jueves, 13 de febrero de 2025

Dos poemas sobre la luz


Leo de vez cuando los poemas que, en libros o en mensajes sueltos, me va ofreciendo José Gilabert Ramos. Ayer me llegó otro, "La luz del calendario", que ha sido publicado en su poemario Geografía de la Fragilidad (Granada, Támesis, 2024). Iba acompañado de una fotografía, tomada en la playa del Palmar de Vejer por José Manuel Ramos Pérez. El poema es un canto a la vida, alienta la esperanza de aferrarse a ella, aun cuando la muerte nos aceche.

Después de leerlo me vino a la mente una idea, que respondía a dos recuerdos: uno, de décadas atrás, sobre el triste aniversario de un episodio ocurrido entre Málaga y Almería en medio de la guerra; el otro, reciente, de  mi paso hace unas semanas por las playas de Benajarafe, que fueron testigo de esa barbarie.

Dejo para su lectura el poema de José Gilabert Ramos y otro mío, "La luz que no olvida", que me fue saliendo entre los recuerdos y mientras miraba una de mis fotografías. 


La luz del calendario

Lo que da luz debe soportar la quema.
Viktor Frankl.

Esta luz compasiva y amigable
empeñada en borrarnos los contornos
del paso inexorable de las horas.

Vivir es mantenerse cada día
vibrando con la voz del universo,
sosteniendo la débil construcción
de la precariedad de la existencia.

Andamos aferrados a la tierra,
deseosos de abarcar el infinito
y todo se nos muestra quebradizo,
efímero, fugaz, inalcanzable.

Pero queda la luz del calendario
iluminando el tiempo de la espera
y las horas ganadas a la muerte.


La luz que no olvida

Caballitos de los montes
no bajéis a la playa.
F. Montoya Fernández (1937).

Miré hacia la lejanía
y me acerqué a ese tiempo, ya pasado, 
del crimen y de la infamia.
Me vinieron imágenes de gentes que por miles huían, 
formando durante días un reguero inacabable
que caminaba hacia la vida para evitar la muerte.
Sentí la tristeza, el dolor y el miedo 
que tuvieron que cargar sobre sus espaldas.
Y recordé unos versos,
esos que alertaban a los caballitos de los montes
para que no bajaran a la playa.
Estaba acabando el día
y contemplé el sol que poco a poco se perdía en el horizonte.  
En ese momento no quería que su luz se apagara,
para que nada quedara en el olvido.