lunes, 11 de abril de 2011

Bajamar
























El ciclo de las mareas es una rutina diaria de la naturaleza que suele pasar desapercibida. Pasear por la orilla de la playa fuera del bullicio del bañismo de masas resulta altamente gratificante. Hacerlo con frecuencia, en distintos momentos del día y a lo largo de las cuatro estaciones permite captar matices que no reparamos cuando lo hacemos esporádicamente. La luz, la arena, el agua, la atmósfera y el viento se funden, dando lugar a visiones y sensaciones variadas. Los colores y sus tonalidades bailan en los reflejos del sol sobre las olas y la arena. Hace unas semanas, entre el 18 y el 20 de marzo, pudimos contemplar en la costa atlántica gaditana una marea baja de tal dimensión que, según dicen, ha sido la mayor de los últimos 18 años.  He sido testigo de lo ocurrido. Las fotos que aquí aparecen se corresponden con la playa del Carmen, en la propia localidad de Barbate, y el cabo de Trafalgar, éste sito en el extremo más occidental del término municipal. Fue un espectáculo. 

El primer día, al atardecer, me quedé sorprendido de cómo el agua se retiró de sus límites ordinarios, pudiendo deambular hasta las rocas del puerto de la Albufera, allí donde el Rompeolas de
la Paz, huella de las manos de Luis Valverde, se levanta como un testigo, y en las cercanías de la Barra, donde el río se funde con la inmensidad del mar. El tercero, temprano por la mañana, fue la apoteosis de lo maravilloso, transitando por una llanura rocosa que en ese momento se abrió fugaz frente al imponente cabo, quizás para descansar de las olas que la cubren permanentemente.