martes, 5 de abril de 2011

Vladimir Maiakovski: los ojos de otro poeta en Nueva York



























“Cuando alguien dice 'América' te imaginas a Nueva York, caballos salvajes, al tío Sam, a Coolidge, etcétera, o sea, todo lo que pertenece a Estados Unidos.

Es extraño pero cierto. Es extraño, porque, en realidad, hay tres Américas: la del Norte, la Central y la del Sur.

Los Estados Unidos de América del Norte ni siquiera ocupan toda Norteamérica, y sin embargo -¡fíjense!- se han quedado, apropiado y absorbido los nombres de todas al Américas. Es cierto, porque los Estados Unidos se han apoderado del derecho de llamarse América por la fuerza, con sus dreadnoghts [los buques acorazados usados mayoritariamente en la primera mitad del siglo XX] y sus dólares, infundiendo terror en las repúblicas y colonias vecinas”.

Quien ha escrito estas líneas, lo hizo entre 1925 y 1926. Se trata de Vladimir Maiakovski. Leer América, un pequeño libro recién editado por Gallo Nero, me ha llevado a releer paralelamente, y con ello revivir y recordar, la obra del poeta ruso que ha pasado a la historia de la literatura por ser uno de los principales impulsores del movimiento futurista en su país. La amenidad de su contenido, la correcta sencillez de la narración y la riqueza de registros políticos, históricos y culturales dan lugar a una pequeña gran obra. Puede resultar extraño, porque quien conozca algo su obra poética, echa de menos el vértigo de los versos donde desgrana todas sus aspiraciones y sentimientos.

Maiakovski nos cuenta lo vivido durante el viaje que realizó a Estados Unidos en 1925, previo paso por México, describiendo lo que sus ojos van viendo en el transcurso de sus visitas por diversas ciudades (Nueva York, Chicago, Detroit…). Se fija en personas anónimas, migrantes, sindicalistas, militantes revolucionarios, políticos o empresarios de éxito. También en los edificios, trenes, los periódicos, las costumbres o los paisajes, entre tantas otras cosas. Y, por supuesto, no olvida el consumismo, las hipotecas, la explotación, el racismo, la mafia, la banalidad… Toda una disección minuciosa, muchas veces ácida, de una sociedad de la que no tiene duda que ya es el centro del mundo y del capitalismo. Son los Estados Unidos de los “felices años 20”, pero que podrían parecer los actuales, como si el tiempo apenas hubiera pasado pese a los tres cuartos de siglo que se han sumado al calendario.

Y de todo lo que aparece, además de lo que ha encabezado este escrito, me quedo con lo que para mí es una definición de Nueva York (que le gusta ‘los días laborales de otoño, entre semana’), distinta a la que hiciera el gran Federico, hecha a través de poetas y en clave, cómo no, futurista:

“Hace 30 años V.G. Korolenko, al ver Nueva York, anotó:

‘A través de la bruma se veían edificios enormes de seis y siete plantas en la costa…’.

Hace unos 15 años Máximo Gorki, que visitó Nueva York, informaba:

‘A través de la lluvia oblicua se veían edificios de quince y veinte plantas en las costa’.

Para no apartarme de las reglas del decoro que, por lo visto, imperan en los escritores, debería escribir esto:

‘A través de la bruma oblicua se ven descomunales edificios de cuarenta y cincuenta plantas…’.

Y el poeta del futuro anotará después del viaje:

‘A través de los edificios rectos con un cantidad de plantas indefinida que se elevan en la costa neoyorquina no se veían ni humo sin lluvia oblicuas, y mucho menos brumas de ningún tipo’”.