miércoles, 4 de septiembre de 2019

El pueblo, de Selina Todd, una historia de la clase obrera británica del siglo XX


Con tres años de retraso se ha publicado en España el libro El pueblo. Auge y declive de la clase obrera (1910-2010) (Madrid, Akal, 2018), cuya autora es la historiadora británica Selina Todd. Para mí, sorprendente y no tanto por el tiempo en sí como por la relevancia de la obra. En mayo pasado supe de ella a través de la crítica que Juan Andrade Blanco hizo en la revista electrónica Sin Permiso, por lo que cuando la tuve entre mis manos no dudé en adquirirla.   


A lo largo de más de 500 páginas la autora lleva a cabo una narración de la historia de la clase obrera británica durante el siglo XX y lo que llevamos del XXI. Para ello ha hecho uso principalmente de un acopio de numerosos testimonios de sus protagonistas, extraídos de publicaciones, informes, encuestas e incluso entrevistas realizadas por ella misma a familiares y a compañeros y compañeras de estudios de  juventud. No en vano, como nos cuenta al principio, su intención inicial fue llevar a cabo una historia biográfica de su propia familia.  

El resultado ha sido muy interesante, permitiéndonos profundizar en la naturaleza de la sociedad británica y el papel que ha jugado, y sigue jugando, la clase obrera. Nos presenta los cambios que se han ido dando en distintos momentos en su seno, tanto en los subgrupos que la forman como en las actitudes sociales, políticas y culturales; el protagonismo creciente de las mujeres; el progresivo aumento de población inmigrante proveniente de otros continentes; la pervivencia permanente, incluso en nuestros días, de una memoria basada en las experiencias colectivas; y la diversidad de matices que han hecho de la clase obrera un grupo poderoso e influyente, pero al que no le ha faltado heterogeneidad. 

Que el título principal del libro sea El pueblo no es un capricho, sino la definición de una clase que en el momento decisivo de la Segunda Guerra Mundial jugó el papel primordial de sostener las bases del conflicto en los frentes de batalla y en la retaguardia. Su experiencia colectiva en las luchas sociales y políticas que venían de muchas décadas atrás y el empoderamiento que adquirió en esos años de guerra explican que en 1945, acabado el conflicto, fuera el Partido Laborista, con Clement Attlee al frente, el que ganara abrumadoramente las elecciones. Y explica que esas experiencias y ese empoderamiento se convirtieran en los pilares del estado de bienestar surgido a partir de 1945, que permitió, entre otras cosas, el pleno empleo, el aumento de los salarios, el acceso a la sanidad y a la educación secundaria universales o la construcción de numerosas viviendas públicas. 

Todd advierte, no obstante, que esos logros no consiguieron que Gran Bretaña dejara de ser una sociedad desigual, en la que las diferencias de clase, muy marcadas, sólo se atenuaron durante apenas tres décadas y no sin tensiones y altibajos. En las altas esferas del Partido Laborista nunca hubo la intención de construir una sociedad igualitaria, aunque su acento en poner en práctica medidas que favoreciesen a la clase obrera fuera claro, en contraste con las intenciones permanentes del Partido Conservador de reducir el gasto público, fomentar la propiedad privada y defender a las empresas.

Fueron los años 70, coincidiendo primero con la caída de la industria británica y luego, desde 1973, con la crisis económica internacional, cuando empezó a romperse ese contrato social. Y lo hicieron tanto los gobiernos laboristas (Harold Wilson, James Callagham) como los conservadores (Edward Heath). No faltaron tampoco situaciones como el mayor grado de represión en los conflictos sociales y el control policial sobre sus líderes, e incluso determinadas maniobras en las alturas del ejército y los servicios de seguridad (general Walker, lord Mountbatten) tendentes a poner orden frente a lo que calificaban de peligro comunista.

La llegada de Margaret Thatcher fue la culminación de ese camino -sin remilgos, eso sí- y supuso el desmantelamiento de todo lo conseguido desde décadas atrás. Desde entonces Gran Bretaña dejó de ser lo que era, conviviendo con un paro crónico, empleos inestables y precarios, desprotección social, deterioro de los servicios sociales... Todo ello en un marco donde predominan los valores del individualismo salvaje, el sálvese quien pueda, la inutilidad de quien está en paro o es pobre... Y, por supuesto, bajo el dominio de quienes ostentan el poder real.

"Las auténticas conquistas del siglo XX fueron logradas por gente corriente, que buscaba u mayor control sobre sus vidas", nos dice la autora al final del libro. Para concluir que "si el pueblo quiere un futuro mejor, podemos y debemos crearlo nosotros mismos".