domingo, 22 de abril de 2018

Acerca de mi interés por Andalucía, los orígenes del andalucismo y Blas Infante


Sobre un trabajo de clase 

Hace unos días recibí de un correo el electrónico de un alumno donde me refería el enlace de un artículo de Armando Robles titulado “Blas Infante, el absurdo mito andaluz”. Tenía que ver con un trabajo que  he mandado hacer en la asignatura de Historia de España al alumnado de 2º de Bachillerato en la modalidad de Personas Adultas. Con el título “Andalucía, andalucismo y Blas Infante” he pretendido que conocieran más acerca de los orígenes del andalucismo político y el papel que jugó en ello Blas Infante.

Para mi alumno el artículo antes referido le parecía interesante, al salirse del contenido de la información que había ido recopilando, si bien me preguntaba qué opinaba del mismo. Teniendo en cuenta cuál es el diario donde se había publicado, Alerta digital, un medio del entorno de la extrema derecha española, podemos hacernos una idea de por dónde van los tiros. Le indicaba que se utilizan algunos términos desde la perspectiva del pensamiento reaccionario español, tales como separatismo, masonería e islam. 

El primero, con el que acusaba a Infante de ser separatista, contrasta con un hecho incuestionable: nunca lo fue. Su visión del andalucismo era la de ser parte de un ente más amplio, que llamó indistintamente España o Iberia, desde una vocación universal. Una especie de federalismo, o también confederalismo, que reconociera la diversidad de pueblos existentes en la Península Ibérica, entre los cuales se encuentra Andalucía.

Otro de los términos, el de masonería, es utilizado por Robles despectivamente. Que lo fuera o no resulta secundario, pero hacerlo en ese sentido nos recuerda a la fobia que desde la España Negra se ha tenido a ese movimiento. Precisamente por su ligazón al liberalismo, en los primeros momentos, y a la defensa de la democracia, después. El mismo fantasma que llevó a Franco y el franquismo a elaborar una ley específica de lucha “contra la masonería y el comunismo”, de hablar de conspiración judeo-masónica-comunista internacional cuando se atacaba al régimen, e incluso, en el no va más de sus neurosis, a montar una sala masónica en lo que fue el Archivo Histórico Nacional, Sección de la Guerra Civil, sito en Salamanca.

Y dentro de esos fantasmas, la referencia que se hace al islam supone la transmutación en la actualidad de otro de larga trayectoria en nuestra historia. Si antes lo era el judaísmo, ahora lo es el islam, convertido en el chivo expiatorio de nuestros días en los movimientos de extrema derecha europeos y estadounidenses. Que Infante se convirtiera o no a esa religión resulta irrelevante, no así denostar que reivindicara Al-Ándalus como una realidad histórica innegable.

En la contestación que di a mi alumno le indiqué que la cuestión principal no estaba en lo que dice en el artículo, sino si se corresponde o no con la realidad. Por eso le recordaba que mi intención en la elaboración de ese trabajo, como en otros, era que indagaran acerca del pensamiento de Blas Infante, y en él sus objetivos políticos dentro del andalucismo en desarrollo y de su posición ante el problema social que vivía Andalucía. Por eso le invitaba a que destacara en su trabajo lo controvertido del personaje, que aún en nuestros días sigue siendo motivo de duros ataques.      

Mi interés por el tema

Supe de la figura de Infante allá en los años de la Transición, concretamente a través de la referencia que del hacía Isidoro Moreno en su libro Andalucía: subdesarrollo, clases sociales y regionalismo (1978).  Empecé a comprender su visión historicista del pueblo andaluz, con orígenes en tiempos remotos; su idea de una España descentralizada; y su sensibilidad social, haciendo de los jornaleros la esencia del pueblo andaluz y por ello ser partidario del reparto de los latifundios entre pequeños propietarios desde la influencia del georgismo.

Posteriormente fui leyendo otros trabajos, entre los que destaco los de José Acosta (1979), Antonio M. Bernal (1980), J. A. Lacomba, J.L. Ortiz de Lanzagorta y José Acosta (1985), Juan Antonio Lacomba (1988) e Isidoro Moreno (1993). No han sido las únicas, como puede verse en la bibliografía que aporto al final, pero creo que de todas las obras he podido extraer conclusiones importantes acerca de la dimensión de la figura que nos ocupa y el momento en que vivió.

