan a sí mismos sueldos multimillonarios, los que exigen recortes de gasto a los gobiernos desde hoteles de cinco estrellas y limusinas que pagamos los contribuyentes. Los que se declaran políticamente neutrales pero tratan con favor a los dictadores y alteran sin rubor las decisiones democráticas que toman los poderes representativos. El Fondo es la institución que reclama buen gobierno a los Estados pero que actúa con una opacidad absoluta y sin control alguno, la que dice defender la libertad pero tiene internamente un funcionamiento completamente antidemocrático. La que reclama rigor y acierto a los gobiernos pero que nunca ha realizado una autocrítica efectiva ni evaluado seriamente sus múltiples y fatales equivocaciones".

Pues bien, su presidente, un tal Dominique Strauss-Kahn, francés y dice que socialista (es del PSF), ha saltado hoy a la actualidad acusado de agresión sexual a una camarera del hotel donde se hospedaba en Nueva York. Desde la presunción de inocencia, choca, y mucho, que, una vez que la camarera huyera de la habitación para denunciar el hecho, el propio Strauss-Kahn saliera pitando del hotel hacia un avión con destino a París, dejándose, entre otras cosas, el móvil.

Todo resulta muy extraño, aunque, según se ha informado, no es la primera vez que se ha visto involucrado en un asunto de faldas, aunque en este caso el incidente haya ido acompañado de una agresión. 

Parece una metáfora del mundo donde vivimos. Al igual que las instituciones económicas internacionales, las grandes empresas y los gobiernos de los estados aplican políticas económicas cada vez más agresivas contra los pueblos, campando por sus respetos sin importarles nada quienes las sufren, sus responsables, de carne y hueso, aplican los mismos principios en la vida cotidiana. Su insensibilidad social conduce a la violación con impunidad de la dignidad de cientos y miles de millones de personas anónimas mediante la restricción de sus salarios, el recorte de los servicios públicos o el control de los gastos sociales, cuando no la condena a la pobreza. La misma insensibilidad que lleva a esa gente a seguir haciendo uso del derecho de pernada.