
Las minas chilenas fueron el vivero del sindicalismo y la revolución chilena. Allí estuvo Luis Emilio Recabarren, el obrero tipógrafo fundador del Partido Obrero Socialista y luego del Partido Comunista, que encontró entre las gentes del desierto del norte sus más fieles seguidoras. El mismo lugar y las mismas gentes a las que Pablo Neruda dedicara tantos versos de una gran hermosura. He aquí una muestra:
Hacia Recabarren
La tierra, el metal de la tierra, la compacta
hermosura, la paz ferruginosa
que será lanza, lámpara o anillo,
materia pura, acción
del tiempo, salud
de la tierra desnuda
El mineral fue como estrella
hundida y enterrada.
A golpes de planeta, gramo a gramo,
fue escondida la luz.
Áspera capa, arcilla, arena
cubrieron tu hemisferio.
Pero yo amé tu sal, tu superficie.
Tu goterón, tu párpado, tu estatua.
En el quilate de pureza dura
cantó mi mano: en la égloga
nupcial de la esmeralda fui citado,
y en el hueco del hierro puse mi rostro un día
hasta emanar abismo resistencia y aumento.
Pero yo no sabía nada
El hierro, el cobre, las sales o sabían.
Cada pétalo de oro fue arrancado con sangre.
Cada metal tiene un soldado.
(Canto General, IV/XVIII/1)