Qué soledad
tan sola te inundaba
en el
momento en que tus personales
amigos de
la vida y de la muerte
te
rodeaban.
Qué manera
de alzarse en un abrazo
el odio, la
traición, la muerte, el lodo.
Lo que
constituyó tu pensamiento
ha muerto
todo.
Qué vida
quemada,
qué
esperanza muerta,
qué vuelta
a la nada,
qué fin.
Un cielo
partido, una estrella rota,
rodaban por
dentro de ti.
Llegó este
momento, no hay más nada,
te viste
empuñando un fusil.
Volaba
lejos tu
pensamiento,
justo hacia
el tiempo
de
mensajes, de lealtades, de hacer.
Quedaba
darse todo
al ejemplo
y en poco
tiempo
una nueva
estrella armada
hacer.
Qué manera de
quedarse tan grabada
tu figura
ordenando nacer.
Los que te
vieron u oyeron decir
ya no te
olvidan.
Lindaste
con Dos Ríos y Ayacucho,
como un
libertador en Chacabuco.
Los Andes
que miraron crecerte
te
simbolizan.
Partías el
aire,
saltaban
las piedras,
surgías
perfecto de allí.
Jamás un
pensamiento
de pluma y
palabra
devino en
tan fuerte adalid.
Cesó por un
momento la existencia,
morías
comenzando a vivir.