Llevaba varias semanas bastante mal de salud y hace dos días ha tenido lugar el desenlace definitivo. Ha sido uno de los grandes jugadores de fútbol de la historia. De ese quinteto de gigantes al que también pertenecen Di Stéfano, Cruyff, Maradona y Messi. Estuvo activo entre finales de los años cincuenta y los primeros de los setenta, desarrollando casi toda su vida en el Santos y, claro está, en la selección de Brasil. Ha sido poseedor de tres campeonatos del mundo y artífice de una cuenta de resultados impresionante entre otros torneos nacionales e internacionales, número de goles y como protagonista de jugadas memorables. ¡Y de qué manera y a qué altura lo hizo todo! Dueño de una técnica prodigiosa, fue habilidoso en el regate -a veces, cuasi de malabarista-, eficaz en los remates de cabeza, poseedor de una buena visión de juego, buen lanzador de faltas y un gran goleador.
De niño mi padre me transmitía las razones de la fama que arrastraba. También nos contaban que empezó jugando con balones de trapo. Lógico: era de origen africano y su familia, como tantas otras del Brasil racista y clasista, era pobre. Destacó desde muy joven, hasta el punto que con tan sólo 17 años fue seleccionado para el mundial de Suecia de 1958, donde triunfó sobremanera. Fue el inicio de una leyenda que se agrandó con el paso de los años y se ha mantenido hasta nuestros días.
Tengo en mi memoria varios partidos suyos: los que jugó en los mundiales de Inglaterra, en 1966, y México, en 1970. Del primero, el que jugó contra la selección de Portugal. No se me han olvidado los saltos de dolor que dio corriendo tras ser lesionado impenitentemente, lo que le impidió seguir jugando, con el añadido de que por entonces no se permitía ningún tipo de cambios durante el partido. Su selección fue derrotada, lo que supuso, además, que quedara eliminada. No pude -no pudimos- con ello poder seguir viendo a quien arrastraba la fama de haber ganado los dos mundiales anteriores, en Suecia y Chile más concretamente.
Del celebrado en México es de donde tengo recuerdos más frescos. Vi casi todos los partidos que ofreció TVE y que veíamos por la noche, en el comienzo del verano y libres ya de las clases. Para mí fue un espectáculo: por el buen fútbol desplegado en general y, ante todo, por lo que hizo Brasil. Su delantera de lujo fue el resultado del encaje que tuvo que hacer el seleccionador para aprovechar el talento que tenían Jairzinho, Pelé, Tostao, Gerson y Rivelinho. Y entre ellos destacó, por supuesto, Pelé. Por su maestría, por los goles que marcó y por otros dos no-goles que pudieron serlo: uno, cuando lanzó desde medio campo un balón con el portero adelantado -escribo de memoria: creo que era Viktor, de Checoslovaquia- y que no entró por poco; y el otro, cuando engañó a otro portero fingiendo un regate, pero cruzándose con él, para acabar lanzando fuera el balón, también por muy poco.
Tras su retirada, previo paso por el Cosmos de EEUU junto con otras figuras del fútbol, surgió otro Pelé. Aprovechó su fama para meterse en otros mundos, como el de los negocios. Fue un personaje que, junto a las obligadas muestras de caridad o su participación en la película Evasión o victoria, llegó a dar otras muestras, en este caso de insolidaridad. Por ejemplo, frente a sus compatriotas, cuando se negó a condenar la dictadura militar de su país; cuando se alejó de sus orígenes sociales; cuando se vinculó a la FIFA y a sus negocios y tejemanejes; e incluso, recientemente, en 2018, cuando saludó el triunfo electoral de Jair Bolsonaro en Brasil. ¡Ay de quienes se olvidan de sus hermanos y hermanas de clase!
Con la muerte de Pelé se abre, por enésima vez, el debate sobre quién ha sido el mejor jugador de fútbol de la historia. Tengo pendiente una entrada sobre ello -el mundial de Catar da pie a ello- y sólo adelanto una cosa: no puede haber comparación entre jugadores que actuaron en momentos diferentes. En el caso de Pelé me quedo con la magia que desplegó sobre el césped y que he podido ver en algunos de los partidos que jugó y en los resúmenes que se ofrecen a través de las redes digitales.