lunes, 16 de octubre de 2023

Poemas de solidaridad con el pueblo palestino


Continúo con la publicación de poemas sobre Palestina, en esta ocasión de diez poetas de distintos países del mundo que ha mostrado la solidaridad con su pueblo. Uno de ellos se corresponde con la letra de la canción de Lluis Llac "Niño de Beirut", perteneciente al álbum I amb el somriure, la revolta / Y con la sonrisa, la revuelta, de 1982. En su mayoría son poemas reciente, salvo "Halt", del poeta cubano Luis Rogelio Nogueras, que data de 1979, el ya referido de Llach, cuya música puede escucharse a través del enlace.


Palestina llora, pero no se doblega

Palestina, tierra maltratada
cercada en su territorio
Estrangulada. Olvidada
Palestina arrinconada

Palestina llora
en su horizonte cegado
buscando en el infinito
mirando en lo que queda
mirando en la nada

Víctima de la opresión es Palestina
a la vez que igualmente heroica
pueblo cuyas gentes desde la cuna
hasta dejar la vida
no abandonan la antorcha
la antorcha que alumbra su resistencia
resistencia numantina

El mundo también llora por Palestina
una y otra vez ultrajada
por tanta destrucción bárbara
muerte, miedo y tristeza
que no se ha detenido ante nadie ni nada
ni siquiera ante la inocencia de la infancia

Un clamor solidario recorre el planeta
pidiendo ayuda y amparo
¡Que alguien venga!

Que sea el verbo emocionado
quien traiga la paz y la esperanza
Y no la brutalidad de la bomba y del soldado
 
¡Que alguien detenga tan desmedido sufrimiento!

(Miguel José Claudio Rodríguez).


Si yo fuera palestino

Ya poca Palestina queda.
Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.
Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera.
Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa.
No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva.
Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania.
Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo.
En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de 
Palestina, y los almuerzos siguen.

(Eduardo Galeano).


Lágrimas para Palestina

Es que caen pájaros de acero del cielo,
caen techos,
lágrimas de palestina,
llantos de la niña que no come maqluba*
y noches de besos de insomnios
 
kufiyya cúbreme del polvo y los llantos,
de los pájaros de acero,
del soldado antisemita,
de la masacre del carnicero

no vieja,
no hay tiempo para el musakhkhan**
ni para el baklawa*** de chocolate
déjalo en la ventana,
déjaselo a Yasser para que grite

se lleve las lágrimas de palestina,
 
déjalo para las almas de los palestinos que duermen,
de los hermanos que no volverán
que dejarán de jugar
de besar, de llorar...

intifada.

*Plato de arroz con carne, verduras y frutos secos.
**Musaca.
***Dulces rellenos de frutos secos.

(Miguel González).


El niño que fue Luna

Quizá nací en el lugar equivocado
entre el odio dormido y el odio que despierta,
entre el cazador y la presa,
y fui preso
en el presente
de la prisa.
Aprendí pronto que en la vida somos cojos sin muletas.
Quise sacar el jugo a ser un niño
y jugar a embarcar en tantos barcos como pudiera abarcar,
ver en el viento el bien, oír un “ven” que nunca viví,
oler un grano de café,
saborear lo que perdí.
Yo creía que ser niño era recibir regalos,
sonreír, sonreír al son, reír en el raíl del Sol y sus rayos,
en meter gol en el campo, en campar a mis anchas,
en acampar bajo un árbol y en soñar bajo la manta.
Llegué aquí creyendo que quizás me enamoraría
de la chica que lee en el tren o de una melodía,
de la voz que me guíe por la vía de miradas aladas en silencio 
                                                / y en versos de sangre fría.
Sólo quería ver llover.
Quería una tarde de domingo con mucho que sentir y nada que hacer.
Quería madrugar un lunes y notar el cansancio,
el instante en el que decides levantarte a las tantas.
Y tanto
y tanto
y tanto que contarte,
tantos infiernos en vida y no vi ni un solo Dante.
Y vi tanto en tan poco tiempo,
formé en tu firmamento,
mas la tierra firme firmó
y se fundió el cemento.
Se encendieron las velas
de los barcos que no piloté,
se incendiaron las aguas del mar de tus ojos
y sé que mi error fue pensar que por nacer
me libraría de la amenaza del amanecer.
Y ahora lo veo, mientras el fuego florece como un árbol,
mientras el cielo me mira con un rostro hierático.
Sólo quería beber lo que vi,
sentir un “lo siento”,
desvestir
la lencería de un silencio,
quizá escribir un libro, ser libre,
abrirme por dentro,
hacer crujir a mis anhelos de mimbre.
Hay tanto por descubrir,
tantos laberintos en los que perderse era la única manera de salir.
Y tanto
y tanto
y tanto que dejé.
Como la flor muerta de sed que bebió la tierra.
Y tanto.
y tanto que me dejó.
Como el te quiero que desató esa guerra
entre los dos.
Cuando el hacha del verdugo se quedó sin voz
y qué pronto se hizo tarde.
Qué pronto me convertí en la Luna
a la que la sangre aulló.