Hace dos décadas, en febrero de1997, escribí en Debate Ciudadano una pequeña semblanza de Infante, que reproduje en 2016 en este cuaderno con el título “Blas Infante, ochenta años después de su asesinato”.

Los primeros acercamientos de tratamiento en el aula

A lo largo de mi trayectoria docente me he preocupado de prestar atención a este tema dentro de la asignatura donde puede hacerse mejor: la Historia de España. Primero, en 3º de BUP, y luego, desde el curso 2001-02, en 2º de Bachillerato. A ello puedo unir otra asignatura, Geografía de Andalucía, que impartí en varias ocasiones entre los cursos 2000-01 y 2007-08.

Ya en 1991, con motivo de la celebración del 28 de febrero, preparé un mural, titulado “Andalucía en la Historia Contemporánea”, en el que reflejaba, mediante fotografías y textos breves, los hitos y los personajes más relevantes habidos desde principios del siglo XIX. Estaba formado por 7 partes: 1. Andalucía, cuna del liberalismo; 2. Entre la miseria y el olvido; 3. Los intentos de dignificar Andalucía; 4. Entre la esperanza y la tragedia; 5. Una época de oscuridad; 6. Renace la esperanza; 7. La autonomía. En esos años fui proponiendo al alumnado algunas actividades sencillas para su realización en el aula.

Más tarde, en el curso 1994-95, elaboré junto al compañero Ángel Abela de los Riscos, dentro de un Seminario Permanente, unos materiales didácticos para ser trabajados en el aula. Su título y estructura eran los mismos que el del mural antes referido. Fruto de ello fueron dos cuadernos: uno estaba dirigido al profesorado, donde se explicaba la propuesta didáctica en sus objetivos, su metodología y sus contenidos; el segundo, al alumnado, constando cada una de las partes de una introducción histórica, una colección  de documentos (escritos e imágenes) y unas actividades.   

Buscábamos “fomentar la pertenencia una realidad con personalidad definida a través del estudio de la Historia, lo que debe ayudar a comprender cómo se han ido conformando los rasgos materiales, políticos y culturales representativos del pueblo andaluz, y la necesidad de ser conscientes en la crítica y compromiso frente a situaciones de injusticia o en la defensa de los logros políticos, sociales y culturales que dignifican a las personas individualmente y a la comunidad en su conjunto”.

La identidad andaluza desde la Geografía

En el curso 2000-01 tuve la oportunidad de impartir en 1º de Bachillerato la asignatura optativa Geografía de Andalucía. Entre sus contenidos se encontraban la identidad e imagen de Andalucía, y las raíces históricas. Fue una buena ocasión para fomentar entre el alumnado el conocimiento de la realidad andaluza, aun cuando fueran los aspectos geográficos los principales. También, una bonita experiencia pedagógica que duró hasta el curso 2007-08.

Integrando Andalucía dentro de la asignatura Historia de España

Desde el curso 2001-02, ya en la asignatura propia de 2º de Bachillerato, elaboré mis propios materiales de estudio y trabajo. Por eso me resultó fácil introducir los contenidos referentes a Andalucía dentro del conjunto. En lo que respecta a los orígenes del andalucismo, a finales del siglo XIX y dentro del tema dedicado a la Restauración, me refiero de la siguiente manera:  

En Andalucía el andalucismo ya se expresó en 1883 a través de la llamada Constitución de Federalista de Antequera. En los años siguientes aparecieron distintos personajes y publicaciones que fueron dando a conocer la historia de Andalucía y sistematizaron sus rasgos culturales. Entre otras destacaron las figuras de Antonio Guichot, José Mª Izquierdo o Antonio Machado Álvarez, la actividad cultural en torno al Ateneo sevillano o la revista Bética.

