miércoles, 11 de septiembre de 2024

A Salvador Allende en su combate por la vida


El fatídico 11 de septiembre de 1973 un golpe militar del fascismo, con el patrocinio del imperialismo estadounidense, puso fin a una esperanza en Chile. Supuso la muerte de 
su presidente, Salvador Allende, y la de miles  de su compatriotas, y el encarcelamiento y exilio de decenas de miles. Pablo Milanés le dedicó en 1974 la canción "A Salvador Allende en su combate por la vida":

Qué soledad tan sola te inundaba
en el momento en que tus personales
amigos de la vida y de la muerte
te rodeaban.

Qué manera de alzarse en un abrazo
el odio, la traición, la muerte, el lodo.
Lo que constituyó tu pensamiento
ha muerto todo.

Qué vida quemada,
qué esperanza muerta,
qué vuelta a la nada,
qué fin.

Un cielo partido, una estrella rota,
rodaban por dentro de ti.
Llegó este momento, no hay más nada,
te viste empuñando un fusil.

Volaba
lejos tu pensamiento,
justo hacia el tiempo
de mensajes, de lealtades, de hacer.

Quedaba
darse todo al ejemplo
y en poco tiempo
una nueva estrella armada
hacer.

Qué manera de quedarse tan grabada
tu figura ordenando nacer.
Los que te vieron u oyeron decir
ya no te olvidan.

Lindaste con Dos Ríos y Ayacucho,
como un libertador en Chacabuco.
Los Andes que miraron crecerte
te simbolizan.

Partías el aire,
saltaban las piedras,
surgías perfecto de allí.
Jamás un pensamiento
de pluma y palabra
devino en tan fuerte adalid.
Cesó por un momento la existencia,
morías comenzando a vivir.

domingo, 8 de septiembre de 2024

Conil recuerda a las 7 víctimas mortales del fatídico 8 de septiembre de 1936

 

El antiguo cementerio de La Chanca de Conil ha sido escenario de un homenaje a los 7 jóvenes que en la madrugada del 8 de septiembre de 1936, durante el comienzo de las fiestas del municipio, fueron víctimas de la represión fascista. Detenidos y recluidos en "el Granero", fueron conducidos de inmediato a La Muela, en el término municipal de Vejer de la Frontera, y asesinados. Sus nombres: Antonio de Alba Sánchez, Francisco Aragón Moreno, Francisco Fernández Brenes, Melchor Lobón Domínguez, Antonio Pérez Carrillo, Cosme Ramírez Gallardo, Pedro José Roldán Rodríguez, Fernando Pérez Guerrero, Juan Rodríguez Peces y Bernabé Muñoz Brenes. Los hechos ocurridos fueron llevados al cine en el documental Aquella feria vestida de luto.

El numeroso público asistente escuchó con atención las diversas intervenciones, en las que se recordó lo ocurrido en ese fatídico día, se pidió proseguir en los trabajos de indagación en el paraje donde fueron fusilados y enterrados, y se instó a la creación de un banco de ADN de familiares de las víctimas. Tampoco  faltaron la poesía y la música, con canciones interpretadas por Lucía Socam.

Como corolario, se inició una marcha por las calles de la localidad hasta el edificio del antiguo Granero, que fue lugar de reclusión de numerosas personas tras el golpe militar del 36. Y allí, sobre su fachada, se colocó una corona de flores, por debajo de la inscripción que recordaba a las víctimas y que fue retirada por sus propietarios.  

Un acto, en fin, muy emotivo, del que no podemos por menos que resaltar la labor tan meritoria que está llevando a cabo la Asociación  Comunes de Conil.

jueves, 5 de septiembre de 2024

En el centenario de Marinero en tierra, de Rafael Alberti


Sueño del marinero

Yo, marinero, en la ribera mía,
posada sobre un cano y dulce río
que da su brazo a un mar de Andalucía,

sueño en ser almirante de navío,
para partir el lomo de los mares,
al sol ardiente y a la luna fría.

¡Oh los yelos del sur! ¡Oh las polares
islas del norte! ¡Blanca primavera,
desnuda y yerta sobre los glaciares,
 
cuerpo de roca y alma de vidriera!
¡Oh estío tropical, rojo, abrasado,
bajo el plumero azul de la palmera!

