martes, 3 de abril de 2018

El paisaje ideológico de la Semana Santa

Sonido de tambores, trompetas, bandas de música, campanillas, campanas...  De saetas, oraciones, himnos, gritos... De murmullos y -¿por qué no?- de silencio.

Olor a romero, incienso y a cera de las velas derretidas.

Autoridades civiles presidiendo o acompañando  procesiones. Ministros y ministras, presidenta de Andalucía, alcaldes y alcaldesas, dirigentes políticos... Puede que en mayor número que otras veces, pero, en todo caso, haciendo ostentación de su presencia para exhibirse ante la gente. Vestidos y mantillas de luto, trajes con corbata y, si procede, con medallas de cofrade. Golpeo de mazas para que se levanten los pasos. 


Unidades del ejército y de los cuerpos policiales cargando imágenes o desfilando. Legionarios que en Málaga se han exhibido marcialmente entonando ser novios de la muerte. Con ministros que los acompañaban con su mirada y con su canto. Y entre ellos, el ministro del orden que en la capital sevillana escuchó una loa a su persona al grito de ¡arriba de España! Y legionarios que en algunas ciudades de Catalunya han dejado constancia de su amor a la patria española. 

Se han seguido viendo imágenes de sangre. Como la vertida desde las espaldas que se azotaban sin cesar o la que manaba del roce cuando eran empaladas. O la de los pies que caminaban descalzos cargados de una cruz. Se ha seguido anunciando la concesión de indultos a petición de cofradías. Y hemos sabido del sermón de un Obispo que, haciendo un ejercicio de retorcimiento retórico, equiparó la pecaminosa "ideología de género" con la Inquisición.     

He visto en directo a mujeres cargando pasos, cuando antaño eran apartadas y denigradas en esas tareas porque se decía que eran cosa de hombres. Y a niños y niñas, también, aun cuando lo hicieran con pasos de menor peso. He visto una procesión en la Coria cacereña donde sólo desfilaban mujeres de todas las edades.

Hace unos años el que fuera obispo de Málaga durante el tiempo de la Transición, Ramón Buxarrais, dijo que la Semana Santa de esa ciudad era “una realidad religiosa popular organizada por la burguesía malagueña con el aplauso unánime del pueblo”. Unas palabras que pueden extenderse al conjunto de actos religiosos que se celebran durante esos días. 

Lucha entre el pasado y el presente. Manifestación de lo popular y del poder. Expresión de lo divino y de lo humano. Devoción, pasión, ostentación, exhibición... Todo un totum revolutum que nos transporta a un pasado que sigue invadiendo el presente. Y todo, entre banderas rojigualdas a media asta por doquier.