Bajo la influencia sobre todo de  Cataluña en el siglo XX se planteó la necesidad de que ese movimiento tuviera un carácter político. Para ello surgió la idea de que Andalucía se dotara de instituciones políticas propias e incluso que se tomaran medidas sociales que permitieran la reforma de la propiedad de la tierra. En este contexto  destacó la figura de Blas Infante, autor en 1915 de la obra El ideal andaluz, en la defendía la recuperación de lo andaluz desde su historia y un pasado de esplendor, que concretaba  en Al Ándalus, a la vez que reivindicaba la necesidad de que se dotara de instituciones políticas propias.

En cuanto al protagonismo de Infante durante las primeras décadas del siglo XX, ya dentro del tema referido a la crisis de la restauración y la dictadura de Primo de Rivera, tengo dedicado  un apéndice con el título “Andalucía y el movimiento político cultural-regionalista: Blas Infante”. Es así como aparece reflejado:

El nacionalismo andaluz fue desde el primer momento débil y mostró algunos rasgos diferentes. Los círculos andalucistas lo componían principalmente gentes de las clases medias urbanas, que eran minoritarias. Su actividad fue intensa, publicando revistas y libros, organizando congresos y asambleas, creando los  centros andaluces, etc. En esa labor jugaron un papel importante a finales del siglo XIX historiadores como Alejandro Guichot y José Mª Izquierdo, o folkloristas como Antonio Machado Álvarez (padre de los hermanos Machado). Destacó, así mismo, la actividad cultural en torno al Ateneo sevillano o la revista Bética. 

Bajo la influencia especialmente Cataluña se planteó la necesidad de que ese movimiento tuviera un carácter político. Aunque la Constitución Federalista de Antequera de 1883 tuvo escasa repercusión, la  idea de que Andalucía se dotara de instituciones políticas propias fue tomando más cuerpo en el siglo XX. A ello se unió la propuesta de  tomar medidas sociales que permitieran la reforma de la propiedad de la tierra.

En este contexto  destacó Blas Infante. Tres fueron las fuentes de su pensamiento. Una, los historiadores que habían indagado acerca del pasado andaluz, como Guichot o Izquierdo. En 1915 publicó la obra El ideal andaluz, en la defendía la recuperación de lo andaluz desde su historia y un pasado de esplendor, que concretaba  en Al Ándalus. La segunda fuente era el georgismo, una corriente de pensamiento económico de la época que defendía la reforma agraria aplicando un impuesto progresivo sobre las grandes propiedades  e impulsando los asentamientos y ayudas al pequeño campesinado. Por eso Infante defendió la reforma agraria en Andalucía. La tercera fuente fueron las influencias de los nacionalismos de otros territorios, sobre de Cataluña, defendiendo una organización confederal del estado con unas instituciones y una hacienda autónomas.

En la Asamblea de Ronda de 1918 los andalucistas aprobaron los símbolos (bandera, escudo e himno) y en la Asamblea de Córdoba de 1919 sentaron las bases del nacionalismo andaluz, demandando unas instituciones propias y una reforma en la propiedad de la tierra.  Pese al apoyo limitado que tenían, se-guían el proceso iniciado en Cataluña (Mancomunidad de Diputaciones) y en otros territorios (País Vasco, Galicia, Valencia...).

Después de la Dictadura de Primo de Rivera, con la llegada de la Segunda República Blas Infante impulsó de nuevo el andalucismo, fundando las Juntas Liberalistas. El camino seguido por las diputaciones provinciales desembocó en la Asamblea de Córdoba de enero de 1933, donde se aprobó un Anteproyecto de Bases para el Estatuto de Andalucía.  Tras el paréntesis de los gobiernos de centro-derecha, en la primavera del 36 se volvió a reactivar el proceso. El 15 de junio se hizo público un manifiesto, escrito por el propio Infante, demandando la autonomía. El 5 de julio en  la Asamblea de Sevilla se le nombró Presidente de Honor de la Junta Regional. Días después se inició la Guerra Civil. Sevilla cayó desde el principio en el bando sublevado, que se opuso desde el principio a cualquier fórmula de autonomía. Así  acabó  el proceso iniciado años antes y hasta la propia vida de Blas Infante, que murió fusilado en agosto.