Quería mirarte, ganarte y perderme,
quería ser puntual en el retraso de un beso que llega tarde,
quería estar agotado,
no poder ni moverme del cansancio de intentar a tientas con tinta contenerme,
montar en taxi y decirle “siga a ese sueño”
y no pare hasta que las ruedas revienten.
Revienten sin más, por eso quise reinventar,
ser a tu piel como el aire es al gas,
ser al papel como un timón es al mar,
como un ciclón,
quise ver a la vida y a sus ciclos pasar de largo y alcanzarlos
como un galgo en forma de canción,
tender en la terraza los rayos del sol,
tender las notas del son,
tender la ropa de ayer
y tender a pensar,
tender a imaginar en tal vez,
sólo tal vez en qué quiero hacer de mayor.
¿Qué quiero hacer de mayor?
¿Qué quiero ser de mayor?
Simplemente quiero ser, ¡quiero ser mayor!
y crecer y prenderme,
pero no fuego, prenderme de los campos verdes,
prenderme de ti,
de lo que nunca leí,
prenderme de lo que nunca aprendí,
ser el mensaje y a la vez emisario,
ser poeta y a la vez el poemario
de los versos que invirtieron al corazón y su latir,
ser la latitud del mapa y a la vez el Corsario.
Y tanto,
Y tanto que dejé.
Como la flor muerta de sed que bebió la tierra.
Y tanto que me dejó.
Como el te quiero que desató esa guerra
entre los dos
cuando el hacha del verdugo se quedó sin voz
y qué pronto se hizo tarde.
Qué pronto ascendía a transformarme en la Luna a la que la sangre aulló.
Quise viajar hasta gastar mis suelas,
pero no pude
cantar hasta acabar sin voz,
pero no pude
ser raíz, rama y fruto,
pero no pude
llegar al final del camino,
pero no pude
porque nací cuando murió la justicia
en una tierra regada con sal y sangre,
porque fui un niño en un mundo de bestias,
porque la muerte me acunó antes de despertarme.

(Pablo Lapeña).


Infant de Beirut / Niño de Beirut

No sé bé si era tristesa
o el dolor antic d'uns ulls d'infant.
Però, per un moment, del món va ser el retrat
aquella imatge d'un infant de Beirut.

El fràgil braç, tendra tragèdia,
brandant fusell; mort i bandera.
El cos menut i bru perdent-se en la ciutat,
un nínxol anònim per l'infant de Beirut.

Al cel hi té els Deus del "napalm"
i el tro infernal d'ocells de plata,
en l'horitzó, només, l'exili sempre amarg,
bressol i tomba per un infant de Beirut.

Morir a Beirut, morir a Mauthausen,
el mateix foc en temps distants,
mirall glaçat d'un món on ja ningú no respon
als ulls immòbils d'un infant de Beirut.

[No sé bien si era tristeza
o el dolor antiguo de unos ojos de niño.
Pero, por un momento, del mundo fue el retrato
esa imagen de un niño de Beirut.

El frágil brazo, tierna tragedia
portando un fusil; muerte y bandera.
El cuerpo pequeño y moreno perdiéndose en la ciudad,
un nicho anónimo para el niño de Beirut.

En el cielo tiene a los dioses del “napalm”
y el trueno infernal de los pájaros de plata.
En el horizonte, nada más, el exilio siempre amargo,
cuna y tumba por un niño de Beirut.

Morir en Beirut, morir en Mathausen,
el mismo fuego en tiempos distantes,
espejo helado de un mundo donde ya nadie responde
a los ojos inmóviles de un niño de Beirut].

(Lluis Llach).


No busques el corazón de los hombres…

No busques el corazón de los hombres.
Esta entre cristales de niños rotos,
(madre, quiero ir a la escuela).
No busques los corazones perdidos.
Están en las calles con la vida rota.
No me acerques tu alma llena de espinas
(amigo, quiero abrazarte).
Amor, duerme y vive feliz en tus sueños
antes que el amanecer traiga el dolor
(te amo a pesar del desaliento).
Duerme y no reces a ese dios que se fue
(dicen que nació en esta tierra),
ero quizá nunca estuvo aquí.
No hay luz en la noche, ni en el dia
(quiero sentarme con mi perro al sol).
Los campos están sembrados de piedras
y en los pueblos las casas están vacías
(quiero arroparme con mi manta
comer el pan en mi hogar).
Y del cielo cae a la tierra
una desolación interminable
y absoluta.

(Ascensión Márquez).


Halt

La artillería israelí sigue cañoneando campamentos de refugiados palestinos en el sur del Líbano (de la prensa).

Recorro el camino que recorrieron 4.000.000 de espectros.
Bajo mis botas, en la mustia, helada tarde de otoño
cruje dolorosamente la grava.
Es Auschwitz, la fábrica de horror
que la locura humana erigió a la gloria de la muerte.
Es Auschwitz, estigma en el rostro sufrido de nuestra época.
Y ante los edificios desiertos,
ante las cercas electrificadas,
ante los galpones que guardan toneladas de cabellera humana,
ante la herrumbrosa puerta del horno
donde fueron incinerados padres de otros hijos,
amigos de amigos desconocidos,
esposas, hermanos, niños que, en el último instante,
envejecieron millones de años,
pienso en ustedes, judíos de Jerusalén y Jericó,
pienso en ustedes, hombres de la tierra de Sión,
que estupefactos desnudos, ateridos
cantaron la hatikvah* en las cámaras de gas;
pienso en ustedes y en vuestro largo y doloroso camino
                                       / desde las colinas de Judea
hasta los campos de concentración del III Reich.
Pienso en ustedes
y no acierto a comprender
cómo
olvidaron tan pronto
el vaho del infierno.