Mi sueño, por el mar condecorado,
va sobre su bajel, firme, seguro,
de una verde sirena enamorado,

concha del agua allá en su seno oscuro.
¡Arrójame a las ondas, marinero-
-Sirenita del mar, yo te conjuro!
 
¡Sal de tu gruta, que adorarte quiero,
sal de tu gruta, virgen sembradora,
a sembrarme en el pecho tu lucero!

Ya está flotando el cuerpo de la aurora
en la bandeja azul del océano
y la cara del cielo se colora

de carmín. Deja el vidrio de tu mano
disuelto en la alba urna de mi frente,
alga de nácar y cantadora en vano

bajo el verjel azul de la corriente.
¡Gélidos desposorios submarinos
con el ángel barquero del relente

y la luna del agua por padrinos!
El mar, la tierra, el aire, mi sirena,
surcaré atado a los cabellos finos

y verdes de tu álgida melena.
Mis gallardetes blancos enarbola,
¡Oh marinero!, ante la aurora llena

¡y ruede por el mar tu caracola!


El mar. La mar

El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste
del mar?

En sueños la marejada
me tira del corazón;
se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste
acá?

Gimiendo por ver el mar,
un marinerito en tierra
iza al aire este lamento:

¡Ay mi blusa marinera;
siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera!


La niña que se va a la mar

¡Qué blanca lleva la falda
la niña que se va al mar!

¡Ay niña, no te la manche
la tinta del calamar!

¡Qué blancas tus manos, niña,
que te vas sin suspirar!

¡Ay niña, no te las manche
la tinta del calamar!

Qué blanco tu corazón
y qué blanco tu mirar!

¡Ay niña, no te los manche
la tinta del calamar!


Elegía del niño marinero

A Manuel Ruiz Castillo

Marinerito delgado,
Luis Gonzaga de la mar,
¡qué fresco era tu pescado,
acabado de pescar!

Te fuiste, marinerito,
en una noche lunada,
¡tan alegre, tan bonito,
cantando, a la mar salada!

¡Qué humilde estaba la mar!
¡Él cómo la gobernaba!
Tan dulce era su cantar,
que el aire se enajenaba.

Cinco delfines remeros
su barca le cortejaban.
Dos ángeles marineros,
invisibles, le guiaban.

Tendió las redes, ¡qué pena!,
por sobre la mar helada.
Y pescó la luna llena,
sola, en su red plateada.

¡Qué negra quedó la mar!
¡La noche, qué desolada!
Derribado su cantar,
la barca fue derribada.

Flotadora va en el viento
la sonrisa amortajada
de su rostro. ¡Qué lamento
el de la noche cerrada!

¡Ay mi niño marinero,
tan morenito y galán,
tan guapo y tan pinturero,
más puro y bueno que el pan!

¿Qué harás, pescador de oro,
allá en los valles salados
del mar? ¿Hallaste el tesoro
secreto de los pescados?

Deja, niño, el salinar
del fondo, y súbeme el cielo
de los peces y, en tu anzuelo,
mi hortelanita del mar.


Elegía del cometa Halley

Ya era yo lo que no era,
cuando apareció el cometa.

Del mar de Cádiz, Sofía,
asaltaba su cabellera.

¡Ay, quién se la peinaría!

Con un escarpidor fino,
salí a la ribera mía.
¡Suéltale la cauda, madre,
que se la peine Sofía!

¡Ya era yo lo que no era!


Funerales

¡Pescadores, pescadores,
lanzad el arpón al viento
y en banderas sin colores
izad vuestro sentimiento!

Lloren los ojos del puente
las aguas de treinta ríos;
que el puño de la corriente
rompa en el mar los navíos.

¡Lampiños guardias marinas,
que alegres guardáis las olas,
giman las negras bocinas
y callen las caracolas!

¡Marineras, marineras,
mujeres del aire frío,
regad vuestras cabelleras
negras por el playerío!

¡Sal hortelana del mar,
flotando, sobre tu huerto,
desnuda, para llorar
por el marinero muerto!

Llueve sobre el agua, llueve
nieve negra de alga fría.
Entre glaciares de nieve,
abierta, la tumba mía.

Funerales de las olas!
¡El viento, en los arenales!
Entre apagadas farolas
se hunden mis funerales.