sábado, 14 de diciembre de 2019

Lo que representa la victoria electoral de Boris Jonhson

































En el Reino Unido ha ganado con claridad el Partido Conservador. Aunque en realidad lo ha sido Boris Johnson y su gente. Si a finales de los setenta con Margaret Thatcher ese partido dio el giro decisivo para erigirse, junto con Ronald Reagan, en uno de los dos baluartes del entonces naciente neoliberalismo en el gobierno y del atlantismo más agresivo, ahora con Johnson ha añadido un elemento nuevo: al asunción del euroescepticismo frente al europeísmo dominante. En esas tres cosas coincide con Donald Trump y su gente, lanzados a una carrera, que no es otra cosa que una especie de huida hacia adelante, propia de un imperio en decadencia. 


Jonhson y Trump representan la resistencia de las decadencias. El primero, la de un imperio que lo fue todo hasta hace un siglo y que fue perdiendo sus colonias desde mediados. Con dudas, acabó integrándose a principios de los años setenta en la CEE (luego, sucesivamente, CE y UE), pero, como hemos dicho antes, con Thatcher viró hacia el oeste, aliándose preferentemente con EEUU en lo económico y en lo geoestratégico.

Trump representa la resistencia del imperio más global y poderoso habido a lo largo del tiempo de la humanidad. Pero ya decadente y potencialmente en bancarrota. Su poderosa maquinaria sólo se sostiene gracias a la capacidad que sigue manteniendo para hacer del dólar la divisa de intercambios económicos y financieros. Con eso está enjugando su creciente déficit crónico y con eso se está permitiendo que la economía local aporte el suficiente empleo para mantener la ilusión de buena parte de la población. Una población fuertemente fragmentada en desigualdades y con enormes carencias en los servicios básicos de salud y educación, que están fuertemente privatizados. 

Jonhson mira a su amigo Trump y los dos se buscan en la complicidad. Con una diferencia: que el primero, por ser el mandatario del imperio de nuestros días, tiene más poder y por ahora menor debilidad. Y lamentablemente con una cosa en común: que quienes les están aportando el plus de oxígeno necesario para gobernar son los sectores más humildes de la población "blancos", diferenciados de la gente que proviene de la inmigración, que es vista entre el recelo y sobre todo el creciente odio. Sí, el apoyo de lo que va quedando de la vieja clase obrera, de los diferentes estratos de personas asalariadas y de quienes están haciendo del falso autoempleo su nueva forma de ganarse la vida. Y también el olvido de lo poco que va quedando de una visión solidaria de las relaciones humanas.   

Mucho cuidado, porque es lo que también se está viendo en el continente. Y en  nuestro país, claro.