(Auschwitz-Cracovia, octubre 21 de 1979).

*Himno de Israel.

(Luis Rogelio Nogueras).


Irreverente

Hombres y mujeres  sin rostro, seres agazapados,
detenidos en el umbral del desconsuelo,
agitan dibujos negros en las paredes del alma
imperceptibles a la mirada.
La palabra mezquina  no sale y calla impávida,
eleva  los ojos íngrimos hacia el azul,
ventana al universo.
Ojo del tiempo husmeando el pretérito
entre  ardientes arenas arábigas.

Pero en el desierto
el dolor  cubre las calles de Palestina,
el asedio ya no es una palabra morbosa,
es una bestia hambrienta de sangre que sale a cazar
seres humanos, niños sin hogar, sin padres.
La masacre llega hasta el Capitolio
en busca de respuestas,
la indiferencia y la codicia reinan con apatía.
Las ruinas dejadas por los bulldózer no dan abasto
los invasores quieren más, hasta expulsar
a todo un pueblo de su milenario paraíso.

El expansionismo de Israel es inaudito,
irreverente, descarado,
quiere destruir y exterminar a un pueblo sin armas,
sin protección de las Naciones Unidas,
un pueblo que clama
a dioses y mentores judíos
por la paz que tanto predican.

La Franja de Gaza pisoteada de nuevo, husmea
ante el desastre invasor que esconde sus cañones
recalentados por el asalto.
Hombres y mujeres sin rostro, niños indefensos,
atemorizados por las botas y las masacres,
claman al mundo la  cruenta opulencia  israelita
respaldada por despiadados poderosos,
devuelva su territorio,
sus necesidades básicas y los deje vivir en paz.
Sus voces merodean las ruinas de sus hogares
en busca  del pasado, el anterior
a la llegada del invasor judío impuesto por el dinero,
por la supremacía  del poder.

Hombres y mujeres sin rostro para el mundo,
con los miembros rotos deliberadamente,
caricia de las macanas del ejercito judío,
miran hacia el universo
en busca de la palabra prohibida,
¿dónde están sus dioses en tantos años de represión?
Esa palabra llamada  libertad, se encuentra
tras las murallas de una inmensa cárcel
construida para ella y el perseguido pueblo palestino.

(Marianela Puebla).


Orgía de fuego sobre el mercado de dátiles…

Orgía de fuego
en medio de los abdalíes.
Ulular de clavos,
cinabrio y bombas.
Y calles sin futuro
o con horrores futuros.
Niños de Gaza miran el cielo.
Y pámpanos flameantes caen
sobre el mercado de dátiles.
Son címbalos retorcidos.
Lo sabemos.
Miran el cielo
con el asombro de los niños.
Orgía de fuego
en medio de los pájaros.
Ulular de esquirlas
y brocales de ceniza.
Una niña toma sus cintillos.
Y corre hacia la multitud.
Caen también las salamandras.
Con rostros humanos.
Con voces muertas.
Giran.
Danzan.
Jóvenes de Bagdad y Gaza.
Una niña toma sus cintillos.
Aturdida por la llama.
Cegada por la humanidad.
Son címbalos retorcidos.
Lo sabemos.
Se trata de otras flores y otros muertos.
No los nuestros. No los nuestros.
Se trata de otras calles,
de otras bombas, de otros hijos.
No los nuestros.
Orgía de fuego
sobre el mercado de dátiles.
Abdalíes bajan sobre el Tigris.
Escuchan
liberaciones de Ud…
Canciones de la ribera occidental.
Jóvenes de Bagdad y Gaza.
Con rostros humanos.
Con voces muertas.
Acosados
por visiones de Luxor.
Recluidos
en capillas y osarios.
Caen pámpanos flameantes.

En medio del desierto.
Se trata de otras flores y otros muertos.
No los nuestros. No los nuestros.

(José Jesús Villa Pelayo).


Por las calles de Belén

Te fui buscando
por las calles de Belén.
Algunos dijeron
que antiguos parientes
emigraron a aldeas cercanas de allí.

Las aldeas no existen,
las borraron
para escribir una nueva historia.
Los almendros y los naranjos siguen ahí.
Me dijeron que los turcos,
los ingleses, los franceses y los judíos
te empujaron hacia el mar,
El barco que te trajo
Se desgranó en Italia y Honduras.
Alguien,
tal vez, te dijo
que aquí funciona
“el asilo contra la opresión".
Los almendros y los naranjos
siguen floreciendo en Palestina.

(Luis Zaror).  


(Imagen:. "Fronteras", de Lucía Ippolito).