Ayer se presentó en Conil el documental Aquella feria vestida de luto, en el que se cuenta lo ocurrido tras el golpe militar de 1936 y la represión que le siguió en el municipio gaditano. Se trata de un proyecto encomiable y verdaderamente colectivo, esto último teniendo en cuenta las numerosas personas que lo han hecho posible. Primero, desde la dirección, llevada a cabo por el joven cineasta cordobés Dany Ruiz; el guion, basado en los trabajos de la historiadora Magdalena González; y la producción, a cargo de la asociación Comunes de Conil (con el incombustible Antonio Roldán) y Atrapasueños Cinema. Y también, por supuesto, el equipo técnico, las personas que han intervenido en el documental (familiares de las víctimas, historiadores e historiadoras, músicos...) y las alrededor de 200 personas que han ayudado a la financiación.
Estamos ante un excelente trabajo, que se adentra en un momento altamente dramático de la historia conileña y, por extensión, del conjunto del país. Quienes intervienen en el documental van desentrañando, de un lado, las claves de la ocurrido en un contexto en el que se ven truncadas las esperanzas depositadas por una buena parte de la sociedad conileña, humildes en su mayoría, para mejorar sus condiciones de vida y dotarse de derechos nunca tenidos hasta 1931; y, de otro, los horrores que sufrieron de distintas formas numerosas personas, que fueron ejercidos por parte de quienes querían que todo siquiera igual.
El título alude a los asesinatos cometidos sobre siete jóvenes en la madrugada del 8 de septiembre, coincidiendo con la fiesta patronal: Antonio Alba Sánchez, Francisco Aragón Moreno, Francisco Fernández Brenes, Melchor Lobón Domínguez, Antonio Pérez Carrillo, Cosme Ramírez Gallardo y Pedro José Roldán Rodríguez. Fueron siete personas entre las tantas que fueron detenidas durante los meses de verano y recluidas en un lugar conocido como "el Granero". Llevados a la zona de la Muela, en el término municipal de Vejer de la Frontera, fueron ejecutados y hechos desaparecer. Días más tarde, el 23 del mismo mes, la muerte vil se cebó sobre otras dos personas: Juan Rodríguez Peces y Fernando Pérez Guerrero. Y finalmente, el 8 de diciembre, Bernabé Muñoz Brenes se convirtió en una décima víctima mortal. Fechas, la primera y la última, que coinciden, simbólicamente, con festividades religiosas.
Los testimonios de los familiares dejan constancia del miedo que se instaló en el pueblo desde el primer momento del golpe militar, de las distintas formas de represión que se dieron, del silencio obligado en los entornos de las víctimas o de las vejaciones públicas sufridas por muchas mujeres. No falta la alusión al papel jugado por quienes recuperaron el poder local y sus cómplices, así como el alarde que hicieron como verdugos, una clara expresión del fascismo triunfante. Mantenido todo ello durante décadas, hubo que esperar que todo eso saliera a luz a finales de los años 70. Y especialmente, a raíz de las jornadas celebradas en febrero de 2004 con el título Memoria y conciencia histórica de la guerra civil, en las que se incluyó un homenaje a las víctimas y el descubrimiento de una placa en su recuerdo en la Torre de Guzmán.
Más de 500 personas asistimos a la proyección del documental, que tuvo lugar en el patio de la Chanca, y está prevista una segunda para dentro de un par de semanas, dado el interés que ha despertado entre la gente. Merece la pena verlo, algo que podrá hacerse a partir del mes de noviembre, cuando se haya completado la edición del formato digital.