lunes, 13 de octubre de 2014

Agustín Gómez Acosta: del comunismo al anarquismo

Hace unos años supe por la red que vivía en la provincia de Cádiz. Cuando fue elegido secretario general de la CGT de Andalucía. Luego lo he visto varias veces. La primera vez, en 2009, en una concentración con motivo de la huelga general de la enseñanza. No pude saludarlo. Sí lo hice el año pasado, en otra huelga general de mismo signo. Tenía él un recuerdo vago, pero sí reaccionó cuando le nombré el "peté" y Salamanca. Fue breve el encuentro, condicionado por las circunstancias de ese tipo de actos. Esta mañana me acabo de enterar de que ayer falleció. Repentinamente, al parecer. Ya estaba jubilado. Un día apareció por mi ciudad -sería 1979- como secretario político del Partido en Castilla-León y volvió en varias ocasiones. Con anterioridad había estado en Cantabria. Dormí en su casa de Valladolid tras una reunión de militantes cuando el Partido agonizaba. Al día siguiente, un domingo de invierno de 1980, viajamos a Madrid cinco militantes de Valladolid, Burgos y Salamanca, y participamos en la asamblea que finiquitó la vida del PTE. Luego seguimos viéndonos algunas veces más, contándonos las aventuras de lo que hacíamos en una situación nueva: en Salamanca, con nuestro colectivo, y él, en Valladolid, con su grupo Garbanzo Negro. Se le notaba ya muy dentro del mundo libertario. La última vez que apareció fue durante una excursión de su instituto de Iscar. Nos llamó para vernos, quedamos en la Plaza Mayor y allí acudimos Maxi y yo, acompañado él de José Ignacio -el último secretario político de Salamanca, curiosamente en el mismo centro- y de su hija adolescente. En el verano de 1983, en pleno corazón de las Alpujarras, Maxi, Pedro y yo vivimos una curiosa anécdota al creer habernos encontrado con su hermano, cuando en realidad se trataba de un amigo. A mediados de los años ochenta -concretamente en 1986, como he podido comprobar por la red- su nombre salió en El País dentro de un polémico nombramiento como director del instituto de Castuera. Desde que supe de sus responsabilidades en la CGT he leído varias entrevistas suyas. Se consideraba anarcosindicalista. O sindicalista libertario. Pasó del comunismo al anarquismo, un camino no muy frecuentado. Fue toda la vida un luchador. Incansable. Murió con las botas puestas. Desde hacía tiempo tenía la intención de dedicarle una entrada en mis "Reencuentros virtuales", pero no he llegado a tiempo.