martes, 23 de abril de 2013

Un Día del Libro dedicado a la pintura

23 de abril. Día del libro. Hoy he dedicado una de mis clases, la de Historia del Arte, a la lectura de poemas del libro A la pintura. Arte y literatura. Lo propio. Y bonito. Así ha resultado el tiempo, una hora, en que alumnos y alumnas se han batido con los versos de Rafael Alberti mientras contemplaban obras de arte. 

A ti, lino en el campo. A ti, extendida
superficie, a los ojos, en espera.
A ti, imaginación, helor u hoguera,
diseño fiel o llama desceñida.

A ti, línea impensada o concebida.
A ti, pincel heroico, roca o cera,
obediente al estilo o la manera,
dócil a la medida o desmedida.

A ti, forma; color, sonoro empeño
porque la vida ya volumen hable,
sombra entre luz, luz entre sol, oscura.

A ti, fingida realidad del sueño.
A ti, materia plástica palpable.
A ti, mano, pintor de la Pintura.

Alberti ("¡El tonto de Rafael!", como se dijo de sí mismo). Poeta, ante todo. Genial. Y pintor, también. El mismo habló en alguna cosa ocasión de haber sido un artista frustrado. Pero eso no importa, porque, de ser así, en A la pintura se redime. Funde la poesía de la palabra con la del color (“sonoro, puro, quieto, blando, / incalculable al mar de la paleta”), la línea (“contorno de la gracia humana, / recta, curva, bailable geometría”), la perspectiva (“engaño ideal, por quien la vista / anhela hundirse, prolongada en mano”), la proporción (“cárcel feliz de la retina, / áurea sección, celeste cuadratura”), la sombra (“penumbra del color que te aposenta, / tenebrosa en el rayo que violenta”)...

Eleva a ese mundo lo material del pincel (“Tu vida es tallo que sin tierra crece”), la paleta (“En ti se cuece la visión que nace”) o el lienzo (“Ya no eres lino, plano humilde, tela. / Ya eres barco celeste, brisa, vela”).

Nos deleita con sus dedicatoria cómplice al desnudo (“contemplación, gusto, recreo, / plástica enamorada del deseo, / trauma interior, hermosa cobertura”). Nos acerca a la belleza de la pintura mural (“La lluvia, el viento, el sol, nadie te ofende. / Tu alba rústica sangre te defiende”). Nos traslada a esa constelación de pequeños poemas que dedica al color azul:

1
Llegó el azul. Y se pintó su tiempo.

2
¿Cuántos azules dio el Mediterráneo?

(...)

29 

La sombra es más azul cuando ya el cuerpo
que la proyecta se ha desvanecido.

30 
Tiene el azul estático nostalgia
de haber sido azul puro en movimiento.
(...).

Alberti nos traslada, nos lleva de su mano, al mundo de los propios artistas y poder, así, sentirlos. Como hace con El Bosco y la colección de palabras que se mezclan entre sí para fundirse en el caos de las delicias humanas:

El Diablo hocicudo,
ojipelambrudo,
cornicapricudo,
perniculimbrudo
y rabudo,
zorrea,
pajarea,
mosquiconejea,
humea,
ventea,
peditrompetea
por un embudo.
     Amar y danzar,
     beber y saltar,
     cantar y reír,
     oler y tocar,
     comer, fornicar,
     dormir y dormir,
     llorar y llorar.
(…).

También con Pierro della Francesca, a quien sintetiza con estos versos finales:

Místico del diseño
y del número, santo.
Tu aritmética es canto,
tu perspectiva, sueño.

Y con Tiziano, maestro de la luz y del color:

(…)
No ignoran las alcobas ni el brocado
del cortinón que irisa el escarlata
cuánto acrecienta un cuerpo enamorado
sobre movidas sábanas de plata.
Nunca doró pincel en primavera
mejor cintura ni mayor cadera.
(…).                                              

Con Goya nos invita a compartir en sus versos el mundo que creó el pintor aragonés desde lo terrenal hasta la ensoñación de la fantasía:

(…)
¿De dónde vienes tú, gayumbo extraño, animal fino,
corniveleto,
rojo y zaíno?
¿De dónde vienes, funeral,
feto,
irreal
disparate real,
boceto,
alto
cobalto,
nube rosa,
arboleda,
seda umbrosa,
jubilosa
seda? 
(…).

¿Y con Picasso? Cómo no, si era su amigo y su compañero de armas. Si los dos hicieron que el siglo XX fuera, como contraste de la violencia y la inmundicia, algo distinto, para hacerlo más bello. Con estos versos empieza su poema:

Málaga
     Azul, blanco y añil
     postal y marinero.

Más adelante define del pintor malagueño lo que ha de ser la gran revolución pictórica del siglo XX:

¿Quién sabrá de la suerte de la línea,
de la aventura del color?
               Una mañana,
vaciados los ojos de receta,
se arrojan a la mar: una paleta.
Y se descubre esa ventana
que se entreabre al mediodía
de otro nuevo planeta
desnudo y con rigor de geometría.

Y al final nos muestra la plenitud del artista en el momento en que  ocurre la tragedia española mientras se fragua la de Europa y el resto de mundo:

La guerra: la española.
     ¿Cuál será la arrancada
     del toro que le parten en la cruz una pica?
     Banderillas de fuego.
     Una ola, tras otra ola desollada.
                               Guernica.
                               Dolor al rojo vivo.  
...Y aquí el juego del arte comienza a ser un juego explosivo.

Leer a Alberti es un gozo. Hacerlo con A la pintura, algo sublime.