sábado, 19 de enero de 2019

La Bauhaus, a cien años de su nacimiento





















Hace ahora cien años del nacimiento de la escuela de la Bauhaus. Lo hizo en la ciudad alemana de Weimar, la misma que también vio nacer varios meses después la primera Constitución democrática de ese país. Fundada por el arquitecto racionalista Walter Gropius, buscó aunar el diseño, las artes plásticas y la arquitectura desde el doble principio de la colaboración entre docentes y discentes, y de la proyección de la creatividad artística hacia las gentes. Tuvo, pues, un alma y una práctica democráticas, que sirvieran de germen de una sociedad nueva.

Entre sus prioridades por abrirse a la sociedad estuvo la búsqueda para ayudar a resolver problemas concretos, lo que conllevaba un elevado sentido práctico a la hora de resolverlo. Eso explica la máxima que se atribuye a Gropius: “La forma sigue a la función”.

La Bauhaus fue un espacio de acción que bebió de las tendencias más avanzadas de su momento. Tendió a la estética racionalista, lo que la llevó a nutrirse del constructivismo ruso o el neoplasticismo holandés. Pero en ella trabajaron también artistas como Kandinski, que hacían del espíritu la inspiración de sus obras abstractas. Inicialmente, incluso, estuvo presente el influjo del expresionismo, y posteriormente los contactos con el más efímero dadaísmo y el surrealismo nunca faltaron.

Desde el punto de vista arquitectónico diseñaron bloques de edificios horizontales y de formas simples, con la intención de ir conformando un nuevo modelo de ciudades donde los espacios fueran sustituyendo las angostas ciudades de origen medieval. El vidrio estaba muy presente en las fachadas, de manera que los interiores se iluminaban y a la vez se convertían en espacios de distribución flexible.

En todo esto no faltaba el diseño de un mobiliario diverso, donde sillas, butacas, mesas, estanterías, etc. fueron adquiriendo formas originales, atrevidas y dotadas de un gran cromatismo.

Los primeros años estuvieron cargados de idealismo e indefiniciones, con un equipo de trabajo prestigioso, que con el tiempo fue cambiando. Además de Gropius, arquitecto y director de la escuela hasta 1928, fueron pasando los también arquitectos Luidwg Mies van der Rohe y Hannes Meyer; los pintores Lyonel Feininger, Paul Klee o Vassily Kandisky; el escultor Gerhard Marcks; el diseñador y fotógrafo László Moholy-Nagy; el arquitecto y diseñador de muebles Marcel Breuer; o el multifacético Oskar Schlemmer, a quien se encargó la tarea de la formación teatral. En 1928 Meyer sustituyó a Gropius en la dirección de la escuela y dos años lo hizo Mies van der Rohe, con quien coincidió el cierre definitivo de la escuela.

Sería injusto no mencionar el papel jugado por las mujeres. Algunas, como profesoras y otras, como alumnas. Entre las primeras estuvieron Lilly Reich, diseñadora industrial y arquitecta; Gunta Stölzl, tejedora y diseñadora textil; Anni Albers, pintora, grabadora y diseñadora textil; Marianne Brandt, pintora, escultora, diseñadora industrial y fotógrafa; o Friedl Dikcer-Brandeis, diseñadora industrial y pintora. Entre las segundas destacaron quienes se acabaron convirtiendo en  importantes fotógrafas, como Lucia Schulz, luego Moholy-Nagy, Florence Henry, Grete Stern o Ellen Auerbach. Por otro lado, Lotte Metzel, diseñadora industrial, y Otti Berger, tejedora y diseñadora textil, pasaron de ser alumnas a impartir clases. 
  
La Bauhaus tuvo tres sedes. La primera, en Weimar, hasta 1925, cuando las autoridades conservadoras de la ciudad decidieron dejar de sustentar un proyecto que les asustaba por considerar demasiado avanzado y peligroso en sus planteamientos, prácticas e incluso devenir diario. De ahí pasó a Dessau, donde se construyó el paradigmático edificio, proyectado por el propio Gropius, y se consolidó el proyecto desde una perspectiva más racionalista. El acceso al poder municipal en 1931 por parte del partido nazi supuso el cierre de la escuela. Trasladada a Berlín, en 1933, ya con el partido nazi en el poder de toda Alemania, fue clausurada definitivamente.

Dado el momento histórico en que se desarrolló -el periodo de Entreguerras-, así como el marco territorial -como lo fue Alemania-, la trayectoria de la Bauhaus no resultó ajena a ello. Si Gropius estuvo vinculado a la socialdemocracia alemana, buena parte del profesorado y del alumnado también participó de las pulsiones políticas de esos años. No faltaron tampoco disputas políticas internas. 

La fama de “bolcheviques culturales” fue una de los motivos por los que se vio obligada a trasladar su sede en dos ocasiones. A ello se unió que hubiera docentes pertenecientes a la comunidad judía, lo que elevó la animadversión y contribuyó a que el gobierno nazi ordenara su cierre. Fueron estériles los esfuerzos de Mies van der Rohe por desvincularla de esa fama y su pretensión de hacer de ella una escuela sólo relacionada con el arte. Y es que tanto judío, comunista y arte degenerado no podía caber en la nueve Alemania. El exilio y los campos de concentración nazis acabaron siendo el destino de una parte de sus protagonistas

Lo que podría parecer un programa frío, fue, "en realidad, la lúcida defensa de la conciencia frente al desorden y la  desesperación de la catástrofe histórica"*.  La enorme actividad y creatividad generada dejó una profunda huella en su tiempo, que ha ido perdurando a lo largo de las décadas siguientes. Hasta tal punto, que buena parte de los códigos estéticos heredados nos siguen resultando familiares en nuestros días. 



*Giulio Carlo Argan: El arte moderno. 1770-1970 (v. II). Valencia, Fernando Torres editor, 1977. 

(Imagen: fotografía de Lucia Moholy-Nagy del edifico de la Bauhaus en Dessau, diseñado por Walter Gropius