jueves, 21 de julio de 2016

Campos de Paz, donde hace un siglo lo fueron de muerte























Hoy he visitado Amiens, una ciudad situada en la región de Picardía, en el norte de Francia. Sede de una grandiosa catedral gótica y lugar del nacimiento del sindicalismo revolucionario, ocupa el corazón del valle del río Somme. Hace un siglo la comarca fue escenario de una de las batallas más cruentas de la Gran Guerra. 
Soldados franceses, británicos y alemanes regaron con su sangre sus campos, surcados de trincheras y erizados de alambradas. Más de un millón de víctimas, 300.000 de las cuales quedaron enterradas en sus entrañas. Y todo para honor de sus gobernantes y generales, y satisfacción de sus patronos. En el Parque de Saint Pierre de Amiens, dentro  de los antiguos huertos flotantes (hortillonnages), la artista Beatrice Saurel ha creado un espacio evocador de la memoria de los muertos. Denominado Champs de Paix, ha contado con la colaboración de asociaciones, colectivos culturales y escolares de la ciudad. Prendas rojas y azules, el color de los uniformes de los soldados franceses y británicos, aparecen enroscadas sobre alambres, simbolizando el horror de lo ocurrido. A la vez, aportan con esos colores un mensaje de esperanza: las amapolas (coquelicots) y las acianas (bleuets) que acompañan cada primavera al apoteosis de los campos de cereales.