A Jose, que lo pagó con la cárcel.
A papa y mamá, que lo sufrieron.
A Conchi y Juan Miguel, que tan bien se portaron.
Dormíamos.
Oí la voz de mi hermana que exclamaba:
"¡Está aquí la policía!".
Y sentí cómo mi hermano se alzaba desde su cama,
impulsado por la sorpresa y el miedo.
Surgió el tono grave de un policía:
"¡Venga, vístete rápido!".
Agazapado en la cama,
me esforcé para esconder mi miedo.
Y vino el después.
Con papá y con mamá,
buscando reponerse del golpe recibido,
y ese intento por calmar los nervios,
por aclarar cosas…
Nos desprendimos de papeles,
que se consumieron por el fuego
o se filtraron por las desagües.
Y ocultamos otros,
camuflados entre los libros de Medicina
-¿lo recuerdas, hermano?-.
No puedo olvidar lo que ocurrió.
Y como siempre, gracias, hermana.
Oí la voz de mi hermana que exclamaba:
"¡Está aquí la policía!".
Y sentí cómo mi hermano se alzaba desde su cama,
impulsado por la sorpresa y el miedo.
Surgió el tono grave de un policía:
"¡Venga, vístete rápido!".
Agazapado en la cama,
me esforcé para esconder mi miedo.
Y vino el después.
Con papá y con mamá,
buscando reponerse del golpe recibido,
y ese intento por calmar los nervios,
por aclarar cosas…
Nos desprendimos de papeles,
que se consumieron por el fuego
o se filtraron por las desagües.
Y ocultamos otros,
camuflados entre los libros de Medicina
-¿lo recuerdas, hermano?-.
No puedo olvidar lo que ocurrió.
Y como siempre, gracias, hermana.
