sábado, 26 de diciembre de 2015

Salón del trono y juego de tronos

El conocido como mensaje de Navidad de los últimos monarcas españoles ha tenido en su última edición un escenario diferente. Felipe VI ha lanzado su discurso desde uno de los salones del Palacio Real, el Salón del Trono, enmarcado en un ambiente de lujo. Ignoro de quién ha salido esa idea, pero el caso es que lo ha justificado por ser el palacio "de todos los españoles", que representa "la grandeza de España", "el pasado" y "siglos y siglos y siglos de nuestra historia común". 

El discurso ha sido una llamada de atención sobre lo que es una línea roja que no debe traspasarse: "la primacía de la Constitución" y con ella, expresada implícitamente, la integridad territorial. Todo ello envuelto en expresiones como "distintas formas de sentirse español" o "reconocer nuestra diversidad". En ningún momento se ha mencionado a quienes componen el estado, a cada una de sus partes y especialmente a Cataluña, sobre/contra quien han ido dirigidas principalmente las advertencias. Tampoco, en ningún momento, mencionando en sus justos términos los problemas reales de la mayor parte de la población: paro, precariedad, desahucios, pobreza, violencia de género, pérdida de derechos... Y ni siquiera hablando de la corrupción.  

Ha sido un mensaje que sólo ha tenido el apoyo de los dos corifeos tradicionales del sistema, el PP y el PSOE, a los que se ha sumado un tercero, Ciudadanos, el llamado a ser uno de los recambios. Las críticas le han llegado del resto de partidos, cada uno poniendo el acento en función de sus características. Desde los nacionalistas catalanes se ha hablado de indecencia, entre otras cosas por su ignorancia del proceso político que se está viviendo en ese territorio. Desde los grupos de izquierda, como UP-IU y Podemos, por su nula alusión a la realidad social. En UP-IU se ha llegado a decir que es un discurso "comprado al PP". 

Y precisamente sobre Podemos no estaría de más recordar su posición ante la institución monárquica. No considerada como una prioridad en el debate político, ha tendido a difuminar, cuando no eliminar, todo aquello que tenga que ver con el planteamiento de un referéndum sobre la jefatura del estado, el uso de los símbolos republicanos e incluso la defensa de la memoria republicana. Hasta el término proceso constituyente, que debería englobar esa reivindicación, cambios en el sistema electoral o el blindaje de los derechos sociales, también ha desaparecido. Quizás el célebre episodio en el Parlamento Europeo de Pablo Iglesias entregando los vídeos de "Juego de tronos" a Felipe VI es una muestra del valor que tiene en ese partido. 

Salones y juegos, con el trono de por medio.