viernes, 21 de marzo de 2014

De la indignación a la dignidad

Hace tres años surgió con fuerza el movimiento ciudadano de la indignación. También fue llamado el movimiento 15M. Duró poco, pese a haberse extendido por numerosas ciudades del país. En parte se extinguió, aunque hubo rescoldos que se han fundido con otros movimientos sociales. Algunos, insertos en tradiciones de larga trayectoria, de naturaleza sindical y política. Otros, nuevos, surgidos de la realidad de la crisis, como los desahucios, los recortes sociales, los problemas vecinales... Siempre buscando nuevas formas de organización y praxis, a la vez que nuevos lenguajes y contenidos. Nunca participé activamente en el movimiento del 15M, aunque asistí a algunas manifestaciones y seguí al día su quehacer. Confieso que me resultaba lejano, que no quiere decir que me opusiera, sino todo lo contrario. Los nuevos movimientos sociales, sin embargo, me parecen más inteligibles. No sólo por lo concreto de sus reivindicaciones y proyectos, sino porque conservan aún lazos con tradiciones de lucha solidarias. Las mismas que han posibilitado tantas conquistas sociales y políticas, ahora puestas en entredicho, recortadas o simplemente abolidas. Las marchas de la dignidad que están confluyendo hoy en Madrid. Numerosas personas llevan días caminando por las carreteras, atravesando campos y ciudades. Han sufrido acosos, insultos y boicots desde la reacción. Pero su ánimo, lejos de decaer, se ha acrecentado. Es gente llena de esperanza y de la alegría que surge de la acción solidaria. Quieren hacer del sábado una jornada grande. Merecen mi apoyo. No estaré físicamente, pero sí con el corazón.