El pasado domingo, 4 de septiembre, ganó el Rechazo. Y la sorpresa no ha estado tanto en ese hecho en sí como en la rotundidad: 61'9% frente al 38'1% de los votos. Es decir, 24 puntos de diferencia, cuando los últimos sondeos, de un semana antes, apuntaban a que estuviera alrededor de los 10 puntos. Desde quienes defendían el Apruebo se albergaba incluso la esperanza de que se pudiera reducir la distancia. Pero los hechos han sido inapelables y casi dos tercios del electorado que ha ido a votar (el 85'8% del censo) ha decidido no apoyar un proyecto constitucional altamente progresista, que conllevaba, además, el fin de la herencia del pinochetismo.
Algunas explicaciones
No soy de esas personas que en las derrotas, y a toro pasado, les gusta aludir a responsables y errores concretos, como está ocurriendo ahora en Chile entre una parte de quienes han defendido la opción del Apruebo. Estos días he estado informándome, leyendo diversos artículos, de los que me atrevo a destacar dos, recomendando su lectura: el primero, obra de Boaventura de Sousa Santos, "Democracia en peligro: Argentina y Chile"; y el segundo, de Gerardo Pisarello, "Chile: ¿y ahora qué?".
En general, hay un aspecto altamente revelador, prácticamente coincidente en todos los análisis hechos desde el campo de la izquierda, que tiene que ver con el papel jugado por los medios de comunicación. Y es que en su inmensa mayoría, incluyendo las redes sociales, están controlados por la derecha. No se han ahorrado esfuerzos para combatir el apoyo al proyecto constitucional a base de alarmismo social y político, que se ha acompañado muchas veces del empleo de noticias falsas.
Para De Sousa Santos no se trata de algo nuevo, pues ya ocurrió en el Reino Unido (Brexit), Colombia (referéndum sobre los acuerdos de paz), EEUU (con Trump), Brasil (con Bolsonaro), Bolivia (contra Evo Morales), etc. Sin embargo, ahora en Chile se ha hecho "con tal virulencia que merecen la atención
especial de los demócratas de todo el mundo y especialmente de los
latinoamericanos". Por otro lado, las diatribas lanzadas contra el feminismo, la diversidad sexual, la plurinacionalidad, el ecologismo, el derecho al aborto y un largo etcétera de más cosas puede resumirse, con palabras de Pisarello, en aquello del rechazo a una "Constitución lesbo-indigenista-comunista".
Se está insistiendo desde distintos ámbitos, especialmente del centro político y del centro-izquierda, que el triunfo del Rechazo no ha sido tanto por el mantenimiento de la Constitución pinochetista de 1980 como por un nuevo texto, cuyo contenido debe recortar los aspectos más progresistas del proyecto objeto de votación el pasado 4 de septiembre. Buena parte de la campaña se centró en ello, con importantes líderes de esos sectores defendiéndolo.
Siendo todo eso cierto, me voy a centrar en otros aspectos, que tienen que ver más con el contexto político de Chile de los dos últimos años, que se ha caracterizado por su carácter cambiante. Tras el estallido socio-político de 2019, que culminó en octubre de 2020 con el triunfo arrollador del apoyo a una Convención Constitucional (79'1%) y luego, en mayo de 2021, con la elección de sus miembros con una mayoría favorable al cambio, lo que le ha seguido ha estado surcado de situaciones entre contradictorias y llamativas. Pero vayamos por partes.
Las elecciones de 2021 y 2022
Mientras la Convención ha estado trabajando, ha proseguido la vida política, en la que no han faltado ni el funcionamiento de sus instituciones ni la sucesión de elecciones: locales, legislativas y presidenciales. Y en los distintos comicios donde los resultados han dejado muestras del estado de opinión política y de la correlación de fuerzas. Veamos que ocurrió en cada una de ellas.
Elecciones locales. Se realizaron en mayo de 2021, a la vez que las de la Convención Constitucional. Y la lectura de sus resultados pueden hacerse desde dos perspectivas. Una, atendiendo al número de alcaldías: 87, para Chile Vamos, la coalición de la derecha; 129, para Unidad Constituyente, la antigua Concertación de socialistas, democristianos, demócratas y radicales; 12, para el Frente Amplio, la coalición de la izquierda; 12 para las candidaturas de centro-izquierda Chile Digno, Verde y Solidario (9) y Dignidad Ahora (3); y 106, para candidaturas independientes de distinto signo. La otra perspectiva tiene relación con la dimensión de las comunas (municipios), donde destacaron triunfos significativos de la izquierda en Santiago y Valparaíso, así como en sus respectivas regiones metropolitanas: Recoleta, Maipú, Quinta Normal, San Miguel, Ñuñoa y Til
Til, en la primera; y Viña del Mar, Putaendo,
Quilpué y Villa Alemana, en al segunda. Incluso, la gobernación regional de Valparaíso pasó a manos de un ecologista y
activista del agua.
