domingo, 17 de junio de 2018

Las muertes repentinas (del mundo de la corrupción del PP)

Ayer apareció muerta María José Alcón. Una persona, de tantas, que estaba involucrada en la corrupción del PP. En este caso, del valenciano. Había sido la esposa, por dos veces, de sendos popes del PP que se han caracterizado por su brillante gestión pública a base de, ya se sabe, eso de las mordidas, el blanqueo, el enriquecimiento a título lucrativo, la apropiación indebida... Ella misma había sido concejala en el ayuntamiento valenciano nada menos que desde 1995 y acabó reconociendo ante el tribunal de justicia que juzga el caso Taula el sistema de financiación de su partido. 

Una muerte repentina más de otras de miembros del PP o relacionados con él, con el común denominador de encontrarse entre las aguas de la corrupción. En noviembre pasado ya me referí a tres de ellas: las de Barberá, Blesa y Maza. Pero ha habido más: los de Francisco José Yáñez Román, asesor económico del PP y padre del testaferro de Luis Bárcenas; María del Mar Rodríguez Alonso, esposa de uno de los portavoces del PP en el Senado e imputada por delitos económicos; Isidro Cuberos, exjefe de prensa en Andalucía con Javier Arenas e imputado en la trama Gürtel; Juan Pérez Mora, relacionado con Francisco Correa y la trama Gürtel; José Martínez Núñez, también relacionado con la Gürtel y con la muerte de un sicario que con anterioridad había sido contratado por él mismo para realizar un trabajo; Francisco Sánchez Arranz, relacionado con Francisco Correa y Arturo González Panero 'El Albondiguilla'; o Leopoldo Gómez, amigo de Jesús Sepúlveda, ex de Ana Mato, y relacionado con la Gürtel. 

Son unos cuantos nombres, a los que se pueden unir otros dos que resultan altamente sospechosos. En este caso no fueron muertes repentinas, pero sí los incidentes o accidentes: uno, el del juez Antonio Pedraz, que había estado investigando la trama Gürtel; el otro, el de Álvaro Lapuerta, el todopoderoso extesorero del PP que sufrió una repentina caída cuando salía de su casa y quedó por ello incapacitado


(Imagen: detalle de “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, de Diego Rivera)