Fue el 16 de octubre cuando, durante la entrega de medallas de la prueba de 200 metros lisos, Smith y Carlos se dirigieron descalzos hacia el podio, el primero con una bufanda negra y el segundo con un rosario. Los tres, además, se colocaron una insignia del Programa Olímpico para los Derechos Civiles. Iniciado el himno de EEUU, los dos afroamericanos levantaron sus puños recubiertos por un guante negro mientras agachaban la cabeza. Se trataba de una reivindicación sobre los derechos humanos, apoyada solidariamente por Norman, que procedía de un país donde los derechos de la comunidad aborigen estaban también pisoteados. Era también una apuesta por el black power, en boga en EEUU durante esos años. Toda una simbología transgresora, que denunciaba ante millones de personas del mundo la realidad de la comunidad afroamericana de EEUU. El color negro, mostrado con orgullo. Los pies descalzaos y el rosario, dejando ver la postración sufrida desde siglos atrás.
El escándalo fue mayúsculo. Desde el propio COI se instó a la expulsión de Smith y Carlos de la villa olímpica. Y lo que vino después para los tres protagonistas en sus respectivos países fue un largo calvario de amenazas y marginación.