Elecciones legislativas. Llevadas a cabo a finales de noviembre de 2021 y coincidentes con la primera vuelta de las presidenciales, los resultados para la Cámara de Diputados arrojaron un triunfo de los grupos de la derecha, que sumaron el 48'1% de los votos y obtuvieron 68 escaños; le siguió el bloque del centro, con el 23% de los votos y 40 escaños, gracias a los apoyos recibidos por Nuevo Pacto Social (17'2% y 37 escaños), la versión actualizada de la antigua Concertación (socialistas, democristianos, demócratas...), y Dignidad Ahora (5'1% y 3 escaños); finalmente, los grupos de la izquierda sumaron el 27'5% de los votos y consiguieron 39 escaños a través de las candidaturas de Apruebo Dignidad (20'9% y 37 escaños) y el Partido Ecologista (4'8% y 2 escaños). En el caso del Senado, el bloque de la derecha, con 25 actas, obtuvo la mitad de la cámara, repartiéndose los otros grupos el resto de los escaños: 18, para Nuevo Pacto Social; 5, para Apruebo Dignidad; y 2, para independientes.
Elecciones presidenciales. Tuvo dos vueltas y con resultados diferentes, si no contradictorios, en cada una de ellas. En la primera los candidatos de la derecha sumaron el 53'5%, pasando al balotaje José Antonio Kast, al haber obtenido el 27'9%; la candidata de la antigua Concertación, Yasna Provoste, se quedó en el 11'6%; y la izquierda sumó el 34'9%, un 25'8% de los cuales correspondió a Gabriel Boric, que pasó a disputar la segunda vuelta. Al final, en diciembre, fue Boric el que se alzo con la victoria, obteniendo el 55'9% de los votos frente al 44¡1% de Kast. ¿Qué pasó? Que Boric se benefició del electorado de Provoste, tuvo su lógica, conociendo el programa y el estilo ultraderechistas de Kast. Un aspecto, este último, que hubo de pesar en una parte nada desdeñable del electorado de la derecha, que acabó optando por el candidato de la izquierda.
Un apunte más, mirando al continente latinoamericano
Chile fue el laboratorio económico donde se aplicó por primera vez el modelo neoliberal, después que los gobiernos de la dictadura implantada en 1973, mediante los conocidos como Chicago Boys, pusieran en práctica los presupuestos teóricos de Milton Friedman. Tras la caída de la dictadura en 1989, todos los gobiernos habidos, estuvieran presididos por democristianos, socialistas o conservadores, no han alterado la esencia de lo que la Constitución de 1980 establecía en lo referente a las bases económicas.
El proyecto de la Convención Constitucional hubiera supuesto romper con ese pasado, al incorporar importantes novedades acordes con las aspiraciones democráticas, sociales y económicas de quienes entre 2019 y 2020 estallaron contra la herencia del pasado, saliendo a la calle para hacer realidad un nuevo país. Si durante casi medio siglo el neoliberalismo fue creando, a la vez, víctimas y beneficiarios, desde las primeras hay quienes han hecho de la desesperanza y de la desilusión, desgraciadamente, parte de su vida.
El continente latinoamericano, a su vez, está recobrando en parte el empuje progresista perdido en la primera década del siglo XXI, lo que se está reflejando en los triunfos electorales de candidatos de esa orientación en Perú, Bolivia, Honduras y Colombia, y es probable que pueda ocurrir en Brasil. ¿Y podría haber sido el caso de Chile, de haber triunfado el Apruebo en el referéndum del pasado día 4?
Ya conocemos los métodos usados años atrás para acabar, o intentar que así fuera, con los gobiernos de ese carácter: golpes de estado (Honduras, Bolivia), intentos (Venezuela), guerras judiciales (Brasil, Ecuador, Argentina), campañas de desinformación (Venezuela, Brasil, Argentina)... Y con lo ocurrido hace unos días en Argentina, tras el intento de asesinato de Cristina Fernández, se apunta a otro de esos métodos que parecía olvidado.
El triunfo de Gustavo Petro en Colombia, un país que desde décadas ha sido uno de los pilares del imperio en el continente, pudo haber hecho saltar las alarmas. Eso conllevaría que resultara altamente peligroso que Chile, otro de los pilares imperiales, se sumara en ese avance progresista y democratizador. Y eso explicaría el esfuerzo para frenarlo.
Entre la ilusión y la realidad
En Chile han operado con mucha fuerza quienes quieren que las cosas sigan si no igual del todo como antes, al menos que los cambios estén controlados, de manera que se mantengan en manos de quienes han sustentado el poder. Pero lo cierto es que en la batalla del referéndum se han encontrado con un flanco débil: la izquierda, que apenas ha conseguido la tercera parte de los votos en las distintas elecciones habidas durante 2021 y 2022, con excepción de las dirigidas a elegir la Convención Constitucional.
¿Fue una ilusión el referéndum de octubre de 2020, en el que se optó abrumadoramente en apoyo de una Convención Constitucional? ¿Lo fue la mayoría de miembros favorables al cambio que hubo en ese órgano tras las elecciones de mayo de 2021? ¿También lo fue la misma elección de Boric como presidente en diciembre de 2021?
La realidad es que, por ahora, casi todo sigue igual.