El domingo se celebra la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia. La gran novedad en esta ocasión se encuentra en que por primera un candidato popular y de izquierda tiene importantes posibilidades de alzarse con la victoria. Gustavo Petro, candidato de Colombia Humana-Unión Patriótica, es el favorito en todos los sondeos. Cuenta como compañera para la vicepresidencia con Francia Márquez, una mujer ligada a las luchas sociales, medioambientales y el feminismo. Otra cosa es el porcentaje de votos que consigan, teniendo en cuenta que necesitan obtener la mitad más uno de los votos para erigirse en presidente y vicepresidenta en la primera vuelta. De lo contrario, el resultado se tendría que dirimir en un segunda entre los dos candidatos más votados.
El camino que han realizado no ha sido fácil. Colombia es el país donde sus gobernantes han actuado como los principales aliados de EEUU en el continente latinoamericano. Es la sede del mayor aparato militar del imperio desplegado fuera de sus fronteras. Un imperio que a lo largo de todo el siglo XX y lo que llevamos del XXII ha hecho y deshecho a su antojo lo que ha querido. Ha convertido al país en uno de los más violentos del continente, con una especial saña contra las personas que han liderado la resistencia contra todo tipo de agresiones y violaciones de derechos y en la defensa de los derechos humanos, de tierra, de recursos naturales... Un imperio que impuesto gobiernos, promovido golpes de estado, asesorado operaciones criminales encubiertas, protegido matanzas, estimulado el narcotráfico...
En diciembre de 2010 publiqué el artículo "La violencia en Colombia", en el que traté la situación que vivía el país. Aún no se habían firmado los acuerdos de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, que se consiguieron en 2016, pero se estaban abriendo las puertas en esa dirección. Lo que vino tras dicha firma ha sido una continuación de lo mismo, con la diferencia de que las acciones de los grupos armados resistentes habían quedado reducidas casi a la nada. No ha cesado la violencia sistémica, a la vez que se están sucediendo los asesinatos de dirigentes y militantes del grupo guerrillero extinguido y dificultando su integración en la sociedad, como estaba contemplado en los acuerdos. Algo parecido a lo ocurrido en los años 80 y principios de los 90 a raíz del primer acuerdo de paz habido entre el gobierno y las FARC, en 1985, cuando se fueron produciendo numerosos asesinatos de miembros de la Unión Patriótica y el Partido Comunista Colombiano, hasta el punto de haber sido tipificado de genocidio político por algunos organismos de derechos humanos.
Y todo porque el poder ha seguido en manos de los mismos grupos sociales y/o sectores políticos del país. Un país controlado por una todopoderosa oligarquía, arraigada en los distintos sectores económicos (con especiales raíces en las áreas rurales), apoyada por los gobiernos de EEUU, secundada en gran medida por los aparatos del estado (ejército, policía, judicatura...), con tentáculos en el mundo del narcotráfico, con la complicidad de los gobiernos de los países europeos y con la aquiescencia de buena parte de los medios de comunicación.
El miedo que ha surgido en los poderes económicos, el estado colombiano y el imperio es grande. Lo ocurrido en el mes de marzo durante las pasadas elecciones legislativas fue un aviso. Se dio un importante avance en las dos cámaras por parte de las candidaturas de Pacto Histórico, donde opera Gustavo Petro, junto con otras como Alianza Verde, los Comunes o varias candidaturas indígenas. También hubo una clara derrota del uribismo político, que fue contrarrestada por una desviación del voto conservador hacia posiciones más moderadas. Todo ello no estuvo exento de maniobras fraudulentas durante el recuento y custodia de los votos, que fueron llevadas a cabo desde algunos sectores del aparato del estado, que llegó a no contabilizar cientos de miles de papeletas favorables a Pacto Histórico.
El programa político que presentan abarca aspectos que van desde los derechos sociales, para combatir la pobreza y las desigualdades, a los ambientales, para luchar contra las agresiones al medio natural, pasando por el reconocimiento de nuevos derechos a las mujeres, la diversidad sexual, los pueblos originarios... Una síntesis de sus propuestas más llamativas puede verse en lo publicado por La Oreja Roja.
Lo que están reflejando los apoyos a Gustavo Petro y Francia Márquez son las esperanzas de cambio real que existen en amplios sectores de la sociedad colombiana. El hartazgo hacia la cronicidad de las injusticias sociales y las violaciones de los derechos humanos ha avanzado de tal manera, que el miedo, el engaño y la indiferencia van quedando atrás.
El domingo (en la madrugada de nuestro lunes) conoceremos los resultados. De momento, junto a la esperanza de tanta gente, mi apoyo solidario.
(Imagen: tratamiento digital de una fotografía publicada en La Oreja Roja; https://www.laorejaroja.com/las-propuestas-mas-llamativas-de-gustavo-petro-y-francia-marquez/).