Concluyendo

He querido dejar constancia de mi interés por Andalucía, los orígenes del movimiento andalucista y la figura de Blas Infante. Un tema que sigue siendo bastante desconocido, sobre todo fuera de Andalucía. Siendo una tierra  tan peculiar, lo más frecuente es identificarla con los aspectos más folclóricos, cargados de estereotipos y mistificados con frecuencia hasta identificarlos con lo español. Así fue, en mayor medida, durante los años del régimen franquista. Y como si se volviera a mirar hacia atrás, en los tiempos que corren está siendo utilizada en la confrontación existente entre la tendencia política centrípeta en España y aquellas que, de distintas formas, buscan un reconfiguración de las partes que la componen con el objetivo de profundizar en la democracia. 

Desde que estoy viviendo en Andalucía, que ya supera las tres décadas, he notado en los últimos años una propensión cada vez mayor a identificarse con los símbolos del estado monárquico en vez de los andaluces. Preocupante, en la medida que buena parte de los problemas que tenemos son herencia del dominio ejercido por determinados sectores sociales, que han defendido siempre una sociedad clasista y el centralismo. Blas Infante luchó contra ello. En la letra del himno apeló a pedir "tierra y libertad". Lo primero, como expresión de una sociedad más igualitaria; lo segundo, como expresión de la soberanía colectiva de un pueblo. Por eso sigue teniendo vigencia.  


Bibliografía

Acosta sÁNCHEZ, José (1979). Andalucía: reconstrucción de una identidad y la lucha contra el centralismo. Algunos elementos metodológicos y políticos (Barcelona, Anagrama).
Arias Castañón, Eloy y Olivero Cordero, Inmaculada (1998). “Georgismo y andalucismo: Blas Infante y el Ideal Andaluz”, en Leandro Álvarez Rey y Encarnación Lemus López (eds.), Historia de Andalucía Contemporánea (Huelva, Universidad de Huelva).
AUTORÍA COLECTIVA (1979). Gran Enciclopedia de Andalucía (Sevilla, Anel).
AUTORÍA COLECTIVA (1987). Geografía de Andalucía, v. 1 (Sevilla, Tartessos).
Bernal, Antonio M. (1980). “La Andalucía Contemporánea”, en Autoría Varia, Los Andaluces (Madrid, Istmo).
GONZÁLEZ DE MOLINA, Manuel (ed.) (2000). La Historia de Andalucía a debate. I. Campesinos y jornaleros (Barcelona, Anthropos).
GONZÁLEZ DE MOLINA, Manuel (ed.) (2002). La Historia de Andalucía a debate. II. El campo andaluz (Barcelona, Anthropos).
Lacomba, J. A., Ortiz de Lanzagorta, J.L. y Acosta Sánchez, José (1985). Blas Infante, perfiles de un andaluz (Málaga, Diputación Provincial de Málaga).
Lacomba, Juan Antonio (1988). Teoría y Praxis del Andalucismo (Málaga, Ágora).
Lacomba, Juan A. (1996). “Andalucía contemporánea: atraso económico y dependencia sociopolítica”, en Juan A. Lacomba (coord.), Historia de Andalucía (Málaga, Ágora).
Lacomba ABELLÁN, Juan Antonio (2000). Blas Infante y el despliegue del andalucismo (Málaga, Sarriá).
LOMBAO, Manuel y SACALUGA, Miguel A. (1977). Andalucía (Barcelona, La Gaya Ciencia).
Moreno, Isidoro (1978). Andalucía: subdesarrollo, clases sociales y regionalismo (Madrid, Manifiesto).
Moreno, Isidoro (1986). “La identidad andaluza: pasado y presente (Una aproximación antropológica)”, en Autoría Colectiva, Andalucía (Sevilla, Editoriales Andaluzas Unidas);
Moreno, Isidoro (1993). Andalucía: Identidad y Cultura (Málaga, Ágora).
Moreno, Isidoro (1986). “La identidad andaluza: pasado y presente (Una aproximación antropológica)”, en Autoría Colectiva, Andalucía (Sevilla, editoriales Andaluzas Unidas).
Moreno, Isidoro (2002). La globalización y Andalucía. Entre el mercado y la identidad (Sevilla, Mergablum).
TARIFA FERNÁNDEZ, Adela, GÓMEZ RUIZ, Trino y CASADO TORO, José Luis (1998). Historia de Andalucía (Madrid, Santillana).